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'Por la grandeza de mi Patria Triunfaré' LXXX Aniversario de la muerte de Sarabia

Crónica Lerdense

'Por la grandeza de mi Patria Triunfaré' LXXX Aniversario de la muerte de Sarabia

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José Jesús Vargas Garza, Cronista oficial de Lerdo

Este 7 de junio, pero de hace 80 años Francisco Sarabia Tinoco estaba listo para despegar su avión "El Conquistador del Cielo" en el aeropuerto de Bolling Field, de Washington, cargado con 1,500 litros de gasolina para volar hasta Cd. Lerdo. Sarabia adentro de la cabina del avión puso los motores en marcha. Desde ahí dice sus últimas palabras de despedida a las personas que concurrieron para ver partir al Lerdense: y les dijo: "Voy a visitar a mi Madre a Ciudad Lerdo, Dgo., unas mil setecientas millas de distancia". Y sí, sus paisanos esperaban la llegada del héroe de la aviación: autoridades municipales, los ansiosos ciudadanos y la Madre de Sarabia; quienes le darían la bienvenida en los campos deportivos ejidales llamados "El Polo", donde aterrizaría.

El 7 de junio 1939, a las cinco de la mañana, Sarabia y su hermano Santiago, se dirigieron al campo Bolling Field, ubicado al frente del rio Potomac en su parte más ancha y enseguida el canal George Town, más al fondo el Potomac Park y a la derecha el brazo de afluente del río Anacosta. El Gee Bee denominado "El Conquistador del Cielo" había sido atendido por mecánicos militares de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, que luego de hacer una breve inspección a su avión, éste fue cargado con 400 galones de combustible y 70 de aceite. Es así como Sarabia hace su viaje de retorno a México, en un vuelo sin escalas desde Washington a Cd. Lerdo, Dgo. Sarabia se había despedido con abrazo a su esposa Agripina y a sus hermanos Leonor y Santiago, a su cuñada Nivia y les dio un beso a sus hijos y cargó en los hombros por unos instantes a la más pequeña.

Ya en el avión se trepó a la carlinga y de pie, terminó de abrocharse el arnés del paracaídas, se caló el gorro de aviador y el sombrero lo acomodó en el asiento que le había adaptado Santiago desde la permanencia en Nueva York. Con la mano envío los últimos adioses, cerró la cabina y echó a andar el motor. Hizo las pruebas de rutina tantos miles de veces realizadas, magnetos, presión y temperatura del aceite, los comandos; al parecer todo estaba bien. Los testigos de su salida: fueron el embajador mexicano doctor Francisco Castillo Nàjera, el doctor Luis Quintanilla, el agregado naval, Manuel Zermeño Araico, oficiales del ejército y la Armada, sus amigos y familiares.

El avión El Conquistador del Cielo despegó perfectamente del campo de aterrizaje de Bolling Field, voló a 30 metros sobre las aguas del Río Potomac y avanzó a una velocidad hasta llegar a unas 180 millas para despegar, poco después como a dos kilómetros y medio el motor del aparato dio unas breves tosidas, escuchadas por algunos expertos. ¡No se eleva, no se eleva!, casi gritan los presentes. De pronto el motor se cortó, pero el aparato manejado por la mano maestra de Sarabia planeó un buen trecho buscado el río, inesperadamente falla el motor Hornet en un momento en que había corrido casi tres kilómetros de pista.

Por más que Sarabia operó las últimas energías del avión, lo paso silbando suavemente sobre el agua con el motor y la hélice inertes; en ese instante el Gee Bee entró rozando el agua con las ruedas. La máquina falló parándose completamente y cayó a las aguas del río, descansando casi de cabeza, y el pesado motor se clavó por el morro de la nave en una parte poco profunda del río y se sumergió a una profundidad de cinco metros. El Conquistador del Cielo quedó semihundido ligeramente inclinado, sobresaliendo del agua parte de la cabina y la cola. Sarabia hizo todo un intento de salvarse y salvar el avión, evitando de cierta manera el incendio al cortar el motor.

En esos instantes los amigos de Sarabia que lo vieron caer, a ayudarle a salir de las aguas del Anacostia, hicieron lo imposible, se acercaron también automóviles oficiales y particulares a toda velocidad, ululaban las sirenas del ejército y la armada. Al llegar los auxilios de rescate éstos tratan de mover el avión para cambiarlo de posición, pues como estaba inclinado y Sarabia estaría casi a la cabeza. El avión estaba inmovible, pesado y clavado en el fango. Habían transcurrido unos 10 minutos desde el instante en que el avión emprendió la carrera. Eran las 6.20 de aquella mañana fría y nebulosa, cuando procedentes de la Base Naval de Anacostia, llegó una embarcación con 10 hombres a bordo.

En la operación rescate los buzos de la marina bajaron al fondo del río. En ese sitio, el río apenas tendría de tres a cinco metros de profundidad, pero los buzos se encontraron con las mismas dificultades; la puerta de la cabina no cedió. Ante la imposibilidad de rescatar y extraer a Sarabia, los marinos optaron por sacar el avión de las aguas, valiéndose de la potente grúa del guardacostas que habían llegado al sitio del siniestro, procedente de la Estación Naval de Washington. Éstos encontraron el cuerpo de Sarabia sujeto con el cinturón de seguridad, con las manos fuertemente aferradas a los controles y los ojos vigorosamente cerrados. Se hicieron varias maniobras para poder sacar a Sarabia. Rápidamente fue trasladado a Saint Elizabeth hospital perteneciente al ejército, en ese lugar le aplicaron oxígeno y respiración artificial por espacio de dos horas.

Al extraerse el agua de los pulmones de Sarabia para darle respiración artificial, se encontró un porcentaje muy alto de carburante; tenía excoriaciones e irritaciones en la cara causadas por el combustible; un golpe en la frente que el médico calificó de no grave, capaz de hacer perder el conocimiento, pero no la vida. Tenía averiadas dos vértebras cervicales, lo que posiblemente le atrofiaron los movimientos. El cuerpo fue examinado por un médico del Ejército de los Estados Unidos, quien dijo que Sarabia murió al romperse las vértebras cervicales, aunque al principio la prensa difundía que Sarabia se rompió el cráneo, el cual motivó que pereciera en el acto.

De inmediato estaciones de radio y la prensa de aquel entonces, tanto de Estados Unidos y de México, dieron la noticia "Sarabia, Ha Muerto", su fallecimiento consternó a toda la patria mexicana, México entero estaba de luto y dolor, especialmente a Lerdo, lugar donde Sarabia nació y desarrolló los mejores años de su niñez y juventud, el destino trágico frustró su brillante carrera y el pueblo lerdense perdió a su hijo predilecto. Su trágica muerte puso fin a su vida útil y hundió en el dolor y la desesperación a su anciana Madre, porque su regreso a su solar patrio era para dar cumplimiento a la promesa hecha a su Madre y a sus amigos lerdenses, para festejar el éxito de su hazaña. Infinidad de mensajes de condolencias se dispensaron a su familia, tanto de las autoridades militares y civiles de los Estados Unidos, como del estado Mexicano.

Sarabia había calculado en su carrera haber volado 14 mil horas en el aire y en su trayectoria como piloto había tenido 150 aterrizajes forzosos, jactándose de que no había sufrido ni un rasguño, ni perdido un aeroplano. Lo pensaba y lo decía en público, "Yo estoy seguro que triunfaré". En ese avión en que Sarabia tantas veces soñó como un gran caballero de acero en las alturas, por aras del destino se desplomó hundiéndose con el propio aguilucho, en las profundidades del agua del temeroso río, llevándose consigo a ese mexicano, emprendedor lerdense, aviador, empresario y promotor del desarrollo de la Aeronáutica Civil; preclaro hijo de la ciudad jardín, Lerdo su tierra natal. México lo lloró y el mundo se consternó, así lo demostraron las numerosas condolencias que se presentaron con motivo de la muerte del Aguilucho Sarabia.

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Escrito en: crónica lerdense

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