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Proteger nuestra producción

JULIO FAESLER

La diversificación de nuestro comercio exterior se ha ido en la práctica pese a que era una de las prioridades mayores en la agenda nacional. Nos encontramos forzosamente orientados hacia el mercado norteamericanos y nuestros socios estadounidenses no dejan de insistir en que arreglemos nuestros asuntos internos si es que queremos tener derecho a que se confirme la nueva versión del TLCAN firmado el último día de la administración del presidente Peña Nieto.

Aunque todo parece depender del estado de humor diario del presidente Trump, hay demasiados intereses en México y Estados Unidos en que siga de frente la vinculación formal entre los dos países. Hay, entre otras razones, la presencia de China cada vez más activa en América Latina.

La aprobación del nuevo TLCAN por el Senado en Washington conlleva varios asuntos de importancia. La más íntima concatenación de las respectivas producciones que se dará con la nueva versión del tratado, sorprendentemente apoyado por el presidente López Obrador que debiera convertir el futuro tratado en un instrumento de fortalecimiento agrícola e industrial de nuestro país, lleva a la creciente especialización de nuestra actividad agrícola e industrial para calzarla mejor dentro del esquema económico de Estados Unidos.

La modificación de salarios de una parte de nuestra industria automotriz para acercarla a la norteamericana amarra mejor a México como socio que no molesta, sino se imbrica en la actividad de Estados Unidos. Gozaremos, se dice, de todas las ventajas imaginables de tenernos aportando los componentes que allá se requieren. Más que nada se asegura que la industria mexicana se discipline a los requerimientos de sus socios allende la prometida barda .

Hay, sin embargo, algo más. Durante muchos años pervivió en la consciencia colectiva mexicana que, a cambio de obtener el reconocimiento norteamericano, Obregón comprometió en aquel Tratado de Bucareli de 1923 amplias franjas de la industria nacional que quedaban vedadas a la explotación mexicana por exigencia de Estados Unidos. Se escribió mucho y se elucubró más sobre esta versión que a la postre quedó desechada. Lo que es ciertamente actual es que por otro tratado, ese si muy claro en su clausulado, nuestro país abandonó definitivamente su aspiración a diversificar geográficamente sus intercambios económicos para orientarlos hacia el gran mercado de Estados Unidos.

La entrada en vigor del TLCAN en 1994 fue el corolario más simple de la entrada al GATT en 1985 la que nos ciñó a los compromisos de la economía "neoliberal", como ahora se estila decir. Quedó severamente limitado el camino hacia el desarrollo autónomo de nuestra industria. La aplicación en la práctica de los principios del GATT, ahora la Organización Mundial de Comercio (OMC), pone un firme y cotidiano freno a las políticas que el gobierno mexicano podría ejercer para proteger en los momentos más importantes de su iniciación las actividades básicas más necesarias para sostener una industria propia fuerte y competitiva.

No es, lamentablemente, correcto hoy en día, por respetar los principios de la libre competencia que suscribimos con nuestra pertenencia a la OMC, dejar de proteger nuestras actividades, no solamente industriales sino también algunas agrícolas, contra la invasión de artículos que nos llegan, gracias a la apertura arancelaria vigente, a precios de venta en el mercado mexicano, incluso por abajo del costo de nuestra producción. El argumento de que debemos aumentar nuestra competitividad es falaz ya que esto requeriría escalas de producción más amplias que lo que pide el mercado mexicano. Se necesita reinstaurar las protecciones que existían para estimular la creación de nuevas industrias necesarias para que México cuente con productos competitivos en los mercados internacionales además del propio.

Si el gobierno de López Obrador quiere que México dé ocupación productiva a la mano de obra de que dispone en la actualidad, calculada en alrededor de 55 millones de trabajadores, pronto se verá en la necesidad de seguir el ejemplo de otros países, empezando por Estados Unidos que la enarbolado la bandera de "América Primero" en materia laboral, y establecer estímulos y protecciones a los artículos que cultivamos y fabricamos. Por todo el mundo está activa la preocupación por dar empleo digno a la población. Es tiempo de actuar.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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