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El loco Bielsa y el sentido de justicia

Asuntos corporativos

ÉDGAR SALINAS

Marcelo Bielsa, uno de los directores técnicos más afamado en el futbol mundial volvió a dar la nota el fin de semana pasado con una de sus "locuras". Esta vez una locura que caló hondo en la ética deportiva y en particular de la del futbol. Precisamente en un fin de semana en que la estrella del balompié Neymar agredió a un aficionado, el apodado "Loco" Bielsa se llevó los titulares mundiales de la prensa deportiva por su gesto, uno totalmente opuesto al del futbolista brasileño.

Para quienes no están familiarizados con el futbol, resumo lo sucedido: el equipo que dirige Bielsa se juega el ascenso a la máxima división del futbol inglés (Premier League). Un jugador contrario resulta lesionado en el campo del Leeds y en lugar de detener el juego, los jugadores de ese equipo continúan y precisamente en esa jugada anotan gol. Los jugadores contrarios esperaban que detuvieran el juego para atender a su compañero, cosa que no sucedió. Con ese gol y de quedar el resultado así, el Leeds avanzaba en su camino al ascenso de liga.

Luego de un zafarrancho, Marcelo Bielsa ordenó a sus jugadores dejarse anotar un gol para compensar la jugada cuestionada. Con ello, el resultado se empataba y evitaba, dicho sea de paso, el ascenso por ahora del Leeds. No era un gol cualquiera; era uno que decidía la suerte de quedarse en una liga de ascenso o asegurar un lugar en la Premier League. Marcelo Bielsa antepuso a toda consideración el llamado "fair play". No se vale ganar como sea, sino dentro de un marco de reglas explícitas y comportamientos éticos esperados.

Esta no es una columna deportiva, pero es indudable que en el mundo contemporáneo muchas de las metáforas para la vida y los negocios las obtenemos del ámbito deportivo. Desde esa lógica es que uso lo sucedido el fin de semana en Inglaterra para hacer una reflexión a propósito de ese gesto y que pueda ser útil para nuestro contexto.

Frente a una situación que en estricto sentido no contravenía reglamento alguno, sí iba en contra del espíritu de juego, y digámoslo así, de las reglas no escritas que, en no pocas cosas y en no pocas situaciones, son las que mantienen la amalgama de la convivencia en múltiples espacios.

Insisto, no se trataba de contravenir una disposición explícita, sino una cortesía del juego. Y además en un contexto donde se ganaba o perdía mucho. Bielsa optó porque él y sus jugadores se distinguieran por la cortesía, la nobleza que permite que el juego siga siéndolo más allá de las reglas necesarias para el desenvolvimiento del mismo.

En este sentido, quiero traer a colación la relevancia de mantener en todo proceso de interacción comunitaria, organizacional y en general de una sociedad, los comportamientos basados no en reglas de las llamadas positivas, sino en esas propias que por años hemos presumido nos distinguen como humanos y que denominamos éticas o morales.

Bielsa pudo optar por lo que el reglamento le permitía para maximizar su beneficio. Y en este caso cumplir el reglamento le bastaba como explicación si no hubiese optado por el dejarse empatar. Difícilmente se le podía acusar de actuar mal al haber cumplido el reglamento. En efecto, no siempre cumplir un reglamento es sin más hacer justicia.

La decisión tomada y acatada por sus jugadores apuntaba a un sentido de justicia mayor al explicitado en el reglamento. Se trataba de equilibrar el juego y se trató a partir de una decisión voluntaria de una de las partes que, si bien se mantenía dentro del reglamento, había maximizado para sí la ventaja en una situación desequilibrada para el equipo contrario.

Entre las metáforas que el futbol nos deja como reflexión, esta es una muy valiosa y extremadamente poco común. En pocos minutos se tuvo que discernir qué era lo mejor, si el beneficio que el reglamento permitía o el comportamiento esperado para que el juego perdure en el marco del llamado espíritu deportivo.

Hay instituciones que no tienen edificio, ni reglamentos, ni estructuras que las administren y, sin embargo, son las que pueden salvar la convivencia. Jugar limpio no debe ser parte de ningún reglamento escrito, sino la invisible base de una convivencia mejor en todos los sentidos. Lo ordenado por Bielsa, seguramente será algo que no olvidarán sus jugadores. Más pronto olvidarán una charla técnica para ganar un partido, que esta decisión para ganarse el respeto y mantener la dignidad del juego. A veces el futbol es más que goles y glorias pasajeras.

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