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Los manotazos de Trump sobre el tablero mundial

EMBAJADOR JORGE ALVAREZ FUENTES

La mismísima llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, luego de unas elecciones marcadas por la división de la sociedad estadounidense y el encono político, enrarecidas por la presunta interferencia y colusión de Rusia, ya presagiaba tiempos sumamente difíciles y peligrosos para el mundo. Augurios funestos, muchos de los cuales parecerían estarse cumpliendo.

A treinta meses de las elecciones presidenciales, sigue resultando inconcebible que el actual gobierno de los Estados Unidos, la indiscutible súper potencia militar, la primera y más importante economía del mundo, conduzca una política internacional, con Trump a la cabeza, que está socavando, en los hechos, el precario orden mundial de la post guerra, un sistema internacional que por más de seis décadas contribuyó a construir como ninguna otra nación líder en el orbe.

Se debe advertir y analizar, con sobrado interés y preocupación, algunos de los efectos y secuelas de una política exterior a la par agresiva y errática, fincada en una suerte de bullying en las relaciones internacionales, la cual ha trastocado la inestable situación en la mayoría de los distintos escenarios de conflicto y tensión en el mundo.

Mal comenzó la era de Trump, con el anuncio de la salida de los Estados Unidos del Acuerdo de París destinado a que, unidos, con base en la cooperación, los países honraran sus compromisos de llevar a cabo, con la urgencia del caso, un combate frontal de suyo impostergable contra el cambio climático. Este es, sin duda, el mayor desafío que enfrenta el presente y futuro de la humanidad; el desdén y la retirada del gobierno estadounidense de estos esfuerzos colectivos vulnera el régimen climático con graves y evidentes repercusiones planetarias.

A su vez, los continuos reclamos estadounidenses a los miembros de la Organización del Atlántico del Norte (OTAN) han sembrado una honda desconfianza entre los miembros de esta alianza trasatlántica, pilar de los equilibrios del poder en Occidente; ello no obstante la actual y astuta política exterior de Rusia, sino no, basta recordar lo acontecido en Georgia, Ucrania y Crimea. La canciller y estadista Angela Merkel, ha dejado en claro que Europa ya no puede confiar en el respaldo estadounidense para su seguridad colectiva.

Aunado a lo anterior, Estados Unidos denunció y asumió una peligrosa trayectoria unilateral, respecto del acuerdo nuclear alcanzado con Irán, referente fundamental de los esfuerzos de la diplomacia multilateral, la cual persigue cimentar la paz y la seguridad internacionales de nuestros días, como exige el conjunto de los conflictos en el Medio Oriente. Washington optó por dejar de ser, en los hechos, el actor preponderante y previsible (con el anuncio de su retirada en las catastróficas guerras en Siria y Yemen), perdiendo su condición de único honest broker que podría haber sido capaz de generar e imponer condiciones para que Palestina e Israel negociaran y lograran un acuerdo de paz, luego de tomar partido por una de las partes, complaciendo a Netanyahu con el reconocimiento de Jerusalén como capital de Estado Judío al trasladar su embajada. Adiós a la fórmula de dos Estados.

Asimismo, en fechas recientes, la administración estadounidense entró en una guerra comercial con China, la cual ha ido generando de manera irremediable serias repercusiones para el desarrollo y crecimiento de la economía mundial. Tan compleja disputa comercial y geopolítica, cuya solución coyuntural se busca precisamente en estos días, podría frustrarse si la obcecación de Trump se impone y se ahonda la carencia de una visión estratégica sobre el conjunto de los vínculos globales que mantiene e impulsa la segunda economía del mundo, como lo demuestra la imparable iniciativa de China para construir una nueva Ruta de la Seda con el concurso de todas las naciones.

En relación con América Latina, prevalece un temor fundado por el agravamiento de la crisis en Venezuela y el asedio estadounidense sobre el régimen de Nicolás Maduro, a cuyo cargo Trump ha puesto a John Bolton y Elliot Abrams; y, aunado a tan intricado escenario de conflicto en nuestro continente, en días recientes, Estados Unidos ha reforzado el bloqueo sobre la isla de Cuba, mediante la activación de una de las provisiones de la ilegal, arbitraria y rechazada ley Helms Bourton.

Por si un componente aun faltara en este inestable tablero mundial, a lo anterior se suma la reciente suspensión de la ayuda estadounidense a los países del triángulo del Norte de Centroamérica y las persistentes presiones sobre los gobiernos de México, Honduras, Guatemala y el Salvador respecto de los flujos de migrantes que transitan de sur a norte, al apartarse y no haber suscrito en diciembre pasado, del Pacto Global para la Migración Ordenada, Segura y Regular. El rechazo visceral de la administración Trump a las tareas de la Organización de las Naciones Unidas se confirma, de nueva cuenta, con el anuncio hecho hace tan sólo unos días, de que los Estados Unidos abandonarán el proceso de ratificación del Tratado de Comercio de Armas Convencionales, firmado por Obama en 2013, un acuerdo que persigue regular la venta de armamento en el mundo, para el cual contribuyó, de manera importante, la diplomacia mexicana.

Los manotazos de Trump, las incongruencias, contradicciones y choques en curso en las diferentes partidas del ajedrez global, ponen en riesgo la actuación de los jugadores, la posición y sujeción de las distintas piezas y la propia estabilidad del tablero el cual se tambalea por la actuación del país hegemónico. Hay más, mucho más en juego, que un regreso a la post guerra fría.

@JAlvarezFuentes

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