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Los orígenes del Palacio Legislativo de San Lázaro

SUSANA COLIN Y ELISA VILLA

El monumental edificio de tezontle, madera y cantera fue construido sobre las vías del ferrocarril. Hoy es sede de la Cámara de Diputados y aunque son representantes del pueblo, pocos pueden acceder al recinto.

Cerca de la Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente, mejor conocida como la TAPO, alguna vez descansaron los trenes de la estación San Lázaro, justo frente al barrio de La Candelaria de los Patos.

Ahí, entre 1979 y 1981, se erigió un palacio de tezontle, madera y cantera de 15 hectáreas y 150 mil metros cuadrados de construcción: el Palacio Legislativo de San Lázaro.

El proyecto del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, en sus propias palabras, buscaba ser detonador del desarrollo urbano en la zona; sin embargo, no se logró. Su monumentalidad aún contrasta con las sencillas casas y unidades habitacionales que le rodean.

Esta historia comenzó a finales de los años 70 cuando los diputados sesionaban en el cruce de las calles Donceles y Allende, en el edificio que hoy alberga al Congreso de la Ciudad de México.

EL UNIVERSAL reportó en agosto de 1979 que el espacio de la entonces Cámara de Diputados era insuficiente: la reforma política de 1977 había incrementado el número de legisladores.

No era la primera vez que se intentaba construir un recinto para el Congreso de la Unión: durante el Porfiriato se comenzó un proyecto arquitectónico en línea directa a Palacio Nacional, siguiendo la calle de Madero y luego Juárez, según el libro "35 aniversario. Palacio Legislativo de San Lázaro".

La Revolución interrumpió su construcción, inspirada en el Capitolio de Washington, la cual se retomó años más tarde para convertirla en el actual Monumento a la Revolución.

El nuevo proyecto de los años 70 también se ubicó en línea recta al Palacio Nacional, pero hacia el oriente, a través de Corregidora. Los terrenos elegidos fueron por casi 100 años los patios de maniobras de la estación del Ferrocarril Interoceánico San Lázaro.

Para ese entonces el área era un espacio ocupado por viviendas de madera y lámina donde residían extrabajadores del ferrocarril.

"Sobre esta tierra que olía a tren, sobre esta tierra con pedazos de vías por todas partes, desde donde se veía la Torre Latinoamericana, los hombres trabajan a destajo", se escribió en este diario la Nochebuena de 1979.

Así, mientras los ferrocarrileros despedían con tristeza los terrenos que por muchos años fueron sus áreas de trabajo los legisladores cerraban las puertas de la antigua Cámara de Diputados en una sesión poco memorable, según las crónicas de EL UNIVERSAL.

El 31 de agosto de 1981 las luces de este lugar se apagaron dejando atrás 70 años de historia. Los diarios de la época reportaron que esa última sesión fue "gris, fría e indiferente".

Al día siguiente, el 1 de septiembre de 1982, el entonces presidente José López Portillo dio su penúltimo informe de gobierno en el Palacio Legislativo, ubicado ya en San Lázaro.

Desde Palacio Nacional, a través de la calle-corredor Corregidora, el auto descubierto -flanqueado por cadetes del Colegio Militar- atravesó el oriente del Centro Histórico para llegar al nuevo recinto de la Cámara de Diputados, aún en construcción.

Juan Arvizu, periodista y cronista de este diario, recuerda que estuvo en San Lázaro el día del informe, pero el edificio no le causó asombro alguno: "Era como algo más; estábamos en tiempos de grandes construcciones".

Su admiración comenzó cuando pudo entrevistar, vía telefónica, a Pedro Ramírez Vázquez, el arquitecto. "Si te paras en la entrada principal, hacia adentro del recinto está el pasillo, la mesa directiva, la tribuna, que es donde se para el presidente a leer su informe. Para que llegues ahí debes subir escalones, lo que es una concepción de poder, metáfora de una pirámide; hasta arriba está el tlatoani", compartió el especialista en la fuente política.

La fiesta que caracterizaba al día del anual Informe Presidencial se trasladó a esta zona de la Ciudad. Arvizu recuerda el recorrido: el presidente salía de Los Pinos hacia la plaza de Tlaxcoaque, donde se colocaba la banda presidencial y abordaba un automóvil convertible de lujo que lo paseaba por la calle 20 de noviembre hasta Palacio Nacional.

Luego, en línea recta por la calle de Corregidora, se dirigía finalmente al Palacio Legislativo. Este recorrido era televisado en tiempo real, una procesión donde el mandatario saludaba a los cientos de trabajadores que le lanzaban ovaciones y papelitos de colores.

Así lo refiere María Luisa Espinoza, vecina de la zona: "Por aquí pasaban los presidentes; vimos a López Portillo, De la Madrid y a Salinas. Cerraban las calles y el Metro era un búnker".

Un día, caminaba a su casa desde la estación del Metro Morelos y al llegar a su calle notó que estaba cerrada. "Me tuve que chutar el informe [parada en la calle]. Así se las gastaba el Estado Mayor Presidencial", recuerda. Ese día el barrio se transformaba en otro: el gobierno mandaba pintar las paredes y arreglar las fachadas.

Al Palacio también se le hacían "arreglitos". El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez escribió en su momento que se colocaron plantas y un surtidor de agua a la entrada para transmitir una atmósfera de serenidad. No obstante, el lugar ha sido escenario de trifulcas históricas.

"Imagínate a un gordote dando de manotazos, poseído por la ira y rodeado de reporteros", describe Juan Arvizu a Manuel J. Clouthier, entonces presidente del Consejo Coordinador Empresarial, cuando el presidente López Portillo nacionalizó la banca.

Otro de los hechos relevantes dentro de este recinto fue una explosión ocurrida en mayo de 1989. Jesús Fonseca, entonces fotógrafo de EL UNIVERSAL, tiene recuerdos que permanecen intactos en su memoria: "Estuve desde antes de la inauguración para ver la estructura de hierro. Está revestida con concreto y otros materiales; es una estructura muy fuerte", dice.

Pero la resistente estructura quedó severamente dañada debido a una explosión que vino de la parte baja del recinto, aunque la versión oficial dijo que se había tratado de un incendio.

"Ahí estaban resguardadas las boletas de la sucesión presidencial [de 1988]. Se supone que querían destruir la evidencia para que no hubiera forma de acceder a ellas", refiere.

Para Fonseca no fue coincidencia que unos días antes de la explosión fuera detenido un hombre que quiso entrar con un explosivo en un maletín. "Afuera había una protesta donde estaba Cuauhtémoc Cárdenas. Si estallaba esa bomba pues, ¿quién sería el culpable?", dice.

San Lázaro sigue funcionando como Palacio Legislativo, sede de la Cámara de Diputados en sesiones ordinarias y del Congreso de la Unión durante los informes y tomas de protesta de los presidentes.

Su barrio vecino, La Candelaria de los Patos, es una zona popular y peligrosa, aunque en múltiples ocasiones se prometió su rehabilitación. "Cruzas la avenida y esa zona te da ñáñaras (...) parece que los que están adentro del palacio no se dan cuenta de la pobreza aunque la tienen enfrente todo el tiempo, es su vecina", opina el periodista Juan Arvizu.

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Escrito en: editorial SUSANA COLIN Y ELISA VILLA

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