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Las otras guerras, inciertas y más definitivas

EMBAJADOR JORGE ALVAREZ FUENTES

Desde el año pasado, Estados Unidos emprendió una guerra comercial contra China. En esta guerra no sólo están en juego los términos del intercambio comercial entre las dos primeras economías del mundo, un conflicto coyuntural derivado de la imposición recíproca de aranceles, de la disputa de largo plazo por la supremacía económica, con amplias repercusiones negativas para la expansión de la economía mundial. Está en juego, también, una nueva guerra de carácter digital, con alcances aún más graves, difícilmente previsibles. Qué duda cabe que de los sistemas de información dependen, hoy, las comunicaciones, la energía, el transporte, las finanzas, el comercio, los sistemas de defensa, los servicios de inteligencia, las operaciones trasfronterizas de las corporaciones y las empresas, la educación, la cultura, las industrias; o sea, el entramado mismo del funcionamiento de la sociedad global. La digitalización es el principal motor del cambio económico, tecnológico y social acelerado del Siglo XXI.

Esta otra guerra, de naturaleza cibernética, antecede y subyace en las inciertas guerras no convencionales de nuestro tiempo, donde los campos de batalla son, entre otros, la inteligencia artificial, la lucha de poder por el Big Data, las fake news, la desinformación en línea, los cuales traen aparejados tanto disrupciones en la política internacional como crecientes riesgos geopolíticos. Estados Unidos busca, por ahora, que China cese sus prácticas agresivas, las cuales le han permitido adueñarse de secretos tecnológicos de última generación y obtener una posición estratégica aventajada. La reciente decisión de Google de suspender su colaboración y respaldo técnico con Huawei se deriva de la ofensiva de la administración Trump para imponer restricciones al gigante tecnológico asiático, con el fin de complicar su desempeño e impedir que pueda continuar haciendo negocios con compañías estadounidenses. Además, Washington prohibió de manera expresa que empresas estadounidenses utilicen equipos de telecomunicaciones y plataformas tecnológicas de compañías extranjeras. Huawei fue incluida en la lista "negra" de compañías que podrían estar involucradas en actividades contrarias a la seguridad nacional o a los intereses de la política exterior de los Estados Unidos. Al respecto, no debemos olvidar que Huawei es el principal protagonista en el desarrollo de la tecnología 5G para los dispositivos móviles, una carrera en la que las empresas estadounidenses están rezagadas. ¿Prevalecerá la hegemonía tecnológica estadounidense? ¿Lograrán finalmente los estadounidenses acotar el avance de China en las tecnologías de información y comunicación? Eso se preguntan, preocupados, los europeos que se volvieron rehenes de la estrategia china. Rusia hace rato que avanza con pasos firmes para no depender de los servidores remotos y posee ya un considerable poderío cibernético.

Todo lo anterior no nos es ajeno. Huawei, con fuerte presencia en México, logró en 2017 su participación en la llamada red compartida, el ambicioso programa de telecomunicaciones destinado a los operadores que suministrarán la próxima generación de tecnología móvil. Y comenzó a operar a finales de 2018 en ciudades del norte como Torreón, Tampico y Culiacán, las cuales no están tan cerca de la frontera con Estados Unidos, atemperando las preocupaciones de nuestros vecinos.

La tecnología 5G cambiará, con su implantación, nuestras vidas, pronto, Combinando velocidad, eficacia y sofisticación, equiparará los teléfonos móviles con los vehículos autónomos, permitirá el procesamiento de la inteligencia artificial, multiplicará de manera exponencial el comercio electrónico y dará acceso a la realidad virtual, teniendo miles de millones de dispositivos conectados, marcando el comienzo de la era de la invención. No sólo serán las conexiones diez veces más rápidas, más amplia la cobertura, con una reducción del 90% del consumo de energía de la red, sino que permitirá que las baterías de las maquinas, los sensores, alarmas y emisor-receptor de datos duren hasta 10 años lo que resulta fundamental para el avance del llamado internet de las cosas (Internet of Things).

Para empresas y gobiernos resulta crucial el control de una tecnología presente ya que permite manejar a distancia millones de aparatos y por la que pasan las comunicaciones de todos los Estados. En estas otras guerras el mayor riesgo no son los hackers, a pesar del incremento de los ataques cibernéticos en varios países, realizados en forma simultánea, sino la manera en que los Estados han encontrado en el avance tecnológico acelerado una poderosísima herramienta de desarrollo y uso ilimitado, de control y vigilancia sobre la población, casi absoluto. Los escenarios van más allá de regular el comercio y establecer la gobernabilidad de la red, en los que persisten enormes desigualdades entre países. Están en juego las llamadas amenazas hibridas, que no son militares, como el pirateo masivo de emails, el robo de millones de datos personales, la crispación en redes sociales, las campañas de desinformación o la afectación de los sistemas de navegación GPS.

Internet es una infraestructura básica para vivir, por ello hay que comprender las otras guerras en juego y regular a fondo y refundar el ciberespacio. Por el bienestar de los dos tercios de la humanidad que tienen ya conexión móvil, 5 100 millones de personas, más los 700 millones que se agregarán como usuarios de internet en los próximos años.

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