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"LOS MUERTOS QUE VOS MATÁIS GOZAN DE CABAL SALUD"

Arturo Macías Pedroza

Esta frase de polémica autoría, "los muertos que vos matáis gozan de cabal salud", usada para simbolizar la falsedad de afirmaciones, puede aplicarse ante el certificado de defunción que el presidente de México ha extendido para el neoliberalismo la semana pasada.

La sentencia de muerte dictada el 1° de diciembre, primer día de su mandato, se ha ejecutado y escuchamos colocar los últimos clavos de su ataúd el 17 de marzo, apenas tres meses después. En aquella ocasión, el jefe del Ejecutivo le declaraba la guerra al neoliberalismo y se comprometía a hacer todo lo que estuviese a su alcance para evitar su regreso.

Pero no está muerto ni enterrado. La presencia de elementos y estructuras vivas y amenazantes de este sistema se resisten a desaparecer. 36 años de neoliberalismo económico no se acaban por decreto presidencial. Nuestra patria ha sido arrastrado en la vorágine del sistema económico imperante que basa sus estándares de riqueza en necesidades creadas por él mismo, y en parámetros medibles sólo en dinero. Habiendo caído en el sistema de mercado nacional e internacional neoliberal, capitalista y consumista, estamos aún siendo moldeados con la violencia y el miedo induciendo la sensación de inseguridad, ante un exterior constantemente amenazante. Aislados frente a una pantalla mientras consumimos desaforadamente. La formación que nos ha convertido en consumistas es una verdadera transformación social que duró 6 sexenios y cambió los valores en los que antes se fundamentaba, estimulada como conducta adictiva, el consumismo implica una satisfacción momentánea y efímera que requiere repetir el acto de consumo de manera incesante sin alcanzar la satisfacción deseada. Permanentemente insatisfecho, convertido en un adicto, constantemente busca nuevos consumos que sólo le dan efímera satisfacción ante lo banal.

Impulsado por los llamados poderes fácticos que son las empresas trasnacionales que dominan el mundo, usan los medios masivos de comunicación privados, como aparatos ideológicos del sistema neoliberal, habiendo moldeado a los ciudadanos-consumidores que simplemente siguen el mandato de los medios en cuanto a que todo se vale, la sobrevivencia del más apto, y la competencia inmoral.

Arraigado este modelo económico-social que privilegia el lucro por sobre todas las cosas y pretende convertir a la vida en un negocio, está imperando en todo el mundo y tiene en nuestros vecinos del norte un ejemplo a seguir. Es pues necesario todo un programa de transformación a largo plazo, decidido, coherente, sin presiones externas e internas ni fuego amigo, con un plan más preciso en este sentido y sin tantos errores como los que se han cometido. Los cada vez mas pocos y más poderosos beneficiados con el neoliberalismo se han levantado peligrosos de sus tumbas con una salud envidiable.

Pero la esencia del hombre no es la violencia y la competencia como se nos ha hecho creer, sino la comunicación y la asociación. El hombre ha construido la "civitas" (familia, cultura, civilización, sociedad, país…) para vivir en ella. Esa construcción que es parte de nuestra evolución humana se caracteriza por definir normas, instituciones, rituales míticos y religiosos que promueven la colaboración y evitan los actos que desintegran. No se puede vivir sin amor. Es el otro el que me identifica a mí mismo. La sociedad de consumo, en cambio, impone un ritmo deshumanizante y una crisis civilizatoria imposible de sostener. El amor no se adquiere en el mercado o con dinero. Requiere "perder tiempo", dedicación poco "lucrativa", reciprocidad "desinteresada". Los pobres son más felices porque les sobra el contacto humano y tienen una agitada vida social con más fiestas que días en el año.

En cambio, cuanto más se sube en el sistema neoliberal, más se sufre la soledad y más se gasta en psiquiatras. El utilitarismo destruye el sentido de vivir. Destruye la esencia del hombre. La insatisfacción radical y perversa del consumismo es que comprar no satisface una necesidad, sino que se ha hecho una necesidad en sí misma, independientemente de verdaderas necesidades. Comprar-tirar-comprar-tirar…

La maquinaria nacional e internacional de este sistema, tiene sus características propias en nuestro país. La globalización de la corrupción, de la violencia, de la impunidad y la injusticia, están conectadas directamente con este sistema y adquiere entre nosotros variaciones del mismo tema, quizá incluso acentuados en algunos aspectos. Tratar de competir siguiendo la lógica del mismo sistema no es la solución. Incluso aunque tuviéramos los recursos económicos y las "cualidades" requeridas para este sistema, estaríamos caminando a nuestro propio fracaso por ser destructor de todo: del otro que se convierte en enemigo, del ambiente que lo hace "explotable" y de sí mismo, al basar su dignidad y valor en el tener y no en el ser.

Concretamente, la economía neoliberal nos ha hecho pasar de una alimentación sana y garantizada en las unidades domésticas tradicionales (milpa), a una alimentación deficiente, que se compra en el mercado y que requiere dinero. Se ha pasado a prácticas agrícolas especializadas que dañan la biodiversidad y requieren inversión de capital y acaban con la producción campesina, la vivienda tradicional se hace un producto que se compra a largo plazo y que está sujeto a especulación. La salud se transforma en el negocio de la enfermedad. El dinero se hace un fin en sí mismo en vez de un medio para facilitar el intercambio de bienes. La lógica del sistema es convertir todo en negocio creando falsas necesidades.

La pretensión de nuestro presidente de cambiar todo un sistema mundial, requiere mucho más que tres meses y medio de obras que no combaten el neoliberalismo, realizado por personas que son neoliberales. Habremos de empezar por modificar las cosas que valoramos descubriendo cuáles son más valiosas, y sopesando condiciones ideológicas y sistemas de valores que implican un estilo de vida impuesta desde el poder y nocivo para el mundo. El modelo económico que busca sólo el tener y no el ser, cansa y no satisface las aspiraciones más profundas del alma. El principio de reciprocidad es la base para el desarrollo integral del hombre y para el bien común. Requerirá por tanto de todos nosotros, de mucho tiempo y de cambio de rumbo. Implica también un combate frontal contra quienes sacan ventaja de nuestros miedos y esclavitudes.

Es pues cuestión de vida o muerte: o matamos entre todos al liberalismo que aún está vivo, o él nos matará a todos.

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