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Más pena que gloria

Tengo que decirlo, mis expectativas sobre el nuevo régimen empiezan a deslizarse por el tobogán de la realidad; ni han bajado los precios de las gasolinas, ni ha disminuido la violencia, ni la corrupción ha desaparecido como declaró AMLO, en sus discursos buscando el voto, que más que argumentativos eran perorata repetitiva y diatriba contra el régimen neoliberal.

Insultó la inteligencia de los mexicanos con declaraciones como “Al día siguiente de que yo tome posesión, se terminará la corrupción”; con la premisa falsa de que si el presidente es honesto, todo su gabinete y servidores públicos lo serían.

Cien días han pasado a galope tendido y han dejado una polvareda que nubla la visión del camino. Contra la corrupción se han ejecutado medidas varias; entre las más importantes fue la guerra anti huachicol, guerra que han abandonado los reflectores, y lo poco que se sabe es que los huachicoleros van ganando las batallas; y si él mismo (AMLO) declaró que el 80% del robo de combustóleos se daba al interior de Pemex, no entendemos por qué no limpió a fondo esa empresa paraestatal, empezando con los trabajadores sindicalizados comandados por el intocable Romero Deschamps.

De medidas anticorrupción que no han sido populares mejor ni hablar; pues miles de personas se han quedado desempleadas; la austeridad republicana le ha pegado a todo México, excepto a la élite político-empresarial; y es de lamentar las decisiones acerca de la suspensión de programas, como el de las estancias infantiles y el de los refugios para mujeres maltratadas.

Por otra parte, es notorio el énfasis que se ha dado a programas de ayuda social, como el Programa Becas para el Bienestar de las Familias que beneficiarán a estudiantes de educación básica, media superior y superior, además de aumentar la ayuda a personas de la tercera edad; loable sin duda, pero populista, igual que López Portillo y Echeverría.

AMLO ha establecido un “vínculo directo con el pueblo, por encima, al margen o en contra de las instituciones, las libertades y las leyes”(Krauze), igual que Castro, Chávez y Maduro.

La luna de miel que empezó con una inusitada popularidad de AMLO, empieza ya con descontentos de arrepentidos y afectados negativamente por los primeros cambios de esta 4T, la que según el EZLN empezó desde el gobierno de Salinas, y ven a AMLO como una simulador más del neoliberalismo.

La disyuntiva es clara: o seguimos con la libre empresa, en perjuicio de las clases más necesitadas o nos vamos por un nacionalismo. De estas opciones la primera es nefasta cuando el gobierno es corrupto; la segunda es actualmente imposible de lograr, considerando las condiciones de globalización, de las cuales no podemos quedar al margen. El mundo ya es una aldea en la que la independencia económica es más que utopía, una quimera.

El gobierno ha demostrado su fracaso como empresario, lo único que le queda hacer es una buena política de estado en la que la economía ocupe el primer plano, y la corrupción, la delincuencia y la impunidad sean reducidas a su mínima expresión.

AMLO peca de ingenuo al pensar que porque él es honesto todos lo seremos; el hambre es canija, y los valores morales, antaño pilares de la familia se han desdibujado, se han debilitado, y a la menor tentación se hacen añicos.

En síntesis: no podemos prescindir de la iniciativa privada. Necesitamos los capitales de los ricos, de grandes inversiones y generación de empleos bien pagados; además de programas de bienestar dirigidos a los empleados, diseñados para aumentar la productividad, su moral y mejorar y su calidad de vida.

¡Ya basta de ingenieros que andan de taxistas! o de abogados metidos a profesores. Zapatero a tu zapato.

Héctor García Pérez

Comarca Lagunera

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