Columnas la Laguna

Mirador

Este pájaro tiene el mismo oficio de San José: es carpintero.

Ignoro si el castísimo esposo de María tuvo la rara virtud de la puntualidad. Este pájaro es exasperantemente puntual. A las 7 de la mañana en punto empieza a tocar su música de percusión en los maderos de la ventana de nuestra casa en el Potrero.

¿Qué exactísimo reloj lo rige? No lo sé. Pero el carpintero tiene la precisión de un tren inglés. Cuando oigo su pespunteo no necesito ver la hora para saber que es su hora.

No me muevo ni hago ruido. Lo dejo hacer su trabajo. Ni siquiera lo miro: una mirada quizá lo asustaría. Espero a que acabe su rítmico picoteo y luego escucho cómo vuela y se va.

La visita del pájaro carpintero es un regalo cotidiano para mí. Me trae un mensaje de la vida. Su toc toc es el latido de un corazón que nunca dejará de latir. Con su música este puntual amigo me dice que la vida eterna existe. Todos los días a las 7 de la mañana él y yo tenemos un encuentro en esa eternidad.

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