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Crónica del Ojo / DE COMETAS, PINTORES Y PROGENITORAS

Miguel Canseco

Tras un viaje de 173 días y 431 millones de kilómetros, la sonda Deep Impact de la NASA por fin se ha acercado al cometa Tempel 1 con la poco amable intención de lanzarle una carga explosiva en plena cara (ok, los cometas no tienen cara, pero así suena más dramático). Según cuenta el reporte periodístico, ?el cometa fue impactado por un proyectil del tamaño de una lavadora (me encanta este dato ya que en lugar de un misil me imagino una lavadora disparada por el Cosmos) que abrió un cráter del tamaño de un campo de futbol en la superficie del cometa? (con lo cual concluimos que fue un buen fregadazo visto desde la escala humana, además de que ya se le puede considerar la primera cancha oficial fuera de nuestro planeta).

Pero, ¿por qué ponerse hostil con un incauto cometa? Bueno, porque, según dice la NASA, nos va a servir para conocer más acerca del origen del Universo. Oh, los avances maravillosos de la ciencia. A mediados del siglo XX pusimos los primeros satélites en órbita, poquito después sacamos a la raza a cotorrear sobre la Luna, mandamos cacharros a Marte y ahora, en los albores del siglo XXI empezamos a tronar cohetitos contra cuerpos celestes.

Hablo en plural porque en esto de la conquista del espacio se supone que los triunfos son para la humanidad en su conjunto y digo, ya que uno no hace muchos méritos personales qué mejor que colgarse del triunfo de los gringos (no será la primera vez). El día de mañana una feliz humanidad podrá colonizar otros planetas y fundar nuevas ciudades con políticos corruptos, gente pobre, delincuencia y por supuesto, armar la guerra en los confines del espacio y alegremente volarse en pedazos en navecitas más padres que las de George Lucas: ¡qué bonito es el progreso!

A cada paso de este frenético avance surge la interrogante obligada: ¿por qué, si lanzamos máquinas fuera del planeta no podemos vencer al hambre? ¿Por qué gastarse millones y millones en averiguar los secretos del Cosmos cuando miles de niños se mueren con la panza vacía? Son preguntas románticas, bastante quemadas, pero siempre pertinentes. Volviendo a Deep Impact, he leído la crónica de cómo se ensambló, planeó y ejecutó este proyecto y no puedo más que admirarme de semejante derrame de sesos y dinero. Si algo nos gusta a los hombres es apantallarnos los unos a los otros y la tecnología, la ciencia y el arte, cumplen con ese cometido. Cada paso en el arte está marcado de forma indeleble por la tecnología de su tiempo (nomás acuérdense de cómo se les meneó el tapete a los pintores del siglo XIX con la invención de la fotografía).

Junto con la ciencia, el arte ha mutado de una manera excepcionalmente rápida en el último siglo. Hagamos un paralelismo entre ambos tomando como punto de partida (con todo mi cariño) a mi madre, tan recordada en diversos foros. Mi progenitora nació en 1953. Por aquellas épocas el pintor Jackson Pollock embarraba lienzos sobre el piso dando un vertiginoso giro en la pintura abstracta. Mi madre, por su parte, era una bebé que hacía un trabajo similar (sin ninguna pretensión artística) sobre sus pañales de manta. En 1960, mientras mi madre jugaba a la matatena, el Sputnik, primer satélite ruso, daba su primera vuelta alrededor del planeta. Hoy, mi madre es una maestra sumamente respetada (y respetuosa) que peina algunas sutiles canas. El arte actual ha dejado atrás a Pollock y puede hacer uso de cualquier material o situación para manifestarse. Por su parte, la ciencia vive una primavera de teorías, avances e inventos que van cambiando sustancialmente nuestra vida cotidiana. Han pasado demasiadas cosas en los últimos cincuenta y dos años y hay mucha, pero mucha información qué procesar. Poniéndome místico me pregunto qué relación hubo entre el primer satélite y el loco aquel de los embarrijes sobre lienzo, o qué punto de encuentro puede haber entre una explosión en un cometa y un chavo haciendo arte con medios digitales. Me gusta pensar que hay una red que lo une todo y que el conjunto de las locuras guarda algún sentido. Por mi parte, para bien o para mal, trato de conservar intacta mi capacidad de asombro.

PARPADEO FINAL

Y hablando de asombro, otra prueba del progreso y el milagro de la ciencia moderna es la rápida liberación de René Bejarano, que sale caminando del bote, libre de polvo y paja. Públicamente pido perdón a René Bejarano y a Raúl Salinas por pensar mal de ellos. Y a nombre del pueblo de México los propongo como astronautas para la próxima aventura de colisión contra el cometa más cercano. Sólo así podrán dejar el nombre de México muy, pero muy alto.

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