El viajero llega a La Paz y escucha una leyenda.
Los pescadores de perlas buceaban en las aguas de la bahía para sacar ese preciado don del mar.
Dijo uno de los buzos: -La fiesta de la Virgen está cerca. Voy a buscar una perla para ella.
Buceó por un minuto y salió luego con una concha que al abrirla mostró una perla de gran tamaño y hermosura. Otro de los buzos, envidioso, declaró: -Ahora yo voy a buscar una perla para el diablo.
Se sumergió en el mar y ya no apareció. Su cuerpo no fue hallado. Cada día, a la hora del crepúsculo, las olas forman un remolino que figura la cabellera del ahogado.
La perla, según se cuenta, fue llevada a España como presente para la esposa del rey Carlos III. La soberana, al escuchar la historia del regalo y saber que pertenecía a la Virgen, ordenó que en La Paz ardiera perpetuamente una lámpara de aceite en homenaje a la Señora. El anciano que me hizo ese relato me dijo que su padre había visto arder esa lámpara en un nicho de la Calle Real.
¡Hasta mañana!…