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1824: Da su primer respiro Juan Cordero, artista plástico mexicano de talla internacional

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AGENCIAS-EL SIGLO DE TORREÓN

El artista plástico mexicano Juan Cordero, uno de los muralistas más reconocidos a nivel mundial, perteneció a la Escuela Clásica que aprendió en la Academia de San Carlos; en Roma, Italia, e inclusive, en la calle.

Juan Nepomuceno María Bernabé del Corazón de Jesús Cordero de Hoyos, por su nombre completo, nació en Teziutlán, Puebla, el 16 de mayo de 1824; en el seno de una familia encabezada por un comerciante español, al que le aprendió el oficio, y su madre mexicana.

Se sabe que durante su infancia fue “mercero”, es decir, vendedor ambulante de chucherías, trabajo que mantuvo, incluso, después de haberse inscrito en la Academia de San Carlos, lo cual lo ayudó a viajar por México y el mundo, según la biografía del autor en el libro Juan Cordero y la pintura mexicana en el Siglo XIX.

Cordero mostró interés desde niño por la pintura y sus padres lo apoyaron cuando él tomó la decisión de estudiar a fondo el arte, por lo que ingresó en 1840 a la Academia de San Carlos donde aprendió más sobre el dibujo bajo la tutoría del maestro Estanislao Rincón.

Dentro de la cátedra de dibujo había materias que obligaban a los estudiantes a dominar el trazo de las manos para poder continuar a intentar realizar los del rostro, algo que fue sencillo para Juan, quien al convivir en el oficio mercantil con las personas, pudo imprimir de buena forma las facciones humanas.

Donde Cordero se entusiasmó más fue en la pintura, especialidad en la que conoció al pintor Miguel Mata, que vio en Cordero las aptitudes necesarias para triunfar, por lo que lo incitó viajar y a continuar su carrera en Roma, Italia.

Juan y su familia tuvieron que realizar sacrificios económicos, e incluso, Cordero recorrió el país consiguiendo lo suficiente para poder viajar a Roma y recibir enseñanza en el Viejo Continente.

Cordero llegó a Roma en 1844 y allí permaneció hasta 1853; en ese periodo, conoció al expresidente de México, Anastasio Bustamante, quien le ayudó a tener beneficios del gobierno mexicano para su manutención.

En Italia aprendió a realizar la técnica conocida como "relamida”, que hizo de él, sino el pintor más inspirado de su época, sí el más plástico; en 1847 realizó una de sus obras maestras, el retrato de los escultores pensionados Tomás Pérez y Felipe Valero.

En ese mismo año firmó otros dos retratos que son obras maestras del neoclasicismo mexicano: su Autorretrato y el Retrato de los Arquitectos Agea; también realizó obras religiosas como Anunciación Angélica (1849), El Redentor y La Mujer Adúltera (1853) y el de la Stella Matutina (1875).

De regreso a México, con 29 años, buscó la Dirección de la Academia de México, que en ese momento estaba a cargo del catalán Pelegrín Clavé, aunque sólo se le ofreció el cargo de subdirector de pintura, lo cual rechazó.

Cordero tomó a Clavé como enemigo y le arrebató su puesto tras acudir al presidente Antonio López de Santa Anna, a quien le pintó un retrato, para que el mandatario lo ayudara a obtener la deseada dirección.

Entre 1860 y 1867, realizó un paréntesis en su carrera por lo que se dedicó a ser retratista de encargo, en lugares como Guanajuato, Mérida y Xalapa; donde realizó óleos agradables con colores brillantes.

En 1874, concluyó el primer mural laico pintado en los muros de la Escuela Nacional Preparatoria, titulado Triunfos de la ciencia y el trabajo sobre la ignorancia y la pereza.

Falleció el 28 de mayo de 1884 y poco después, sus únicos murales laicos fueron borrados para abrir un ventanal donde figuraron las nuevas palabras del maestro Justo Sierra: Amor, Orden y Progreso.

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