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La liebre, el elefante y lo demás

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

La velocidad de la liebre contrasta con la lentitud del elefante, sobre todo, al desplazarse en una realidad compleja y adversa.

La comprensible aceleración que el jefe del Ejecutivo quisiera imprimirle a la acción de gobierno se ha topado con la lentitud impuesta por la burocracia, la pesada normatividad para emprender la más mínima operación, la curva de aprendizaje en el dominio de la administración, la desconfianza en las herramientas utilizadas antes, la falta de criterio de los colaboradores y los recortes que, si bien liberan algunos recursos, ya lastiman músculo y tejido. Aunado a ello, frustran la velocidad el tiempo que toda obra exige para fraguar y el costo político derivado de las alianzas electorales hechas atrás.

Puede el presidente Andrés Manuel López Obrador desdeñar esa realidad, minusvalorar los factores que frenan su actuación e, incluso, hacer gala de optimismo diciendo que "vamos requetebién", pero no le vendría mal tomar asiento, pausar el ritmo, escuchar, reflexionar, dejar de regalar motivos y municiones a los adversarios... y, por qué no, también dejarse ayudar.

El país no requiere de un héroe ni un mártir, sino de un liderazgo capaz de reponer el horizonte nacional, en un marco de armonía y unidad.

***

La semana recién transcurrida resultó reveladora de la difícil circunstancia por la cual el país atraviesa. Las cachetadas de la realidad estuvieron a la orden del día. No fueron una palmada a la transformación.

Sí, en efecto, resulta descabellado realizar una manifestación para exigir la renuncia de un gobierno con apenas cinco meses de gestión, pero ese gobierno no puede ignorar el malestar subyacente en ella. No es tanto lo hecho -lo dijo bien Leopoldo Gómez- contra ese sector social, como lo dicho sobre él. ¿Qué necesidad de exacerbar la natural confrontación social, producto del proyecto del gobierno, descalificando a quienes disienten de él?

Al gobierno no le faltan adversarios, ni duda cabe. Por eso resulta absurdo regalar motivos para que quienes titubean entre apoyar o resistir, se inclinen por la resistencia a partir de la sensación de sufrir agravios inmerecidos, derivados de su condición social.

En cualquier circunstancia política es absurdo restar, en vez de sumar apoyos. Lo es más, sin embargo, cuando los amortiguadores y conductores del malestar, como deberían ser los partidos opositores, están vencidos. Las cúpulas del priismo y del panismo -ni caso considerar la del perredismo- no saben qué hacer consigo mismas y, en esa tesitura, se miran al ombligo, incapaces de mirar y atender la realidad.

Sin amortiguadores, la confrontación es directa entre el gobierno y ese sector de gobernados, ¿para qué animarla sin sentido?

***

No son pocos los colaboradores que, con tal de halagar el ánimo presidencial, callan lo que saben, acatan instrucciones sin chistar, se doblan como bisagras ante la voluntad, la inconsciencia o la necedad o, peor aún, juran en nombre de la transformación que se puede hacer lo solicitado y más, pese a la realidad. Sí, hay miembros del gabinete que, bajo el disfraz de la obediencia y la fe a ciegas, tienden trampas adrede o sin querer a quien dicen adorar.

En ese cuadro, cobran particular valor los otros colaboradores. Aquellos que, sin faltar al propósito de sacudir y transformar la realidad, no niegan ésta ni la ocultan. Descalificarlos, hacer chunga de su parecer o contradecirlos no borra su equilibrio y sensatez, los subraya. Maltratar a esos funcionarios que, sin traicionar al mandatario, en verdad colaboran con él y cumplen su deber, puede terminar siendo un bumerang.

Una cachetadita a esos colaboradores que propicie su renuncia, podría resultar un cachetadón a la credibilidad presidencial.

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Se pueden entender sin justificar las alianzas electorales con tal de acceder al poder, pero no el hecho de asumir -ya en el poder- las consecuencias políticas más allá de lo posible.

La actitud de la dirigencia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, así como la de Cuauhtémoc Blanco, el jugador de Morelos -por no hablar del apoderado de Morelos, José Manuel Sanz- obliga a reconocer el límite del compromiso adquirido. Si los maestros disidentes se van al paro en aras de obtener más de lo ofrecido o si el apoderado de Blanco ejerce el no poder con el gobierno, es esperable que el jefe del Ejecutivo dé muestras de carácter y firmeza.

Alianza no es sinónimo de doblez, encubrimiento o, peor aún, complicidad.

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De la política petrolera deseable a la posible, no estaría de más ver una conversación entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. La voluntad no puede ocultar la posibilidad.

Sí al esfuerzo, a la exploración y explotación; sí a la reconfiguración de las refinerías, sí a la reconsideración de la refinería de Dos Bocas.

Oír no supone escuchar, es menester hacerlo.

***

La semana transcurrida fue tan compleja como elocuente. Los focos amarillos y rojos del tablero titilaron.

La liebre no puede correr al tiempo de empujar al elefante, en medio de una realidad adversa. Es hora de sentarse un instante y reflexionar; de sumar, no de restar... y de dejarse ayudar.

APUNTES

Uno. Hace ocho días se cometió una omisión. Mérito en la negociación del Anexo 23-A del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (el T-MEC), que dio lugar a la reforma laboral, también tuvieron Roberto Campa, ex secretario del Trabajo; Narciso Campos, ex coordinador de asesores de la Secretaría de Relaciones Exteriores; y colateralmente Álvaro Santos, profesor de Georgetown, especialista allegado a Jesús Seade.

Dos. La renuncia de la subsecretaria de Seguridad, Patricia Bugarín, ¿a qué obedece?

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