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Sociedad en crisis; pérdida de valores

Enfoque

RAÚL MUÑOZ DE LEÓN

El elevado índice de homicidios registrado en el país (3500 en los tres primeros meses del presente año), obliga a reconocer que la sociedad padece una enfermedad grave, aparentemente incurable; una patología sociológica que amenaza seriamente corroer todo el cuerpo social, que si no se atiende, oportuna y eficazmente, amenaza con extinguirlo, haciendo nugatoria la solidaridad humana.

Generalmente se entiende por valores, el conjunto de creencias, costumbres y normas que orientan la conducta de la persona; componente de la conciencia del individuo para distinguir el bien del mal. Los valores morales inciden en las relaciones interpersonales.

Los seres humanos trasladan los valores morales al núcleo familiar. Es en el seno de la familia donde aprendemos el respeto, la tolerancia, la honestidad, la generosidad, responsabilidad, lealtad y la perseverancia. Sin embargo, actualmente estos valores han dejado de apreciarse. Vivimos una crisis de valores que ha generado una crisis social.

A la base del aumento en la estadística criminal, además de robos, asaltos, secuestros, violaciones y fraudes, está la pérdida de valores manifestada en actitudes, conductas y acciones de hombres y grupos, realizadas de manera individual o colectiva, ante la complacencia, complicidad o impotencia de las autoridades de los tres niveles.

Se advierte en la comisión de tales delitos, un desprecio absoluto por la persona y sus principales bienes: la vida, la propiedad, la libertad, el honor, el patrimonio. Tenemos una sociedad enferma y hay que curarla, porque puede caer en un estado agónico que requiera de terapia intensiva.

El tema de la seguridad pública, que fue uno de los puntos torales de la propuesta política de López Obrador para alcanzar la presidencia de la República, sigue siendo una expectativa, una tarea pendiente. Ofreció y se comprometió acabar con la violencia y garantizar la seguridad de las personas, así como paz y armonía social. Esto, hasta ahora no se ha visto. Al contrario, conforme a la información de los medios, comparativamente con el gobierno anterior, el índice delincuencial ha aumentado. Y eso es preocupante. Que haga su tarea el gobierno y cumpla con su compromiso político.

Lo que ahora queremos destacar en este Enfoque, es la crisis en que se halla la sociedad y la pérdida de valores morales que se expresa en la actitud de los individuos. La sociedad de consumo en que vivimos tiene atrapada a la persona haciéndola víctima de un mercantilismo atroz, alentado por la publicidad desaforada en todos los medios informativos, principalmente la televisión que acosa a la población con programas y anuncios comerciales incitándola a comprar, a adquirir cosas que ni siquiera necesita: compra, usa, ponte, visita, viaja.

La consecuencia más evidente de este escenario mercadotécnico es que a la persona le resulte más importante tener, que ser y hacer. Se mide el "status" del individuo y la familia por lo que tiene, mirando con indiferencia qué es y qué hace. Y como para comprar, se necesita dinero, y mucho, éste hay que sacarlo de donde y como sea, robar, secuestrar y matar si es necesario.

Pero la ausencia de valores presenta un espectro más amplio: siempre se consideró la verdad, como el más alto de los valores; de niños, los padres alertaban: no digas mentiras, no mientas, hay que decir la verdad. Así nos enseñaron. Este contenido ético, la verdad, hoy está muy devaluado: mentimos en todo y para todo .

Igualmente nos enseñaron a respetar la propiedad de los demás, los bienes ajenos eran celosamente respetados. En la escuela, en el salón de clase, si se perdía una pluma, un cuaderno, un lápiz, no salíamos hasta que el objeto extraviado apareciera. Decía la maestra o el profesor: "aquí no hay ladrones"; cuando aparecía lo perdido y se identificaba a su autor, éste era severamente castigado. En nuestra época, a pesar de que la salida era a las dos de la tarde, si se perdía algo, llegamos a salir del salón hasta las seis, o más tarde, a pesar de no haber comido.

Esto produjo en las personas un sentimiento del respeto que debemos a las "cosas" de los demás, sentimiento que arraigó y perfiló la conducta social.

Y qué decir del trato a la mujer. Ella era objeto y motivo de un respeto casi sagrado. Cuidado con decir una grosería, una mala palabra, delante o frente a una dama. Si padres o maestros se enteraban de ello, el "grosero" recibía un castigo severo para que sirviera de ejemplo a quienes osaran cometer tan criticable conducta.

En cambio, por estos días, no es raro que los hombres tengan pláticas de amigos, frente a mujeres jóvenes y maduras, en las que se empleen y pronuncien palabras soeces y vulgares, consideradas como groserías; o se cuenten "chistes" pícaros de subido color "colorado!, de elevado contenido sexual y las damas presentes rían con toda libertad y soltura.

Respetamos a la mujer, pero hoy algunas mujeres, jóvenes y maduras, cualquiera que sea su edad, trabajo o profesión, en sus conversaciones coloquiales, sea de manera directa o personal, por el teléfono celular, o por las redes sociales twiter, Facebook, Instagram, etc., se expresan utilizando todo tipo de adjetivos y sustantivos, calificados como groserías o malas palabras, y nadie se asusta o se asombra. ¿Consecuencia de la liberación femenina?

Lamentablemente, en los últimos años, la mujer ha sido víctima de ataques que atentan contra su vida, su integridad física, contra su honor y su libertad sexual, provocándole daños físicos y emocionales que requieren de asistencia y tratamiento profesional de especialistas.

La honestidad es otro de los valores que está por los suelos. A diario nos enteramos por las noticias radiofónicas, televisivas e impresas de acciones delictivas que atentan contra el patrimonio de las personas o del Estado.

Robos, secuestros, fraudes, peculado, lavado de dinero, extorsión, en fin, toda una gama de conductas sancionadas por las leyes penales, que reflejan claramente que la sociedad está enferma y que hay un desprecio por los valores, cuyas consecuencias estamos viendo y viviendo.

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