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"Hay tres cosas en la vida que una vez que pasan, nunca regresan: el tiempo, las palabras y las oportunidades".
Y ASÍ ES. Se han escrito infinidad de mensajes sobre el tema: El tiempo, y en todos ellos, se hace hincapié sobre la forma tan lastimosa en que lo perdemos. Creo que cuando somos jóvenes jamás recapacitamos sobre el tema, si acaso alguna ocasión reflexionamos sobre ello, sin embargo, pensamos que todavía tenemos infinidad de ello, sin cruzar por nuestra mente que es lo menos seguro que tenemos, ya que como hemos escuchado en infinidad de ocasiones, la vida "pende de un hilo" y otra cosa más, "que un segundo pudiera ser la diferencia entre la vida y la muerte".
Sufro tanto al ver cantidad de esquelas donde se anuncia la partida prematura de niños y niñas de escasos años; de jóvenes, sobre todo varones, que después de un trágico accidente, la mayoría pierden la vida, dejando a sus padres en un estado de pesar que no hay palabras de consuelo que pueda mitigar el dolor por el que están pasando y con la interrogante de por qué ellos, por qué su amado hijo, por qué precisamente si estaba en la flor de su vida, pletórica de juventud con un futuro muy halagador y de repente se derrumban, se van por la borda, por los suelos, todos los sueños, todos los proyectos que querían hacer de él a través del curso de los siguientes años.
Los que hemos vivido en la familia esta triste experiencia es difícil describir el dolor por el que pasamos, sobre todos los padres; para mí, es difícil describir las escenas de dolor y escuchar repetidamente a mi padre decir: "Me dolió mucho la muerte de mi madre, pero el dolor vivido ante la pérdida de un hijo es indescriptible". De estos acontecimiento hace ya 66 años, cuando yo tan sólo contaba con 11 años de edad.
El artículo publicado hoy (9 de abril) de la autoría de Flor A. Vargas Cortés, titulado "Yo sin mi celular no puedo vivir" y lamentablemente es "cierto". Los que ya sobrepasamos la octava década de nuestras vidas, aún conservamos "la capacidad del asombro", de ser testigos de los avances que se han registrado en los últimos 50 años en relación a la tecnología, y que como ella misma menciona "…como con cualquier otra herramienta, no se puede calificar como buena o mala por sí sola, sino por el uso que se le dé".
Indirectamente, vivimos los inicios del teléfono inalámbrico allá por abril de 1973 cuando Martin Cooper, directivo de Motorola, realiza la primera llamada desde un teléfono móvil desde una calle de Nueva York, precisamente a su mayor rival en el sector de la telefonía: Joel Engel de los Bell Labs. de AT&T.
En 1981, el fabricante Ericsson lanza el sistema NMT410; en 1986, Ericcson moderniza el sistema, llevándolo hasta el nivel NMT900, y fue a partir de 1990 cuando nace la segunda generación que utiliza GSM, IS 136, y a partir de ese año, en las dos últimas décadas, la evolución de los celulares ha sido ya incontrolable.
Prácticamente, la llegada de las primeras computadoras coinciden con las del teléfono inalámbrico y ello ha ocasionado un cambio en relación a los medios de comunicación que todavía los "setentones" y más, no alcanzamos a digerir ni en el mínimo porcentaje y es muy frecuente que como abuelos requiramos la ayuda y orientación de nuestros jóvenes nietos, e incluso de los niños que aún no llegan a la primera década de su vida.
No obstante, en el lado negativo, por estadísticas publicadas, tenemos que el uso inapropiado del celular, como es hacer uso de él al ir manejando, o bien, estar chateando o enviando mensajes, ha ocasionado miles de accidentes donde han perdido la vida, sobre todo jóvenes, que son los que más lo utilizan al ir manejando y en otros casos, más tristes, sobrevivir dejando múltiples lesiones sobre todo en columna lumbar o pérdidas de miembros inferiores o superiores que los ha dejado con secuelas permanentes y que cambia el destino del resto de sus vidas.
