Numerosas tribus estaban distribuidas en las extensiones que ocupan los hoy estados de Coahuila y Durango, como en el amplio valle de Parras donde se asentaban los miopacoas, meviras, hoeras, maiconeras y payos. En la zona de San Pedro y en las orillas del río Nazas vivían los paogas, caviseras, vasapalles, ahommas, yanahopos y daparahopos, Por el rumbo de la Sierra de Mapimí, radicaban los mapemes y tobosos, entre otros más que también han sido identificados como Laguneros y en sitios más alejados, los salineros, neguales y baxaneros.
Atendiendo diversas solicitudes de información al respecto que hemos recibido en relación con los antecedentes de nuestra ciudad, nuevamente nos permitimos presentar a la consideración de quienes tienen la gentileza de consultarnos, los datos que obran en nuestro poder, mismos que a continuación presentamos, comentando que los orígenes de los primeros pobladores de estas tierras son semejantes, por compartir todos territorios comunes. Historiadores del Siglo XIX, como el prestigiado Manuel Orozco y Berra, reconocían a quienes aquí habitaban, como Irritilas o Laguneros, por estar asentados a lo largo de las riberas de los ríos Nazas y Aguanaval y en torno a las lagunas existentes en Tlahualilo, Parras y Viesca, de donde proviene el patronímico de Laguneros, que tanto nos identifica y que llevamos con orgullo y satisfacción, complementado con el de gomezpalatinos que igualmente nos satisface y alegra. Toda la Comarca estaba habitada por numerosas tribus indígenas, que mantenían relaciones de vecindad con los irritilas con quienes tenían también frecuentes enfrentamientos, por la defensa de sus territorios y lugares de caza y recolección.
Numerosas tribus estaban distribuidas en las extensiones que ocupan los hoy estados de Coahuila y Durango, como en el amplio valle de Parras donde se asentaban los miopacoas, meviras, hoeras, maiconeras y payos. En la zona de San Pedro y en las orillas del río Nazas vivían los paogas, caviseras, vasapalles, ahommas, yanahopos y daparahopos, Por el rumbo de la Sierra de Mapimí, radicaban los mapemes y tobosos, entre otros más que también han sido identificados como Laguneros y en sitios más alejados, los salineros, neguales y baxaneros.
Nuestra comunidad, tuvo la fortuna de ser testigo y protagonista, de singulares acontecimientos que la han incrustado de lleno en nuestra historia patria. El primer referente histórico de gran relevancia se presentó en el antiguo poblado de San Sebastián, Dgo., distante pocos kilómetros de la hoy ciudad de Gómez Palacio. En ese lugar, arribaron prisioneros de los realistas españoles el Padre de la Patria don Miguel Hidalgo y Costilla, en compañía de la caravana de los principales caudillos insurgentes en su peregrinar cautivos de ese ejército, que los conducían a la ciudad de Chihuahua donde serían sometidos a juicio por su participación en el movimiento de Independencia Nacional. El mencionado poblado hoy se llama ejido Bella Unión, y en ese sitio aún sobrevive el viejo Sabino donde, según la tradición oral, fue encadenado el cura Hidalgo, mientras se reagrupaban sus captores para continuar su marcha a la norteña capital, donde recibió un juicio injusto y sumamente degradante, para ser fusilado y decapitado, exponiendo su cabeza en forma ignominiosa como ejemplo y escarmiento para los que intentaran igualmente rebelarse al yugo español.
Nuestra región formaba parte de las grandes extensiones de tierra localizadas en Coahuila y Durango que después de la Conquista de la Nueva España, la Corona Española se las adjudicó al Marquesado de Aguayo y posteriormente fueron adquiridas por Melchor Sánchez Navarro, heredero de José Miguel Sánchez Navarro, cura de Monclova e integrante de una de las familias más prominentes de Coahuila. Don Melchor, heredó los bienes a sus sobrinos Jacobo y Carlos Sánchez Navarro y Beráin, quedando un adeudo de 30 mil pesos en esa operación, a favor de los descendientes del Marqués de Aguayo, quienes en 1848 requirieron el pago del crédito señalado a los señores Sánchez Navarro, por lo que estos para pagar ese saldo debieron enajenar una parte de sus bienes a los señores Leonardo Zuloaga Olivares y Juan Ignacio Jiménez, quienes adquirieron las superficies correspondientes a la Hacienda de San Lorenzo de la Laguna, en una operación celebrada el día 24 de abril de 1848, por la cantidad de 80 mil pesos, que incluía los mencionados terrenos de eriazo localizados en los cauces de los ríos Aguanaval en la parte de Coahuila y río Nazas en el lado de Durango. Los compradores iniciaron de inmediato los trabajos necesarios para poder irrigar esas superficies, provocándose diferencias con su vecino dueño de la Hacienda de San Juan de Casta, el terrateniente Juan Nepomuceno Flores y Alcalde.
Procurando zanjar esa problemática, los citados celebraron un convenio de fijación de límites para tratar de evitar conflictos, reuniéndose el día primero de marzo de 1852 en la parte poniente del cerro de Calabazas, determinaron que la línea recta divisoria por la parte del río Nazas, iniciaría en la parte más elevada del cerro en mención, y al lado de la Hacienda de San Fernando, hoy Lerdo, siguiendo rumbo al norte rumbo al cerro de la Borrega y terminaría en la sierra de Mapimí. Las tierras que quedan a la derecha de la mencionada línea formarían la Hacienda de San Lorenzo de la Laguna, de los señores Zuloaga y Jiménez. Las labores del rancho de San Fernando y todas las tierras de eriazo a la izquierda de la citada línea que se trazó, quedaron comprendidas como parte de la Hacienda de San Juan de Casta perteneciente al señor Nepomuceno Flores, quien se comprometió a dejar en beneficio de los dueños de la hacienda de San Lorenzo de la Laguna, el agua sobrante de la presa de San Fernando, para que pase sin embarazo a la presa de la labor de Santa Rosa, declarando que son propietarios de dicho remanente y como tales los reconoce, así como también lo son de la referida presa de Santa Rosa, su acequia y demás mejoras que están hechas hasta la fecha.
Zanjado el problema de los límites y aguas con el propietario de San Juan de Casta, los señores Zuloaga y Jiménez decidieron partir la hacienda que habían adquirido en común desde el día 8 de febrero de 1852, y se acordó que el primero quedara en posesión de la hacienda ubicada en Coahuila, y el señor Jiménez como propietario de la hacienda del lado de Durango, con el río Nazas como división natural de ambas propiedades, corriente abajo. Don Juan Ignacio Jiménez, principio en 1849 la construcción de la presa de Calabazas, para derivar las aguas del río por la margen izquierda a fin de irrigar las tierras abiertas al cultivo en Santa Rosa de Lima, que era el nombre de su hacienda. El asentamiento agrícola fue escenario de las constantes irrupciones de los belicosos indios bárbaros del norte, como llamaban a los comanches y a los apaches de Jerónimo, ese afamado indígena, a los que hacía frente con gran valor y determinación el señor Jiménez en defensa de sus gentes y sus propiedades.
También estuvo involucrado en los enfrentamientos entre liberales y conservadores en la Guerra de Reforma o Guerra de los Tres Años, que se desarrolló de 1857 a 1860, condenando al país a una intensa confrontación sin cuartel entre los contendientes. En el contexto de este conflicto, el presidente reaccionario Miguel Miramón, le otorgó nombramiento de Comandante y Gobernador Militar en Durango, al español Domingo Cajén, que era un mercenario sanguinario, ladino y de doble discurso, que agrupó en torno suyo a un numeroso contingente de facinerosos ex presidiarios y asesinos llamados "Los Tulises", entre los cuales se encontraban "El Pájaro Azul, el Gavilán, el Cuitlacoche y otras aves de rapiña…a que el clero de ese tiempo recurrió para sostener los privilegios de que gozaba, uno de los jefes que los enfrentaron decía "Muchos pájaros de ese curioso cuadro, se baten con una valentía que les haría honor si no fueran bandidos".
El 27 de septiembre de 1859, Cajén intento apoderarse de San Juan de Guadalupe, siendo rechazado por los vecinos sanjuaneños, con el apoyo de las fuerzas liberales, al mando del coronel José María Sánchez Román, los cuales resultaron vencedores tras dos días de batalla. En La Laguna, las fuerzas militares de Domingo Cajén fueron sembrando destrucción, muertes y saqueos, provocando el pánico en haciendas y poblaciones como Santa Rosa de Lima, San Fernando, Avilés y Mapimí. En algunos lugares, el citado maleante era recibido con gran entusiasmo por los grupos conservadores y curas, quienes adornaban las calles y amenizaban la llegada con música y repique de campanas, sin importar que entre sus huestes participaran los más sanguinarios cabecillas escapados de los presidios. Debido a la gravedad de la situación la comarca fue declarada en estado de sitio, por lo que José María Patoni, el patriota gobernador liberal del Estado de Durango decidió combatir directamente a los latro-reaccionarios, como llamaban a los conservadores, tomando como base de operación militar la hacienda de Santa Rosa de Lima (hoy Gómez Palacio) propiedad de don Juan Ignacio Jiménez.
Se apoyó en las fuerzas del Estado de Nuevo León y Coahuila, cuyos gobernadores eran Santiago Vidaurri y Pedro Hinojosa, que además tenía cargo de general en jefe de las fuerzas de Zacatecas del Ejército del Norte, y también con el respaldo de las tropas de la Primera Brigada de la Guardia Nacional de Parras, bajo la comandancia del teniente coronel Máximo Campos Navarro. La Hacienda del señor Jiménez sería el escenario el once de abril de 1860, de la Batalla de Santa Rosa de Lima, que se inició con el asedio de las fuerzas de Cajén, que estando posesionados de la Hacienda de San Fernando (hoy Lerdo) sorpresivamente atacaron Santa Rosa, pero la oportuna intervención de la gente de la Guardia Nacional al mando de Máximo Campos, les causó una completa y total derrota que los hizo huir de desbandada por distintos rumbos, dejando una considerable cantidad de muertos en el campo de batalla, según el parte de guerra que envió el citado a sus superiores. Continuará...
