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CONTRALUZ

¿Y SUS DERECHOS…?

MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

Impactante. Acabé con un nudo en la garganta. De nada sirvieron -en ese momento- tantos años de contacto con hospitales. Vi hecho pedazos el gran principio "Primum non nocere", piedra angular de la práctica médica. Un quirófano, una joven en posición ginecológica, un diestro cirujano. La auxiliar localiza el latido del corazón del feto, este tiene 13 semanas de vida, su imagen aparece nítida en la pantalla. Comienza el procedimiento, la sonda que habrá de succionar todo, incursiona abruptamente en la cavidad uterina. El cirujano la dirige hacia el cuerpo del feto, quien trata de rehuir al artefacto. Intentos infructuosos, la sonda atrapa con la fuerza de la succión sus pequeños pies, y progresivamente va engullendo al feto. Es evidente cómo ese pequeño ser humano se esfuerza por evitar ser aspirado. En la etapa final, cuando quedan en la cavidad uterina su cabeza y un brazo, este último trata de aferrarse al espacio que hasta entonces había sido su nicho de vida. Para terminar, se percibe un sonido seco, cuando el cráneo del feto entra por la sonda de aspiración y acaba en el contenedor, junto con el resto de las porciones fetales, en un cruento caldo.

Es un video que impresiona a cualquiera. Agradecí al buen amigo que me lo hizo llegar; aunque por mi parte, lo reenvié a muy pocos. Cuando las imágenes rebasan el mensaje, este se pierde. En lugar del video como tal, decidí compartir la reflexión que me dejó.

Conocí este material justo el día cuando en la capital sinaloense se desataban los demonios, tras la captura de un narcotraficante de segunda generación. Las imágenes y los sonidos recorrieron el mundo. Fueron tomados por civiles que -de forma temeraria-dejaron constancia de los hechos, a riesgo de su propia vida. Unas horas después, del mismo modo como lo capturaron, lo dejaron en libertad. ¿El argumento? Evitar poner en riesgo a más personas, resguardar sus derechos. Quede para la historia como un capítulo de una mala planeación frente a la delincuencia organizada. Midieron fuerzas, y fue claro, al menos por esta ocasión, que el cartel detrás el detenido, demostró más poder que las fuerzas castrenses.

Volviendo a lo nuestro: La era postmoderna enarbola, entre otras muchas causas, la lucha por los derechos civiles: Niños, mujeres, personas mayores, migrantes; discapacitados, comunidad LGBT. Osos polares, perros callejeros, ganado estresado; tortugas; vaquitas marinas; aves zanconas… Sería poco menos que imposible enumerar todas las criaturas que esta lucha contempla: Se defienden sus derechos a una vida digna, libre de amenazas ajenas a su condición natural. Dentro de la cadena alimenticia el predador ataca al herbívoro. Lo hace dentro de un orden básico que permite mantener el equilibrio en el ecosistema. No nos corresponde modificarlo; ya hemos visto lamentables casos de plagas silvestres provocadas por la intervención humana. No obstante, se aboga por que las especies cuenten con un hábitat apropiado para sus necesidades.

Pregunto entonces: Para el niño no nacido, ¿dónde se inscriben sus derechos? ¿qué ley los protege? Más bien percibimos lo contrario, proliferan leyes que pugnan por el derecho de la mujer al aborto. Los congresistas que lo logran lo celebran con vítores. Por las calles mujeres jóvenes con el torso desnudo, expresan que su cuerpo les pertenece y ellas deciden qué hacer con él.

En mis tiempos de adolescente, la sexualidad se aprendía de manera confusa, con una impresionante carga de culpa. Alguna vez estuve frente a una colección de embriones y fetos, y a pesar de mi naciente vocación médica, seguía sin entender cómo aquellas figuras céreas flotando en un líquido de olor intenso, podían tener relación con la vida humana. No fue hasta la preparatoria, durante mis primeras incursiones hospitalarias, cuando vi en forma directa al producto de la concepción humana. Después de un aborto espontáneo terminaba en un recipiente, y ahora sí le hallaba forma de bebé. Hoy en día la tecnología nos lleva a la intimidad del claustro materno, para atestiguar de qué modo vive un feto, cual si en un limbo bendito. Y de igual manera, cómo llega a ser arrancado de su mundo con dos o tres movimientos quirúrgicos, para desaparecer.

En 1989, cuando el derrame de petróleo del Exxon Valdez en Alaska, circularon diversas imágenes. Recuerdo la de un norteamericano con un traje protector blanco, tratando de retirar el petróleo del plumaje de un pelícano. El hombre lloraba copiosamente, lo que me hizo pensar en la paradoja: "Lloran por pelícanos y focas, pero no por los humanos abortados".

Permita la tecnología de punta, una toma de conciencia. Comenzar a incluir al ser humano en formación, en la lista de esas causas que se defienden con toda la pasión.

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