Columnas Social

Pequeñas especies

M.V.Z. FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

LA FORJACIÓN DEL CARÁCTERLA FORJACIÓN DEL CARÁCTER

Me encontraba estudiando el primer semestre de la carrera de veterinaria en 1973 en la ciudad de Durango, me alojaba en una casa de asistencia a una cuadra de la Iglesia de San Agustín, en el centro de la ciudad, contaba con 17 años de edad, sentí un cambio muy drástico al salir a estudiar fuera de casa por primera vez. Mi principal objetivo era aprobar la materia de Anatomía y disecciones que impartía el Dr. Carlos Michelena, iniciamos el semestre cerca de un centenar de compañeros, sin llegar a imaginar que iba a claudicar el setenta por ciento durante el trayecto de cinco años. Eran horas de estudio con el libro de Anatomía de Septimus Sisson con el sistema óseo del caballo, aprender cada hueso y cada superficie, músculos, articulaciones, arterias, nervios, órganos, posteriormente la anatomía de los bovinos, porcinos, caninos y aves. En ocasiones, me desesperaba, pues no tenía la cabeza para retener ese mundo de información, además llevábamos las asignaturas de Histología, Embriología y Citología, Fisicoquímica, Ecología, Bioquímica y Genética, realmente batallé bastante, pues no iba con la preparación ni la disciplina del estudio de un universitario. Uno de mis pasatiempos era escuchar música en un viejo radio de bulbos que me llevé de casa, la tv y teléfono ni imaginarlo, era un lujo tenerlo. Otra distracción por la cual estoy muy agradecido, fue haber participado en la formación y ser parte del equipo de futbol americano de la escuela de veterinaria. Recuerdo que en una ocasión me encontraba cabizbajo con bastante tarea para estudiar, acababa de llegar de la escuela y doña Conchita, quien nos asistía, me informó que me buscaban unos jóvenes, los conocía por su sobrenombre: "Cabezón", "Piteko", "Chihuahua", "Micke", eran compañeros de la escuela de segundo grado, sabían que yo había jugado americano con "Apaches Dorados" en la Preparatoria Venustiano Carranza, mi gran equipo, que tuve que dejar precisamente para estudiar veterinaria en otra ciudad. Me invitaban a formar el equipo y empezar los entrenamientos, aunque no teníamos utilería, instalaciones, entrenador, ni presupuesto, ese día fue el inicio de nuestro glorioso equipo, "Toros de Veterinaria". Las clases eran de siete de la mañana a doce del medio día, el entrenamiento era de doce a dos de la tarde, no todo era estudiar, pertenecer al equipo me ayudó mucho en los próximos cinco años de la carrera. La escuela no contaba con campo de entrenamiento, así que lo hacíamos en canchas públicas de futbol, sin pasto, pero con mucha grava y arena. Recuerdo que a los jugadores nos caracterizaba tener codos, antebrazos y rodillas con laceraciones y costras ensangrentadas durante los cinco años de la carrera. En ocasiones, nos daban permiso de entrenar en el Estadio Francisco Zarco y en el de softbol donde existía pasto. Habíamos tocado varias puertas para la ayuda de la compra de la utilería y uniformes, todas las encontramos cerradas. En 1974, le solicitamos al Rector de la Universidad Juárez, "Che Hugo", nos autorizara incrementar la inscripción cincuenta pesos a los alumnos de veterinaria, de 150 pesos la aumentamos a 200 pesos, y fue así como nos hicimos de nuestra primer utilería, nos trasladamos a Waco, Texas, en el camión de la escuela a comprar nuestro equipo de futbol americano, era un sueño al fin realizado tener utilería nueva para 30 jugadores, cascos, hombreras, riñoneras, accesorios y nuestra hermosa y sagrada playera de batalla color naranja Texas, fue un orgullo y distinción portarla. Al fin, podíamos jugar oficialmente contra otras instituciones. Para ese entonces, ya existía una rivalidad con los "Burros blancos" del Tecnológico de Durango, aunque jugábamos sin utilería, siempre eran juegos ríspidos y de mucha garra, donde afortunadamente salíamos victoriosos. No contábamos con presupuesto en la escuela para la manutención del equipo, mucho menos para un entrenador, así que los jugadores de mayor experiencia nos dividíamos el equipo y entrenábamos en grupos de acuerdo a la posición en que habíamos jugado. Había compañeros que jugaron en las escuelas 18 de Marzo, Administración y Venustiano Carranza de la Comarca Lagunera. Hubo varios entrenadores que eventualmente nos apoyaban y estamos agradecidos, pero ninguno permanente. Sucedió algo mágico en nuestra escuela, por primera vez nos involucramos los cinco grados para unirnos e ir a los estadios para alentarnos, había jugadores de todos los grados y nuestro director, el Dr. Santiesteban, nos apoyaba con el transporte y nacía la rivalidad con otras instituciones, como con los "Coyotes" de la Escuela de Agronomía y Zootecnia de Venecia, Dgo. Llegando a ser nuestro grito de guerra: "¡UTERO, VAGINA Y GLANDULA MAMARIA, ARRIBA VETERINARIA!". Se volvió muy conocida nuestra escuela y la universidad en la Comarca Lagunera por las victorias de nuestro equipo. Llegamos a perder juegos con otros equipos, y aunque fueron mínimos, nos dolía en el alma hacerlo, pero nos servía para corregir errores, volver a levantarnos y así lograr salir campeones en la temporada de liga intermedia, pero no fue obra de la casualidad, el entrenamiento a diario y el amor a nuestro equipo era mayor a todos los obstáculos que teníamos, carecíamos de entrenador, gastos de alimentación y hospedaje cuando salíamos a jugar a otras ciudades, ni servicio médico, aunque nuestro pateador estudiaba el quinto año de Medicina, nuestro estimado "Gato", era quien nos consultaba. Quiero hacer un reconocimiento a nuestro amigo y principal emprendedor del equipo, Hugo Villarreal, mejor conocido como "Cabezón", y agradecer a todos los jugadores por su amistad y amor al equipo "Toros de Veterinaria" de los años setenta; "Tompchon", "Tigre", "Piteko", "Conejo", "Chihuahua", "Culichi", "Micke", "Marro", "Santi", "Negro", "Araña", "Zacatecas", "Francis", "Perro", "Mula", "Pollo", "Ranchero", Enriquito, "Rica", "Gordo", "Catoche", "Peter", "Gato", "Chino", Gaby, "Pelón", "Coneja", "Guante", "Jugos", Mario, "Bucles uno y dos", Matías, Zarco, "Mustang", "Garly", "Vitaminas", Castillo, "Indio", Camacho y un servidor, Francisco "Carreteras" Núñez. Fue así como logramos salir adelante los que formamos el equipo, con el compromiso de poner en alto a nuestra escuela, así como la dedicación a estudiar y seguir adelante en nuestra carrera. Más que una escuela de veterinaria, asistimos a una escuela de formación de amigos, tantas experiencias que compartimos, el regocijo de haber aprobado los exámenes, compartir los alimentos cuando no alcanzaba la mensualidad, llorar juntos la pérdida del padre de tu mejor amigo, ganar el juego en el último momento, ¡Que experiencias! No cabe duda que los amigos son como los buenos libros, son únicos, y adquieren mayor valor con el tiempo. Ser buenos deportistas dio como resultado ser buenos estudiantes, buenos hijos y lo más importante, excelentes amigos que nos defendíamos en la cancha como hermanos. No cabe duda que fue la mejor experiencia que tuve durante la vida de estudiante, la formación del carácter para nunca rendirse, pues en ocasiones, el marcador en un juego puede ir abajo o tener una asignatura reprobada, y es cuando hay que remar contra la corriente, sacar la casta, nunca rendirse y salir victorioso. Son experiencias que conservas para siempre y las llevas a cabo en cualquier aspecto de la vida, siendo ahora un buen veterinario, un mejor padre y un excelente abuelo.

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