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¡Que lástima!

Conforme pasan los días, nos damos cuenta que la manera especial de gobernar de AMLO, se parece ni más ni menos a un titiritero por su forma de conducirse, olvida la seriedad de la investidura presidencial. No deja de echar mano de la burla, del vocabulario barato y sobre todo del revanchismo. En una palabra, no le da la seriedad a su trabajo que es el más importante del país. La chabacanería de algunas actitudes sobre todo el manejo de sus mascaradas de votaciones, un teatrito barato que busca un escudo en donde parar los errores que con toda seguridad saldrán conforme se avance en el sexenio. Todo lo bueno lo hizo el presidente, lo malo lo escogió el pueblo. O sea que nos quiere tomar como poco avispados en las prestidigitaciones que realiza y con ello minimiza a todo el conglomerado nacional.

La votación sobre la termoeléctrica fue una farsa total, no representó ni el uno por ciento del total de personas potenciales votantes. A la mañana siguiente apareció Amlo muy lozano a proclamar que el pueblo se había manifestado y remachó su encubrimiento señalando que no se iban a perder los millones de esas inversión, la votación era pues inútil, solo para llenar el escenario del teatrito de polichinelas que piensa son todos los mexicanos. No podrá tomar algo en serio este señor ni mirar por la dignidad de la nación en sus conductas?

Malo, muy malo que tretas de un baratero de mercado, que quiere dar kilos de ochocientos gramos nos exponga así sus intenciones y propósitos. Podremos creer en la buena fe de Amlo, creo que solo un ingenuo lo puede hacer.

Un presidente serio que le dé dignidad al cargo, que no use el vocabulario desdenista como fifi o riquillo y algo más; la elocuencia de un presidente con recursos de merolico. En algo se parece a Trump?

Miguel Ángel Hernández

Torreón Coah.

***

Tiempo de prisas

Y de progresos tecnológicos increíbles en otros tiempos, que se suceden de forma imparable. Esto nos introduce de hecho, en cambios insospechados de formas de vida que afectan tanto a hábitos y costumbres, como a la intimidad de las conductas.

Cambios que afectan al habitat, con agrupamientos humanos en los núcleos más civilizados, las grandes ciudades, con grandes recursos y más atractivos, pero, que tienen el inconveniente de vivir sometidos a un continuo movimiento, siempre apresurados, sin tiempo para encontrarnos con nosotros mismos, con la familia, con los amigos etc. En cierto modo nos aísla y roba intimidad, alegría y paz.

Y quien dice paz, dice tranquilidad. Pero, no toda tranquilidad lleva a la paz, porque, quienes no hacen nada, quienes no cumplen en su trabajo, quienes atentan contra el bien común, quienes roban la inocencia de los niños, etc. etc.

Dicen paz, paz, pero no la encuentran para sí mismos, porque tienen como encallecidas sus conciencias y son ya insensibles.

No hay mayor miseria, que la de ser miserables, sin ni siquiera sospecharlo (Libermann). Y San Agustín dice que: la verdadera paz es la tranquilidad del orden que supone ausencia de agitación y plena confianza en el bien que se desea.

Antonio de Pedro Marquina

Zaragoza, España.

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