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Las mentiras y el alcohol lo hundieron, pero AA lo rescató

El servicio que se brindan los Grupos AA no tiene costo, sin embargo, hay reglamentos que se deben cumplir, pero a nadie se le obliga a nada

Las personas que acuden a un AA son ayudados mediante tribunas. (EL SIGLO DE TORREÓN)

Las personas que acuden a un AA son ayudados mediante tribunas. (EL SIGLO DE TORREÓN)

CUAUHTÉMOC TORRES

"Gerardo" llenó su vida de mentiras, muchas mentiras, tantas que no pudo con ellas, fue una carga muy difícil. Esto le ocasionaba problemas con su familia y en su trabajo. Después vinieron las culpas, los temores, la angustia, la incertidumbre. Todo por el alcohol.

"Gerardo" hoy tiene más de 16 años que pertenece a un grupo de Alcohólicos Anónimos (AA) en esta ciudad. Decidió entrar porque se encontraba en una situación "muy desesperada, no sabía qué hacer, ya tenía completamente destruido mi matrimonio a causa de mi alcoholismo".

Dice que fueron varias ocasiones las que intentó dejar de beber por medio de la fuerza de voluntad, misma que no le bastaba para lograrlo, ni con la ayuda de su familia.

Sus seres queridos veían que poco a poco se "hundía" en este vicio, trataron de ayudarle, pero él no respondía. "Compraron cierto medicamento, pastillas que acepté tomarlas, pero de alguna forma u otra lo eché a perder", dice en tono de lamento.

Recuerda que en una ocasión, un conocido lo invitó a tomar, pero le contestó que no podía ya que el medicamento le producía taquicardias si consumía alcohol, así como dolor de cabeza, fiebre y otras reacciones negativas en el organismo.

"Me contestó: 'N'ombre, ahorita lo solucionamos'. Fue y compró un refresco de cola y dos pastillas para que no me pasara nada… y así lo hice". "Gerardo" sucumbió otra vez al alcohol.

Cuando regresó a su casa, su esposa ya lo esperaba con angustia, miedo y desesperación.

Una pregunta de ella le provocó de inmediato cruda, pero moral. ¿Oye, qué no te estabas tomando las pastillas?

"Sí, pero no sirven", contestó.

La plática terminó allí, sin embargo, al paso de las semanas se dio cuenta que ese medicamento no era el "adecuado" para él.

El tiempo transcurrió. "Gerardo" y su familia buscaban opciones y cualquiera de éstas era buena para aplicarla, no había espacio para el fracaso, aunque el camino sería tormentoso.

Entonces se enteró por medio de su esposa sobre un retiro espiritual. A ella le comentó una amiga que su esposo tenía el mismo problema, pero que su vida cambió por completo cuando acudió a esta actividad.

Pero "Gerardo" buscaba cualquier justificación para no ir, "la verdad yo no quería dejar de beber, lo que quería era tratar de controlar los tragos y no faltar a trabajar". Su obsesión eran tan fuerte que no pudo evitar el alcohol.

"Gerardo" empezó a tomar entre los 12 y 13 años de edad. Tuvieron que pasar varios años para que se "estacionara" en el grupo de AA. En ese lapso, "Gerardo" solo dejó de tomar un año, debido a que su abuela se lo pidió. "Eso porque yo la obedecía, porque yo decía que era la única persona en el mundo que me quería.

Desafortunadamente volví a beber, pero ahora como si yo tratara de recuperar todo ese tiempo perdido que dejé de tomar, fue más fuerte mi obsesión por el alcohol".

La religión no se quedó de lado, fue otro de los "métodos" que usó "Gerardo" para intentar dejar la "copa". En ese momento dejó de tomar alcohol alrededor de 15 días. "Mi compañera pudo disfrutar de algo de tranquilidad esos días… pero un día llegué… otra vez borracho y me dijo: 'Yo ya no sé qué hacer contigo, tú ya no tienes perdón de Dios'".

Entonces esta frase le supo a "justificación" o pretexto para seguir en el alcohol. En ese momento, "Gerardo" acomodaba todo a su favor y empezó a buscar conflictos en el hogar para salirse y continuar la "farra".

La esposa de "Gerardo" decidió ya no atenderlo y los problemas lo alcanzaron en su lugar de trabajo. "A veces iba 'crudo', tomado, ya había faltas, luego vinieron los castigos", dice. "Tengo un hijo con discapacidad, él constantemente hablaba a la empresa donde laboraba y muchas veces lo interné, sin ser cierto".

"Gerardo" había encontrado una nueva forma de salirse del trabajo o faltar a él, con una justificación que al principio le funcionaba, pero al paso del tiempo se convirtió en su pesar.

Le avisaba a sus jefes que su hijo se enfermaba y que debía ir a cuidarlo, sin sospechar que era una mentira que aprovecharía para encontrarse con una botella.

"Ya cada vez que mentía me daban la oportunidad de faltar, y ya cuando yo veía que la falta no iba a contar y que me la iban a pagar, pues colgaba el teléfono y soltaba una carcajada en tono de burla y me decía: 'Ya me los llevé al baile otra vez'".

Pero "Gerardo" era muy calculador, ya que cuidaba nunca faltar cuatro veces al mes, ya que eso ameritaba una suspensión.

Pero esto no le ayudó mucho tiempo. Comenzaron poco a poco los conflictos con los supervisores de departamento, ya que comenzaron a sospechar. No los engañaba tan fácil. Ahora sí llamaban a la casa para preguntar si era verdad las excusas que decía.

"Entonces yo trataba de hacer amistad con algunos jefes para que pudieran ser mis cómplices en esas fechorías y seguir bebiendo sin que nadie me dijera nada, sin sentir el temor de que me fueran a despedir".

INSTANTE CLAVE

En este momento de su vida, "Gerardo" ya estaba en otro nivel, en un camino en el que no vislumbraba un retorno, perdido, desorientado, el alcohol ya había dominado su voluntad, salía de laborar y lo primero que hacía era irse a tomar, el pretexto: porque no lo atendían en casa.

"Nunca dejé de dar dinero a la casa, pero no daba suficiente. Me volví 'conchudo', porque sabía que mi esposa trabajaba y si me reclamaba le decía que ella pusiera también dinero".

Eran solo pretextos, y "Gerardo" sabía que eran "tontos". Incluso, en algún momento le hizo una acusación a su esposa sobre la paternidad de sus hijos, una duda que nunca tuvo porque, era solo una forma de justificar su alcoholismo y salir del paso de los cuestionamientos de ella por no dejar el alcohol.

Las mentiras ya no eran creíbles. Sus cómplices se habían terminado. "Gerardo" quemó todas sus cartas y la situación era insostenible. No hallaba formas de mantener sus mentiras. La desesperación lo "devoró". Sus supervisores ya lo conocían de mentiroso. Pero del ingenio de "Gerardo" emergía un poco de lucidez.

En las juntas laborales "Gerardo" les alzaba la voz a sus superiores, comenzó a crear disturbios para distraer la atención y que todos se fueran temprano. Luego vino la amenaza, el ultimátum: le advirtieron que una subordinación más y lo echaban.

"Ya eran muchas las cargas que yo traía encima por las cosas que llegué a hacer, era algo que me torturaba y de alguna forma eran difíciles de llevar, tenía que seguir bebiendo para olvidar todas las fechorías que había cometido".

"Gerardo" ya no podía conciliar el sueño. La culpa lo hostigaba, le invadía su mente y le "hablaba" al oído. Tenía los nervios "lastimados", era el momento más difícil, luchaba contra sus temores y sus angustias, no podía vivir en paz… pero no soltaba la "copa".

"No podía dormir, me iba a caminar, me levantaba, me acostaba, no lo lograba. Sentía que me volvía loco".

Recuerda que un día su esposa le dijo que no le serviría más, que no le lavaría ni plancharía su ropa, ni tampoco le daría más de comer, sin embargo lo dejó que permaneciera en la casa. "Gerardo" comía en su trabajo, porque había servicio de cafetería y así evitaba un enfrentamiento con su esposa.

Al salir de su jornada laboral, se iba a juntar a una esquina cerca de su casa, donde "conbebía" con sus amigos alcohólicos.

"Ahora comprendo que iba con ellos porque en ese momento sentía que eran los únicos que me comprendían, pensaba que platicábamos el mismo idioma al beber. Ese día llegué, como otros días, pero no sé que sentí, porque empecé a beber, y para esos días yo ya no andaba bien del estómago, continuamente tenía el estómago suelto y dejé a los "compas" con los que bebía para ir a mi casa al baño".

Entonces vino a "Gerardo" una revelación. Por arte de magia, de suerte o de mandato divino. Vio a su hijo que tiene discapacidad y éste le devolvió la mirada. Fue un momento tenso, vergonzoso, triste, angustioso, de temor… y vino la pregunta de su hijo.

¿Dónde estabas papá?

En la esquina, le dije.

"Gerardo" no pudo más con la culpa ni con sus mentiras. Le habló a un hermano que estaba en un AA y se decidió a dejar el alcohol.

Desde ese día a la fecha no ha vuelto a probar una gota de alcohol y logró conservar a su familia, su empleo lo dejó, pero porque la empresa para la que laboraba cerró sus puertas.

16

AÑOS

tiene “Gerardo” sin tomar desde que entró a Alcohólicos Anónimos.

Atención en AA

En los grupos de grupo AA de corriente 24 horas, atienden a las personas que necesitan ayuda y acuden al lugar.

El primer paso es transmitir el mensaje, comparten sus experiencias, les dan la bienvenida con una junta.

En los grupos AA tienen mucho cuidado para tratar de hacer sentir a la persona con confianza.

En este tipo de grupos la permanencia es voluntaria y sólo se ayuda a la gente que acude sin ser obligada a ir, porque sólo así funciona el programa.

Se les inculca respeto para que cada quien manifieste sus sentimientos y pensamientos en el proceso de recuperación.

La enfermedad de alcoholismo muchas de las ocasiones atrae problemas de tipo emocional, por eso se aconseja subir a tribuna, para externar miedos, inquietudes, y todos tipo de situaciones.

En este tipo de lugares se le puede dar la opción a la gente de ingresar a un anexo, para que pueda dormir y vivir allí en lo que supera el momento más crítico.

El servicio que se brinda no tiene costo, hay reglamentos que se deben cumplir, pero a nadie se le obliga a nada.

Se les brinda habitación, comida, ropa y todo lo necesario.

“Hay personas que piensan que los maltratan, que los encierran en estos lugares, pero nada de esto es cierto, si alguien llega y quiere anexarse, pero tiene un trabajo, pues se le da la oportunidad de ir a laborar”.

En los grupos AA se da la oportunidad de ingresar a hombres, mujeres, adolescentes, pero siempre y cuando el interesado “quiera” dejar de beber, se respeta su voluntad.

El Grupo 24 horas “Oriente Torreón” se encuentra sobre la avenida Bravo #961 Oriente, colonia Centro. (EL SIGLO DE TORREÓN)
El Grupo 24 horas “Oriente Torreón” se encuentra sobre la avenida Bravo #961 Oriente, colonia Centro. (EL SIGLO DE TORREÓN)

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Escrito en: Alcoholicos anonimos AA

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