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Contraluz

NO NEGOCIABLE

María del Carmen Maqueo Garza

La escena es muy simple. Sube el criminal a la combi, encañona al conductor demandando "su cuota". El conductor le responde que no la tiene. El criminal exige que le entregue su teléfono celular. El conductor lo hace. A gritos, el criminal ordena a todos los pasajeros y al conductor abandonar el vehículo, pues va a inutilizarlo. Conforme van descendiendo de la unidad, el criminal se dirige a ellos para decirles: "Que Dios me los bendiga".

Una escena así no hubiera salido ni de la pluma de Faulkner. Paradójicamente, a nosotros nos resulta muy familiar, son cosas que suceden a diario. Hasta podríamos decir que los pasajeros tuvieron la fortuna de que el arma del criminal haya sido una escuadra y no un AR15, y que todos vivieron para contarlo. Encaja muy bien en un escenario donde el desencanto cristiano erigió la Santa Muerte, y un sincretismo singular colocó en un altar a Jesús Malverde, el "santo" de los narcotraficantes.

El término "señales mixtas" se ha utilizado en muchos campos del comportamiento, ya sea en el flirteo entre dos personas o en la educación de los menores. El clásico ejemplo de esto último es el del padre que con el cigarro en los labios prohíbe a su hijo fumar o el que se alcoholiza y a la vez castiga a su hijo por tomarse una cerveza.

En lo personal, me enfoco mucho al significado de las palabras. De acuerdo a Howard Gardner, creador de la hipótesis de las inteligencias múltiples, ello se debe al predominio de la inteligencia lingüístico-verbal. Debo confesar que cuando leí por primera vez acerca del trabajo de este investigador del comportamiento humano, a principios de los años ochenta del siglo pasado, sentí un alivio inmenso. A partir de su planteamiento, no era grave que yo fuera desorientada y confundiera el oriente con el occidente, tampoco lo era no haber heredado las dotes para las artes plásticas de mi mamá. Mis habilidades iban por otro camino, de modo que me correspondía aprender a sacarles provecho: Con el tiempo, descubrí que poner tanto énfasis en el peso específico de cada palabra, abre una lectura distinta de la vida, en ocasiones al punto paranoica, pues andamos descubriendo intenciones de las que tal vez ni el mismo autor tenga conciencia.

"Dios me los bendiga", puede estar dicho con la mejor de las intenciones, pero en lo particular, lleva implícito un sentido de superioridad del que ofrece bendiciones por encima de aquéllos a quienes van dirigidas. Es un modo de insinuar que se está muy cercano al Creador, de modo que va a negociar con él para que favorezca a todos: En este caso, el criminal negociará con Dios para bendecir al conductor y a los pasajeros, después de que los dejó a todos sin corrida y al conductor sin teléfono celular.

Cada palabra genera un impacto en la sociedad. Las que son confusas o dañinas propician un golpeteo que daña la confianza y mina la autoestima. De este asunto de las bendiciones podrían salir una y mil sinrazones que -cada una por su camino propio- afectan a la sociedad. Por citar algunas que se me ocurren en este momento:

• Mi dios y yo somos "tan cuates", que permite que yo los asalte, y luego atiende a mi solicitud de colmarlos de bendiciones.

• Dios no los cuida a ustedes, pues me está permitiendo ser parte del crimen organizado, pero no se preocupen, si mueren a causa de un disparo, partirán con todas mis bendiciones.

• El cielo es para todos. Tanto para los que mueren balaceados como los que detonan el arma.

• El cielo no existe.

Así como lavamos diversas partes de nuestro cuerpo para mantenerlas limpias, deberíamos de hacer de manera periódica con nuestro interior. Revisar qué está entrando a través de los sentidos. Deshacernos de todo aquello que genera desánimo y propicia -como diría Farrés- "ansiedad, angustia y desesperación". Analizar cada hecho al que nos enfrentamos, ya sea en primera persona o a través de los medios, y definir con qué parte del mensaje recibido nos quedamos.

Ahora bien, cuando se trata de los pequeños, vigilar qué señales están captando y cuáles podrían ser los efectos de las mismas. Si los exponemos indiscriminadamente a señales mixtas, tendremos por resultado lógico un comportamiento confuso y errático, alejado de la ética ciudadana que México requiere.

Comunicar qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, implica en primer término haberlo entendido nosotros, ser claros al manifestarlo y tener la entereza de sostenerlo. Se requiere un "sí" o un "no" contundente, que permita establecer un marco referencial para el comportamiento del chico. Ya conforme crezca y madure, estará en capacidad para definir la relatividad de sus conceptos, pero, hasta nuevo aviso, la verdad no es negociable.

https://contraluzcoah.blogspot.com/

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Escrito en: contraluz

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