Burbujas de vidrio fundido, con las cuales se crean figuras. La técnica se llama vidrio soplado y Gisel Gisel es experto en ella. Comenzó desde los 13 años motivado por el trabajo artesanal de colegas que lo invitaron a dejar su huella en dicho método. El talento que Dios le dio, como él mismo lo define, lo llevó a volar lejos de su ciudad natal, Guadalajara, para mostrar su arte en distintas exposiciones a lo largo del país.
Maneja dos tipos de vidrio: el reciclado y el borosilicato. Con éste último crea pulseras, collares, aretes, pipas, y mucho más. La técnica exige que Gisel maneje con delicadeza los movimientos de sus manos y aguarde con paciencia el par de horas que conlleva poder ver su obra terminada. "Al terminar la pieza, toda esta calidad de vidrio tiene un brillo muy especial, como si hubiera pasado por un proceso de laca o esmalte".
Gisel ideó una regadera para plantitas preocupado por la necesidad de las mismas por recibir agua, sin importar si sus dueños salieron de viaje o no han podido llegar a casa. Una burbuja se convirtió entonces en la encargada de mantener vivas a las plantas. El mecanismo es simple, se llena de agua y gracias al goteo constante las personas tendrán que dejar de preocuparse de regresar a sus hogares y encontrar hojas muertas.
Altas temperaturas y burbujas de vidrio tan fascinantes como frágiles forman parte de su día a día. Gisel imprime parte de su personalidad en cada obra que realiza. "Una identidad, una identidad entre el vidrio y las personas; cómo la persona se puede identificar con el material del vidrio". Su trabajo le entusiasma, lo motiva. El cariño y sentimiento nunca faltarán en los objetos creados por Gisel gracias a la técnica del vidrio soplado.
Gisel recorre México en exposiciones, donde ofrece artículos hechos en técnica de vidrio soplado. (EL SIGLO DE TORREÓN)