Columnas la Laguna

De Política y Cosas Peores

Armando Camorra

Dulciflor, púdica doncella, se resistía a las ardientes solicitaciones de Afrodisio Pitongo, su salaz cortejador, hombre proclive a la concupiscencia de la carne. Cuanta mayor vehemencia y más grande ardimiento ponía él en sus eróticas demandas, tanta mayor fortaleza mostraba ella en la defensa de su pudicia y de su castidad. Finalmente propuso el libertino: "Está bien, Dulciflor: dejémoslo a la suerte. Tiraremos una moneda al aire. Si cae águila hacemos lo que yo quiero. Si cae sol haremos lo que no quieres tú". Pepito estaba haciendo la tarea mientras su mamá tejía y su papá hojeaba el periódico. "Papi -preguntó-, ¿cuál es la capital de Perú?". "No lo sé" -respondió el señor. "¿Cuál es el río más grande de América?". "No lo sé". "Y ¿qué ejemplo podemos poner de animal mamífero?". "Tampoco lo sé" -repitió el progenitor. En eso intervino la señora: "Ya no molestes a tu papá, Pepito. Él quiere leer su periódico en paz". "Déjalo que pregunte, mujer -dijo el señor-. De otra manera ¿cómo va a aprender?". Un individuo extremadamente alto entró al baño del restorán a desahogar una urgencia menor. El hombre padecía un tic nervioso que lo obligaba a hacer visajes y gestos muy diversos y a girar la cabeza a todos lados. Estaba haciendo lo que había ido a hacer cuando vio a su lado a un pequeño señor que hacía lo mismo: muecas variadas y giros de cabeza. "¡Oiga usted! -le reclamó enojado-. ¡No me remede!". "¡Pos no me salpique!" -se quejó el chaparrito. Una señora le dijo con tono desolado a su vecina: "Creo que cometí un error muy grave al criar a mi hijo. En vez de darle el pecho lo alimenté con botella, y me salió borrracho". "Anda -la consoló la vecina-. No sabe una qué hacer. A mi hijo yo le di de mamar, y me salió político". Para muchos hoy será el primer día de vacaciones. No pocos saldrán en sus automóviles a las carreteras. Todos deberemos hacerlo con precaución, sin exceder nunca los límites de velocidad, obedeciendo siempre las señales de tránsito Hemos de revisar nuestro vehículo antes de emprender la marcha a fin de constatar que esté en buen estado y que no sufrirá algún desperfecto que nos deje varados a la orilla. La misma revisión hay que hacer de las llantas. Manejaremos con precaución, pues sabemos que después de un accidente grave la vida ya no vuelve a ser igual. El uso del cinturón de seguridad será obligatorio, no porque así lo determinen los reglamentos de tránsito sino porque así lo ordena nuestro instinto de conservación. Recordaremos, sobre todo, que manejar con copas nos puede llevar, y puede llevar a otros -nuestros seres queridos, quizá- al hospital o al cementerio. Evitemos que nuestras vacaciones se conviertan en tragedia. Si no andamos mal podremos regresar con bien. Una señora se presentó en el despacho del Lic. Ántropo y le dijo: "Abogado: vengo a verlo porque mi esposo murió intesticulado". "Querrá usted decir 'intestado', señora" -la corrigió el jurisconsulto. "No, licenciado -replicó la mujer-. Mi marido hizo testamento. Hablo de lo que el cirujano le quitó antes de que el pobre se fuera al otro mundo"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, le dijo a su maduro galán: "Aceptaré su amor, don Calendárico, si cuando me bese usted escucho sonido de campanas". El señor se dispuso a besarla. "Espere -lo detuvo la señorita Himenia-. Para estar yo más segura vayamos a la catedral". El padre Arsilio les informó a sus feligreses lleno de preocupación: "Según las estadísticas del episcopado esta ciudad tiene el segundo lugar en adulterios en todo el país". Dijo una señora: "Y tendríamos el primero, padrecito, pero hay algunas que no están haciendo su parte". FIN.

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