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El Informe que viene

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE
"La prueba suprema de virtud consiste en poseer un poder ilimitado sin abusar de él". — Thomas Macaulay

Durante esa interminable homilía, perdón, la mañanera de ayer miércoles, Andrés Manuel López Obrador adelantó que no asistirá al Palacio Legislativo de San Lázaro a rendir su primer informe de gobierno. Mala noticia para ciertos partidos y legisladores de oposición que se quedarán con las ganas de interpelarlo en público tal como lo hiciera Porfirio Muñoz Ledo durante el último año de Miguel de la Madrid. Buena noticia para los aplaudidores del régimen, quienes no cesarán de vitorear y engrandecer los logros del primer mandatario en homenaje a esa hermosa costumbre nacional que nos dejó el PRI: la de la lambisconería obsequiosa, desmedida y servil.

De cualquier forma, con la desgracia de que terminan las vacaciones y nuestros funcionarios pronto habrán de regresar a sus actividades -es un decir- el primero de septiembre y los días subsecuentes prometen ser de alta intensidad para el serpentario político, los columnistas del círculo rojo, ociosos de café y mexicanos comunes que de súbito se convertirán -o nos convertiremos, mejor dicho- en analistas.

En todas las mesas de restaurantes habrá de comentarse el saldo que arroja una Cuarta Transformación anunciada con bombo y platillo, promisoria del paraíso en la otra esquina, pero que en la praxis -por lo menos hasta ahora- ha sido incapaz de atenuar los males de siempre: empleo, seguridad, pobreza, equidad, salud, justicia social, migración, etcétera.

Se trata del gran corte de caja o examen de fin de curso anual que presentará ante los sinodales el primer presidente emanado de la izquierda. En vista de que todo lo alusivo a López Obrador suscita pasiones, pasiones habremos de tener.

En México no somos parlamentaristas ni afectos a la rendición de cuentas; jamás hemos tenido un verdadero informe presidencial donde el titular del Ejecutivo no sólo comparezca, sino escuche los posicionamientos de las distintas fracciones parlamentarias y a la par debata con ellas. Mala cosa, bien nos haría emular a las grandes democracias donde entre poderes se contrasta y cuestiona.

Durante los tiempos del PRI, el presidente acudía al Congreso a ser vitoreado y nadie se atrevía a contradecir sus dichos. Por lo general, las apariciones del Ejecutivo eran eternas; leía datos y cifras que muy pocos se daban a la tarea de analizar. Después, el mandatario subía a un automóvil convertible y recorría las calles del centro de la capital del país. Ahí era aplaudido por miles de acarreados que le arrojaban confeti y serpentinas.

Posteriormente, los informativos de la televisión replicaban dicho mensaje durante días, por lo general alabando "la enormidad" de los logros del presidente en turno y su "irrenunciable compromiso" con la Patria y su destino. Según la Televisa de Azcárraga Milmo, casi éramos gobernados por Churchill en tiempos de guerra.

Cabe recordar que hacia 2008, se eliminó la obligación que tenía el Ejecutivo de asistir a la apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Unión. Vicente Fox fue el último mandatario en dirigir un mensaje ante el Congreso. El año de 2006, después de un proceso electoral cuyo desenlace muchos siguen poniendo en tela de juicio, senadores y diputados de oposición tomaron la tribuna e impidieron que Fox entrara al recinto. "Ante la actitud de un grupo de legisladores que hace imposible la lectura del mensaje que he preparado para esta ocasión, me retiro de este recinto", declaró el entonces mandatario. Desde aquellos tiempos, ningún presidente ha vuelto a presentarse ante el Congreso a rendir su informe, lo cual es muestra de lo raquítica e infantil que puede resultar nuestra democracia.

Para evitar sobresaltos, Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, será la encargada de cumplir con el engorroso trámite de desplazarse hasta San Lázaro a efecto de entregar un documento por escrito tal como lo señala el Artículo 69 de la Constitución.

Ante la negativa de la Iglesia de la Luz del Mundo de ponerse a repartir la Cartilla Moral de Alfonso Reyes que promueve nuestro gobierno juarista donde el Padre Alejandro Solalinde tiene fuerte incidencia, sería positivo que en aras de la "austeridad republicana", doña Olga aprovechara el viaje para llevar algunos ejemplares de la Cartilla.

López Obrador sí tendrá su propia fiesta donde, anticipo, los convidados se quedarán con las ganas de degustar chorizo, longaniza y moronga azul pues el presidente aclaró que "él no come esas cosas". El Ejecutivo realizará una ceremonia en Palacio Nacional donde habrá de presumir sus propios datos y "otras cifras" -algunos positivos, aceptémoslo- de una Cuarta Transformación más intensa que película de Bertolucci. Después vendrá el circo a favor o en contra porque en este país las medias tintas terminaron para darle paso a la estridencia que tanto daño nos hace.

Twitter: @patoloquasto

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