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La importancia de una cuenca hidrológica sana en un contexto social y político abierto a la gestión sostenible del agua

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

Escuché un conversatorio sobre el estado de la biodiversidad y medio ambiente global y nacional, en él participaba el Dr. José Sarukhán, coordinador de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO). En una de sus participaciones el Dr. Sarukhán trajo a colación uno de los últimos estudios realizados en México en el que se encontró que no más de un tercio de los ecosistemas nacionales se encuentran en buen estado, un segundo tercio se encuentra en proceso de desestabilización y el último tercio de los ecosistemas se encuentran en un estado pésimo, en los que se perdió ya la integridad ecológica.

La mayor parte de los ecosistemas degradados o en proceso de serlo se encuentran en el centro y sureste del país, destacándose el estado de Veracruz, el cual, como sabemos, es uno de los más biodiversos de México. Aunque no se mencionó el norte, podemos fácilmente ubicar los ecosistemas de zonas áridas y semiáridas en las tres categorías mencionadas por el Dr. Sarukhán: si tomamos como ejemplo los grandes ecosistemas que se encuentran en la cuenca del Nazas, el bosque de encinos y pinos de la parte alta es el que presenta un mayor deterioro y degradación, seguido por porciones importantes de pastizales naturales y en menor grado los matorrales de las partes bajas. Esto significa que los ecosistemas que más participan en la captación de agua en nuestra cuenca (bosque y pastizales) los podemos ubicar por lo menos en la segunda categoría de en proceso de desestabilización, y a los matorrales en la primera categoría de en buen estado; esto no es tan malo.

Un ecosistema que se cuece aparte es el de las riberas del Río Nazas, Un ecosistema altamente sensible y crítico que ha sido deforestado en grandes tramos, pero que por fortuna un tramo bastante representativo de este ecosistema compensa por ser un área natural protegida, me refiero al Cañón de Fernández.

En todos estos casos es posible reconvertir y alcanzar un estado de salud aceptable a través de la restauración de estos ecosistemas. Si lográramos esta meta, podríamos aspirar a un ciclo hidrológico local con balance en todas sus etapas. En especial entre los escurrimientos superficiales y la infiltración de agua que recarga los acuíferos subterráneos. Si a esto se agrega una transición gradual, pero de grandes pasos, hacia una gestión sostenible del agua en las áreas agrícolas de la región, entonces, aseguraríamos agua de buena calidad para los usos propios de las áreas urbanas, no sólo para un presente inmediato, sino para un futuro que se ve amenazado por el cambio climático.

Desde luego, esto no puede ser posible sin un gran acuerdo entre las partes y actores interesados, y sin un financiamiento seguro de los cambios que deben instrumentarse, incluidos los costos que se requerirán para continuar con el filtrado del agua para eliminar el arsénico, por el tiempo que sea necesario.

Para conciliar los intereses de los habitantes de la ciudad, de los productores agrícolas y de las comunidades de la cuenca de captación, es necesario que el liderazgo oficial de los tres niveles de Gobierno, establezcan las condiciones para negociar un acuerdo entre las partes interesadas. El objetivo central de este acuerdo es por un lado, trabajar con las comunidades de la cuenca de captación reconociendo sus legítimos derechos y con los usuarios rurales y urbanos de las ciudades en la subcuenca media y baja, para iniciar la transición hacia una política de ahorro de agua a través de la "restricción" de las extracciones mediante una medición efectiva del volumen concesionado con medidores telemétricos, "que se ajusten al reglamento de manejo y explotación de los acuíferos y a los volúmenes establecidos en la concesión particular de cada usuario", y la aplicación de la ley vigente de aguas nacionales y/o de la nueva ley que actualmente se discute. Al mismo tiempo, proteger las fuentes de abastecimiento de las ciudades y, de esta manera, evitar tener que construir una planta potabilizadora de agua que resulta ser sumamente costosa, no solo en su construcción, también en su operación y mantenimiento.

El acuerdo debe comprometer una inversión importante, por parte de las ciudades, de los estados y de la federación. Los escasos recursos se deben dirigir a mejorar los recursos naturales base: el capital natural de la cuenca. Esto será ecológicamente sostenible, económicamente viable y socialmente justo y equitativo.

"Las aguas subterráneas en la región, debido a la alta variabilidad de los escurrimientos y a la recurrencia de la sequías, son el recurso más confiable, y muchas veces el único, para el abastecimiento de agua tanto para usos urbanos e industriales, como para las actividades agropecuarias" (lo entrecomillado en esta colaboración se encuentra en: Subgerencia Regional Técnica. Gerencia de Aguas Subterráneas, mayo de 2002).

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