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Historia Urbana

Misceláneas

RAÚL MUÑOZ DE LEÓN

Eran y son la “tiendita de la esquina”, aunque algunas estuviesen ubicadas a mitad de cuadra. En los lejanos años de la infancia y juventud, las había bien surtidas, en donde el consumidor podía encontrar toda clase de satisfactores. Oficialmente estaban registradas como “tienda de abarrotes” o “expendios de leche”, pero igual encontrabas ahí artículos de mercería, de papelería y hasta leña, carbón y petróleo, usados en las estufas domésticas, pues el uso del gas apenas comenzaba.

En aquellos años, cincuenta-sesentasetenta del pasado siglo, existían tienditas muy conocidas y de prestigio; sus propietarios, amables y serviciales gozaban del aprecio de los vecinos, que eran sus cautivos clientes y consumidores, pues “fiaban” su mercancía, y en una doble libreta, tendero y cliente apuntaban producto, cantidad y precio que el consumidor se obligaba a liquidar a fin de mes, de quincena o de semana, según recibiera sus percepciones salariales.

A veces la cuenta crecía en cantidades que el cliente no podía pagar, y entonces podría suceder lo siguiente: se le cancelaba el crédito, se rompía la relación, y frecuentemente terminaba en pleito y enamistad.

De cualquier manera estas tienditas eran, y seguramente lo seguirán siendo, puntos naturales de reunión, en donde se cultivaban de manera espontánea las relaciones humanas, se conocían unos y otros, y muchas veces de estas relaciones surgían noviazgos que terminaban en matrimonio.

Mencionaré en esta historia urbana, algunas misceláneas que recuerdo. Desde luego, la primera que viene a mi mente es “Los Veteranos”, ubicada en la esquina sur-poniente de la Avenida Bravo y Calle Patoni, atendida por sus propietarios, doña Rebeca, esposa de don Andrés Monroy, quien era socio activo y miembro del Consejo de Administración de la Cooperativa Transportes Laguna.

Frente a ésta se ubicaba la Tienda de “Los Güeros”, llamada así porque sus propietarios eran unos señores altos, fornidos y muy blancos, de apellido Virgil. Ayudaban en el despacho al público, sus esposas y sus hermanas.

Famosas fueron en aquel tiempo “La Cubana” de don Jesús Martínez ubicada en la esquina de Bravo y Escobedo, a un lado de la Tintorería Canada de los señores Gil; “La Tapatía”, propiedad de don Juan Sandoval quien con sus tres hermosas hijas atendía el negocio. Esta tienda se encontraba en la esquina de Calle Urrea y Avenida Bravo; don Silvestre Sánchez, llegó procedente de Zacatecas, con su esposa Rafaela y sus hijos Elvia, Mario y Eliseo, e instaló una tienda de abarrotes a la que bautizó, obvio, como “La Zacatecana” que, por cierto sufrió un incendio con pérdida total de mercancía, sin que haya habido desgracias personales. Se ubicaba en Calle Urrea y Avenida Mina.

En el sector norte de la Ciudad, se localizaba “La Simpatía” de las hermanas Conchita y Socorrito Arzola Alarcón, con domicilio en Avenida Madero y calle Mutualismo. Activas y muy trabajadoras lograron levantar un próspero negocio de abarrotes de medio mayoreo y menudeo.

“Las Piedras” de doña Rebeca de Avenida Rayón y Calle Degollado, se distinguía porque en esa “tiendita”, las amas de casa encontraban todo lo necesario para la preparación de la típica comida de cuaresma: habas, garbanzos, lentejas, choales, grajea, miel de maguey, dulce piloncillo, canela cacahuates, nueces, “pipián”, etc.

Don David Sánchez y doña Nina Vázquez, con sus hijos Toño, Alejandro y Socorrito, llegaron a Gómez Palacio, procedentes de Tayoltita, municipio de San Dimas, Durango, y fundan una tienda de abarrotes que establecen en esquina de Avenida Aldama y Calle Escobedo, a la que bautizan como “LaMazatleca”, de vida breve.

Posteriormente, en Aldama y Degollado establecen otro negocio que denominan “La Jarochita” que atendían Nina y su hija Socorrito. Esa tienda era un convencional punto en donde coincidíamos un grupo de amigos para platicar, contar chistes, y conocer rumores del vecindario, al mismo tiempo que consumíamos refrescos y “botanas” que Nina nos daba a crédito.

Socorrito Mariscal que tal era su apellido, contrajo matrimonio con el señor Roberto Meraz, hermano de Jaime (qepd) aguerrido dirigente de la extinta CUDEPO. De dicha unión, nacieron Roberto, María Elizabeth y Susan Isbeth Meraz Mariscal, hermanos que hoy, adultos y realizados, como tercera generación, siguen manteniendo con vida a “La Jarochita”, cuya historia urbana aquí hemos relatado.

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