Estoy triste.
Vino la tormenta y arrancó el pino que crecía en mi jardín.
Era joven el árbol, y era esbelto. Yo lo miraba desde la ventana y le hablaba cuando no había nadie cerca. "Eres hermoso -le decía-, y cuando crezcas serás más bello aún".
No sé si me escuchaba -no sé si alguien me escucha-, pero sí sé que su verdor se hacía más verde cuando pasaba yo a su lado, y que en las tardes sus ramas se alargaban para que en mi sillón no diera el sol.
Ahora el árbol ya no es árbol. Quise que lo pusiéramos otra vez en su lugar, pero el experto jardinero me dijo que el pino estaba muerto: separado de su raíz no tenía vida ya.
Se lo llevaron en un camión que me pareció carroza funeraria. Miro por la ventana, y ahí donde había un árbol ahora no hay nada.
Estoy triste.
La vida, sin embargo, sigue viva. En el sitio del árbol plantaré otro árbol. Será un árbol niño. Le diré: "Eres hermoso, y cuando crezcas serás más bello aún".
No hay tormenta que pueda arrancar mis esperanzas.
¡Hasta mañana!...