Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

La parejita fue en el automóvil del novio al solitario paraje llamado El Ensalivadero. Ya en el asiento de atrás del coche él contempló a su amada y empezó a decir: "¡Qué ojos! ¡Qué labios! ¡Qué cuello! ¡Qué hombros! ¡Qué busto! ¡Qué cinturita!". Ella lo interrumpió: "Haz lo que venimos a hacer, Pitorro. El inventario déjalo para después". Aquel marido terminó de leer el libo "Instrucciones para el perfecto amante" y en seguida se tomó la pastillita azul. Esa noche le dijo a su esposa: "Voy a hacerte la mujer más feliz del mundo". Preguntó ella, ansiosa: "¿Te vas a ir de la casa?". Los científicos estudiaban el efecto de la mariguana en ratones de laboratorio. Uno de los ratoncitos escapó de la jaula y fue a dar a una casa. Aquello era un paraíso: había abundancia de comida y lindas ratoncitas. Sin embargo al paso de los días el ratoncito andaba triste y cabizbajo. "¿Qué te pasa? -le preguntó otro ratón-. ¿No eres feliz aquí?". "Soy muy feliz -respondió el ratoncito-. Pero me estoy muriendo por un toque". Sonó el celular de Babalucas. Quién llamaba era su esposa. Le preguntó asombrado el badulaque: "¿Cómo supiste que estaba en este motel?". Un tipo le contó a otro: "Mi esposa me dejó para irse con mi mejor amigo". Protestó con sentimiento el otro: "Siempre pensé que yo era tu mejor amigo". "Lo eras -replicó el tipo-. Ahora tienes el segundo lugar". La india piel roja le informó a su novio: "Te tengo una buena noticia, Ciervo Blanco. Ya no serás el último de los mohicanos". Don Algón cortejaba insistentemente a su linda secretaria Susiflor. La muchacha, sin embargo, resistía su acoso. El añoso galán apretó el sitio: le regaló a la chica un collar de perlas, un anillo de brillantes, un abrigo de visón y, finalmente, un coche último modelo. Entones sí Susiflor accedió a ir con él a un discreto motelito. Ahí sucedió lo que tenía que suceder. Al terminar el trance don Algón le extendió a su secretaria un cheque por 20 mil pesos. Ella se echó a llorar. El ejecutivo se azoró. Le preguntó, apenado: "¿Te ofendí, mi vida?". "No -respondió Susiflor-. Lloro al pensar en todo lo que he perdido por hacer esto de gratis con todos los empleados de la oficina". El marqués Culiche ofendió al conde Nado, y éste lo retó a duelo. Le preguntó: "¿Qué prefiere usted? ¿Qué nos batamos con espada o con pistola a 10 pasos?". Respondió el marqués Culiche: "Prefiero que nos batamos con espada a 10 pasos". En la noche de bodas la novia dejó caer el vaporoso negligé que la cubría. El desposado fue hacia ella lleno de amoroso ímpetu, pero se detuvo al ver que su mujercita traía en el bajo vientre un letrero que decía: "5 mil pesos". Le dijo: "Ya no me cabe ninguna duda, Avidia. Te casaste conmigo por dinero". Lord Feebledick regresó de la cacería de la zorra y sorprendió a su mujer, lady Loosebloomers, en brazos de Wellh Ung, el toroso mancebo encargado de la cría de los faisanes. Milord, perdida por completo sul flema británica, le gritó a la pecatriz: "¡Mala pécora! ¡Desvergonzada mujerzuela! ¡Mesalina sin pudor!". Con tono de reproche le dijo ella: "Repórtate, Feebledick. Los problema de familia no se ventilan en presencia de la servidumbre". La señora salió del consultorio médico luciendo una gran sonrisa. Su marido, que la esperaba afuera, le preguntó al facultativo: "¿Está usted seguro, doctor, de que inseminó a mi esposa en forma artificial?". Dulcibella llegó a su casa después de la primera cita con su novio. Quiso saber su mamá: "¿No se excedió ese joven?". "Al contrario mami -respondió Dulcibella-. Me dijo que me lo haría tres veces, y me lo hizo solamente dos". FIN.

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