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¿Hacia la trampa de Tucídides? Parte I

Urbe y orbe

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

El debate se ha instalado ya entre académicos y periodistas: ¿se acerca el mundo, otra vez, hacia la trampa de Tucídides? Empecemos por definir este concepto histórico. Se le atribuye al politólogo estadounidense y profesor de Harvard, Graham Allison, esta teoría que apareció por primera vez en un artículo de 2015 y posteriormente en un libro de su autoría en 2017. Allison parte de una pregunta que hoy ronda la cabeza de muchos observadores del panorama internacional: ¿están China y Estados Unidos destinados a enfrentarse en una guerra? Sin duda, la rivalidad entre ambas potencias es hoy la principal interrogante geopolítica. Pero, ¿qué tiene que ver esto con Tucídides? Este ateniense que vivió en la segunda mitad del siglo V a. C. escribió un libro referencial para la "historiografía científica": Historia de la Guerra del Peloponeso. En él narra, con rigor y apego a fuentes comprobables -algo inédito para la época- cómo fue que Esparta y Atenas terminaron enfrentándose en lo que autor considera la guerra más devastadora hasta entonces conocida. La hipótesis de Tucídidesse sintetiza en una frase: "Fue el ascenso de Atenas y el temor que esto inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable." La trampa, pues, radica en que cuando una potencia emergente disputa a una potencia dominante la hegemonía, el resultado casi siempre es la guerra. Allison describe 16 casos de rivalidad entre potencias desde hace 500 años, de los cuales 12 terminaron en conflicto bélico.

Antes de revisar qué tan probable es que China y EUA terminen en un choque frontal, veamos cuáles son los casos más ilustrativos que plantea Allison. Uno de ellos es la guerra que libró el imperio de los Habsburgo, en ese entonces la dinastía gobernante en España, Austria y el Sacro Imperio Romano, contra el imperio turco otomano, por la hegemonía del mar Mediterráneo a mediados del siglo XVI. Otros dos son las guerras libradas por Reino Unido (RU) contra Francia a mediados del siglo XVIII por la hegemonía en América, y a principios del siglo XIX, por la hegemonía en Europa. Ya en el siglo XX, las dos guerras mundiales que enfrentaron a Reino Unido y sus aliados contra Alemania y los suyos. Como casos de rivalidad en los que no hubo conflicto armado directo, Allison menciona a España y Portugal a finales del siglo XV y principios del XVI; RU y EUA a principios del siglo XX; EUA y la URSS durante la mayor parte del siglo XX, y RU y Francia con Alemania a fines del siglo XX y principios del XXI. Es importante detenernos un poco en estos últimos cuatro casos en los que, según Allison, se pudo "escapar" a la trampa de Tucídides.

España y Portugal, en vez de enfrentarse, decidieron establecer acuerdos bajo el arbitraje del papa, autoridad religiosa y política indiscutible para ambos, y velar por sus intereses comunes en la América recién conquistada. Incluso, terminaron unificando sus monarquías de 1580 a 1640. RU y EUA pudieron no solo coexistir durante todo el siglo XIX, sino incluso establecer acuerdos de mutuo beneficio, en parte porque los intereses geopolíticos de ambos no interferían entre sí y porque a RU convenía que en América hubiera una potencia fuerte que ayudara a expulsar a las otras potencias europeas y disuadirlas de nuevas intervenciones. Ahora bien, decir que EUA y la URSS no llegaron a las armas no es del todo exacto, ya que ambas potencias se enfrentaron de forma indirecta en distintos frentes durante la Guerra Fría: Asia, África y América Latina. Pero es cierto que fueron las carreras económica, armamentista y espacial las que terminaron por desgastar y derrotar a la URSS sin que se diera la temida conflagración abierta entre Moscú y Washington. En el caso de la competencia entre RU y Francia con Alemania a fines del siglo XX, el factor principal que conjuró un nuevo posible enfrentamiento fue, sin duda, el proyecto común europeo que, por cierto, hoy vive una crisis de legitimidad a raíz de la salida de Londres de la Unión Europea (UE) y el cuestionamiento de movimientos nacionalistas en varios países.

En resumen, podemos decir que en tres de los cuatro casos mencionados fueron los intereses comunes los que ayudaron a salvar la trampa, y en el otro fue el altísimo costo que tendría para ambas potencias, y el mundo entero, un enfrentamiento directo dada la capacidad destructiva de sus armas nucleares. El temor a la aniquilación mutua fue un factor determinante en el duelo entre EUA y la URSS. Pero en el fondo, hay un hecho incontrovertible: que la potencia dominante y la potencia emergente en estos cuatro casos no se hayan declarado la guerra entre sí no quiere decir que el mundo se haya librado de conflictos bélicos relacionados con los cambios o rivalidades hegemónicas. Las guerras subsidiarias, como las ocurridas durante la Guerra Fría, o las guerras contra otras potencias rivales, como en el caso de la Guerra de los Ochenta Años, que enfrentó a los Países Bajos con España, o las Guerras Mundiales, son el más claro ejemplo de que las rivalidades entre potencias al final siempre traen consigo un derramamiento de sangre. Y en buena medida esto tiene que ver con la cantidad de jugadores en el tablero internacional, los intereses geopolíticos enfrentados y las amenazas que perciba o construya cada uno de ellos hacia dentro y hacia fuera.

La próxima semana nos adentraremos en el caso de EUA y China.

@Artgonzaga

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