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¿Patriotas vs. Globalizadores?

EDGAR SALINAS URIBE

Las movilizaciones con motivo de la crisis climática motivadas por el ejemplo e iniciativa de Greta Thunberg despertaron de inmediato una contraofensiva a todos niveles y, la más visible de todas y con mucho la de mayor influencia, la del propio presidente de los Estados Unidos (para situar el momento en perspectiva, recuérdese que China, Estados Unidos y la India generan el cincuenta por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero globales).

En su más reciente alocución ante la Asamblea General de las Naciones Unidas y con una dedicatoria directa a la joven sueca y a los millones de personas que han hecho suya la preocupación y la causa, el líder del ejecutivo del país con mayor generación per cápita de CO2 del planeta, señaló que el mundo no pertenecerá a los "globalistas", sino a los "patriotas": "El futuro no pertenece a los globalistas. El futuro pertenece a los patriotas", fueron sus palabras textuales.

No deja de ser paradójico que esa cantaleta nacionalista se haya interpretado precisamente en la casa del multilateralismo y universalismo humano: la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.

La retórica conservadora posee, en su simplismo y en su reduccionista forma de interpretar lo social y la condición humana, una potencia persuasiva capaz de ganarse la simpatía de mentes igualmente simples en su manera de interpretar el entorno.

A diferencia de quienes se movilizan por doquier con la esperanza de modificar el estado actual de las cosas que ha generado una presión al medio ambiente y a las condiciones climáticas globales arriesgando no solo ecosistemas sino la viabilidad de la biodiversidad general, ¿el patriota sería el defensor de sus fronteras en esta circunstancia sin importar la suerte de los demás?

Con ese planteamiento, profundamente conservador y antiliberal, los países habrían de afianzarse en quienes los perciben de las paredes hacia adentro, de sus fronteras hacia adentro, en quienes ven a la globalización de los riesgos y de las soluciones como una amenaza, y se contentan entonces en asegurar sus muros, sus fronteras, sus intereses. En esa lógica no hay cabida para las iniciativas multilaterales que, por buenas que sean, socaven el orgullo nacional de los patriotas y su mirada plagada de fronteras.

Como es sabido, ese discurso ha ganado terreno en varios de los países más poderosos del planeta y que se encuentran, como decía al principio, en los primeros lugares de emisiones de GEI. En ese contexto discursivo de la política conservadora nacionalista, varias causas se ven amenazadas. Para empezar, el discurso universal de los derechos humanos que en su origen y devenir ha colocado en el centro de la acción política la dignidad intrínseca de los seres humanos. Un discurso universalista, globalista, para decirlo en términos más actuales, que ha permitido contener atrocidades de gobernantes nacionalistas y ha colocado la mirada internacional en los desempeños locales se ve como amenaza para los feligreses de los muros y las fronteras. Es un estorbo.

Como lo es, desde luego, la causa del cuidado "de la casa común", del planeta que en su biodiversidad posibilita la condición humana y su expresión colectiva: las comunidades, las sociedades. Por eso también es un estorbo para el patriota que defenderá la hegemonía de su país, de su estilo de vida por encima y a pesar de lo que al planeta le esté sucediendo.

Otro estorbo para el discurso conservador disfrazado de patriota son las y los migrantes. Para ellos no hay mundo allende sus fronteras. La exposición corre por su cuenta. Los patriotas defenderán con muros y guardias lo propio. No lo dejarán al alcance del ajeno, del extranjero, como escribió Camús.

Otro estorbo para el patriota es la mujer. Su condición de relegada en gran parte del planeta no es motivo de ocupación ni defensa. Al final, como sucede en el caso de los derechos humanos, tendrán que defenderse allí donde les toca y ni un metro más allá.

El discurso del patriota, así como fue explicitado, es el marco ideológico de la segregación y del conservadurismo real, ese al que la mirada internacional le molesta porque lo descobija y lo pone en evidencia.

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Escrito en: editorial Edgar Salinas Uribe

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