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No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Numerosos comentarios han desatado la renuncia abrupta del secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, quien el martes pasado se reunió con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para informarle su intención de dimitir, obteniendo respuesta de inmediata de hasta entonces su jefe, quien decidió admitirle de inmediato su retiro.

En la cascada de comentarios que ha desatado la renuncia de la segunda pieza formal mas importante del gabinete después de la secretaria de Gobernación, no he encontrado alguno de describa con precisión lo que realmente esta sucediendo: el presidente de México no va a gobernar con la ciencia y la razón, su sexenio será de dogmas ideológicos.

Ojalá se mantenga también como hasta ahora en el combate a la corrupción y a los dispendios que los políticos de siempre estaban acostumbrados a hacer con cargo al erario, pero la salida del señor Urzúa sin siquiera haber cumplido un año al frente de la hacienda pública, presagia lo que en voz baja se habla en todas los círculos donde se posee la capacidad de invertir, que el presidente López está interesado en generar un gobierno que por simple designio, arranque recursos de quienes los generan vía impuestos, para repartirlo así nada más en algunas clases ciertamente humildes o en condición vulnerable, pero también a otros sectores clasemedieros populares como los famosos Ninis ( jóvenes que ni estudian, ni trabajan) a los que vía tarjetas bancarias, el gobierno federal les entrega dinero de todos los mexicanos, con el argumento que este apoyo es sólo temporal, mientras los muchachos entran a la economía productiva.

Desde el apabullante, claro, legal, legítimo y democrático triunfo de López Obrador el primer domingo de junio del año pasado, el gran empresariado ha hecho esfuerzos para acercarse al entonces presidente electo y desde el pasado primero de diciembre presidente en funciones. Evidentemente los hombre del dinero han buscado desde entonces el entendimiento con el nuevo jefe del Estado Mexicano, buscando poder influir de alguna manera para catalizar que los ánimos revanchistas a leguas notorios, no fueran a impulsar al primer mandatario de México a tomar decisiones que vayan a empujar a un desequilibrio económico que eventualmente genera contracción o incluso recesión económica. Claro está que también ese cabildeo que han pretendido los capitanes de la clase empresarial puede ser interpretado por otros como un intento de preservación de intereses o privilegios, que ciertamente alguno que otro sin duda lo hace, pero la mayoría ha acudido a llamar al presidente a la razón para que el México de todos siga en progreso, no en espiral descendente. Está claro que no lo han logrado.

Andrés Manuel López Obrador ha tomado decisiones que ciertamente están en el ámbito de sus facultades, y la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, la construcción del Tren Maya o la edificación de una refinería en Tabasco denominada Dos Bocas, son claros elementos que al presidente si bien es cierto que no lo mueve sólo los intereses de los poderosos, es obvio que tampoco lo mueve el buen juicio económico, ya que tanto la cancelación del NAIM, por un proyecto en la Base Militar de Santa Lucía, está ahora está atorada por procesos legales; el anuncio de la construcción de un Tren Maya a todas luces inviable en su sustentabilidad económica y sin contar siquiera con los permisos pertinentes de impacto ambiental para llevarlo a cabo y la peregrina idea de construir una refinería en un terreno tan agreste para tales fines en su estado natal de Tabasco, son muestras claras que de aquí al 2024 México va a sufrir o al menos no alcanzará los niveles de prosperidad que se pudieran aspirar a alcanzar.

En vez de esto, lo que queda es apoyar como debe ser y sin cortapisas a la legítima lucha que López Obrador ha emprendido contra la corrupción rampante que se había incubado casi en toda la vida pública del país, pero por el otro lado, quizá también en tiempo que la clase que invierte y genera dinamismo económico, si bien no se declare en contra ni mucho menos del actual gobierno, si sea claro que no se puede estar siempre planeando arriesgar capital con una variante como es la discrecionalidad presidencial en cuanto a políticas económicas se refiere.

Tal vez lo que se conduce, eso sí, es por ahora un México sin privilegios para nadie, que no se tolere y en su caso se penalice de verdad a todo aquél que caiga en actos de corrupción, con hacer sólo eso bastante se avanzará, pero lejos será suficiente.

Generar las condiciones para que Urzúa se fuera no es más que el golpe en la mesa más claro que a AMLO muy poco le importa el orden macroeconómico, que lo suyo es estar en plaza declamando ante los suyos que el pueblo ha sido vejado por décadas y que con solo un revancha, vendrá la prosperidad.

En blanco y negro, lo que esta semana nos dijo el presidente es que poco o nada importa la inversión, el riesgo, el trabajo y el talento de los empresarios, lo que importa es dar a los grupos ( eso sí, muy numerosos) que el considere, obviamente de clases populares, la justicia que él considera. El tiempo dirá si tuvo razón, pero por ahora la desaceleración continuará y la creación de fuentes de trabajo seguirá en retroceso. Pronto veremos qué pasa.

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