-Tengo dos relojes -dijo el maestro a sus discípulos-. Uno está descompuesto. El otro funciona, pero atrasa un segundo. ¿Cuál de los dos relojes es mejor?
-El que funciona -respondieron unánimes los estudiantes-, aunque atrase un segundo.
-Falso -dijo el maestro-. Ese reloj nunca marca bien la hora. El otro, el que está detenido, marca dos veces al día la hora exacta. Por lo tanto es mejor.
Los discípulos quedaron confusos y en silencio. El profesor, entonces, sonrió y les dijo.
-Ustedes respondieron bien. La respuesta que yo les dí es la de un lógico. Pero resulta que la lógica no sirve a veces para la vida. El hombre no es tanto un animal racional como un animal razonable. Si vivimos de acuerdo con la pura razón no viviremos bien. Echando mano de lo razonable, que es lo que llamamos el sentido común, es como podemos afrontar el diario problema de la vida. De vez en cuando lo bueno es mejor que lo perfecto.
Así dijo el maestro. Y tomando el reloj que marcaba siempre la hora más o menos bien, hizo a un lado el reloj que la marcaba perfectamente sólo dos veces cada día.
¡Hasta mañana!...