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La mentira y la crisis de credibilidad

RICARDO HOMS

El uso de la mentira sin consecuencias ni responsabilidades es quizá el origen de todos los males de este país. Es un condicionamiento cultural de graves repercusiones y, sin embargo, de poca atención. Todos los mexicanos mentimos sin sentir el menor remordimiento, al grado de que esta condicionante se ha convertido en componente de nuestra comunicación pública y privada.

Es tan grave el uso de la mentira, que es el origen de la crisis de credibilidad y confianza que se vive en todo el país desde hace muchos años, pero hoy ha hecho estragos. Nos mienten nuestros políticos a cada momento, maquillando cifras o circunstancias, o de plano mintiendo descaradamente. Sin embargo, los ciudadanos hacemos lo mismo a cada momento. Por ello los ciudadanos desconfiamos total y absolutamente de nuestro gobierno, pero el gobierno como institución, así como los funcionarios públicos, desconfían totalmente del ciudadano, lo cual queda evidente en todo el ámbito de las obligaciones fiscales, las cuales están sobrerreguladas.

Quizá el momento crucial de esta crisis se dio bajo el impacto de las redes sociales y el inicio de esta era en que la transparencia se convirtió en una exigencia y donde empezó a dificultarse a los funcionarios mantener en la opacidad las acciones vinculadas con prácticas de corrupción. Surgieron organismos autónomos como el Ifai que tratan de generar cultura de transparencia.

Sin embargo, todos mentimos. Hay desde mentiritas blancas, como las que utilizamos para justificar el retraso en una cita o en la llegada al trabajo, o para justificar asuntos personales, hasta las mentiras graves para evadir un problema de grandes consecuencias. Incluso, hay un juego perverso de alcance social, por el cual quién miente no tiene remordimiento por hacerlo, porque sabe que su interlocutor entiende que hay una exactitud o mentira y quien la recibe ya ni se inmuta, porque sabe que así somos todos.

Las campañas electorales constituyen toda una exhibición de mentiras de todo tipo, con acusaciones falsas para debilitar al adversario, información manipulada, inexacta, o totalmente falsa, promesas imposibles de cumplir, de lo cual está consciente el candidato y otras faltas a la ética que son comunes en el proceso electoral.

La crisis de confianza es tal, que la credibilidad que una persona pueda haber construido en el ámbito de su reputación, es el más valioso capital para actuar en política y para hacer negocios. Sin embargo, una de las más graves repercusiones de desastrosas consecuencias se da en nuestro sistema de impartición de justicia. Aunque está penado mentir en un juicio, la realidad es todo lo contrario: se juzga a una persona a partir de una continuada secuencia de mentiras creadas por funcionarios que representan a la autoridad.

Las mentiras empiezan desde que los policías detienen al sospechoso e intentan extorsionarlo y si no logran su cometido, le crean una falta que justifica la presentación ante el ministerio público, o incluso la siembra de evidencias como son drogas o armas. El MP puede dar por sentado que puede ser inverosímil la acusación, pero la acepta, aprovechando la vulnerabilidad del acusado, para chantajear a la familia y las mentiras continúan a través del proceso judicial que mantiene en la cárcel a un inocente, o caso contrario, las mentiras sirven para liberar a un delincuente que pagó una fuerte suma de dinero para comprar su libertad. A partir de esto, todas las evidencias se acomodan para exonerarlo.

Es difícil eliminar el uso de la mentira como parte del contexto social y más aún como parte de nuestra idiosincrasia. Sin embargo, sí es posible y urgente, hacer que mentir en el ámbito de la justicia sea una falta tan grave, que amerite cárcel, sobre todo para autoridades y funcionarios públicos, abogados y los mismos involucrados, ya sea la víctima o el agresor. Castigar con inhabilitación o despido, no logra ser un inhibidor de este tipo de prácticas que generan corrupción y graves injusticias. Sólo cárcel.

Si no combatimos la mentira en el ámbito de la procuración de justicia, el "Estado de Derecho" no es más que una fantasía colectiva. ¿Usted cómo lo ve?

Twitter: @homsricardo

(Presidente de la Academia Mexicana de la Comunicación)

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Escrito en: Editorial Ricardo Homs

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