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LA VIOLENCIA Y LAS ENFERMEDADES MENTALES

MTRO. FRANCISCO PINEDA

LA VIOLENCIA Y LAS ENFERMEDADES MENTALES

Hace poco mas de una semana, en muchos países del mundo, aparecieron las noticias de dos sucesos violentos ocurridos en dos ciudades diferentes de los Estados Unidos, en donde alrededor de 30 personas murieron y muchas otras resultaron lesionadas como resultado de balaceras con armas de fuego de alto poder. Personas inocentes quienes estuvieron en lugares y horas en donde las circunstancias fueron totalmente desafortunadas debido a la presencia, en uno de los casos, de un individuo con planes claros de aniquilar a un grupo de transeúntes por el simple hecho de ser de origen hispano. Del otro individuo, quien murió en el lugar de los hechos, aún no se tienen claros los motivos, excepto que era una persona con una historia extensa de conducta violenta. El impacto de estos sucesos fueron fatales y traumáticos, no solamente en las victimas y familias afectadas, sino también en las comunidades en donde la violencia tuvo lugar. Una violencia que para muchos expertos legales reúne los requisitos de terrorismo doméstico.

Las circunstancias de estas dos tragedias ocurrieron en medio de un contexto político social tenso y dividido en esa nación en donde, aún se cree, que el liderazgo del país haya sido un factor de influencia como consecuencia de una retórica de odio y rechazo hacia ciertos grupos étnicos, la cual se ha estado difundiendo más marcadamente durante los últimos tres años. Esto aunado a una falta de políticas efectivas que controlen la fácil disponibilidad de armas de fuego, particularmente las de alto poder.

Un aspecto de las tragedias que generó controversia e indignación fue la asociación de esta violencia con enfermedades mentales. Es decir, la conclusión de que estas masacres fueron resultado directo de individuos con enfermedad mental. En mi opinión, esta conjetura es frívola, y claramente evade la hipótesis de que los eventos muy probablemente estuvieron relacionados a violencia de individuos con ideologías racistas y de supremacía de la raza blanca o europea.

La violencia es considerada un problema de salud pública. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, "la violencia es un acto intencional en donde se amenaza o se usa fuerza física hacia otros, a sí mismo (suicidio) o hacia bienes materiales, el cual resulta en lesiones, muerte, daño psicológico, o privación" (World Report on Violence and Health, 2002, p.4).

La violencia puede ser premeditada o planeada, o el resultado de influencias culturales y medioambientales, psicológicas y biológicas o genéticas (por ejemplo, enfermedad mental). Psicológicamente, es una reacción relacionada a ira, percepción de humillación, desesperación o impotencia. Biológicamente, es una condición cerebral en donde existe un problema de equilibrio en una actividad neuroquímica, influida por alguna enfermedad mental o presencia de drogas o alcohol. Por enfermedad mental, en este caso, me refiero a alteraciones en las emociones y/o pensamientos, por ejemplo esquizofrenia, depresión, trastorno bipolar, ansiedad, etc., las cuales afectan la conducta, y generalmente presenta una disfunción a nivel familiar, social y laboral si no es tratada médicamente y psicológicamente.

La experiencia clínica que obtuve trabajando en centros psiquiátricos penitenciarios me ayudó a entender que la violencia no es equivalente a enfermedad mental. Cierto, existen muchas personas que actuaron violentamente y tenían en su historia clínica un diagnóstico de enfermedad mental, sin embargo, también existieron otros factores que habían sido los determinantes en la conducta violenta. Me refiero a una historia de impulsividad y comportamiento violento aprendido en un ambiente familiar y social desde edad temprana, además de haber estado bajo la influencia de sustancias psicoactivas (cocaína, marihuana, alcohol, etc.) durante el acto violento. En realidad, es muy común ver que una persona con enfermedad mental es mas propensa a ser víctima de violencia, que ser protagonistas de ella, lo cual, por supuesto, no llama mucho la atención.

Uno de los problemas con la percepción social de que la violencia está directamente relacionada a enfermedades mentales es que causa estigma, temor y rechazo de estas personas. Como resultado, en muchos casos se tiende a discriminarlos y marginarlos, permitiendo que no se integren socialmente y vivan aislados o en las calles abandonados a su suerte. No hay duda de que una persona con enfermedad mental puede ser violenta. Debido a la falta de tratamiento médico y la propensión a "auto-medicarse" con alcohol y drogas, estas personas pueden presentar el riesgo de ser agresivos o violentos. Sin embargo, generalizar que las enfermedades mentales son la causa de masacres es no solamente una afirmación ignorante, sino también absurda e irresponsable. Gracias por su interés en esta columna.

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