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'LA RIQUEZA DE LOS VETERINARIOS'

M.V.Z. Francisco Núñez González

Ahora que mi labor son los perros y gatos, un cliente al ver que mi clínica se encontraba a una distancia de tiro de piedra de donde vivo, me preguntó si alguna vez había trabajado en el campo, por lo regular a los veterinarios nos relacionan con ranchos ganaderos, establos lecheros o simplemente en el área rural. Inmediatamente, las imágenes de antaño vinieron gratamente a mi mente cuando inicié mi profesión, recordando cuando trabajé como veterinario rural, tenía 22 años de edad, a unos días de haber egresado de la escuela sin experiencia alguna, sólo con la teoría de los libros y las enseñanzas de mis maestros, pero con todas las ilusiones de iniciar mi profesión que durante años había estudiado, ansiaba con trabajar, recuerdo que mi único temor era enfrentarme a enfermedades exóticas y no poder diagnosticarlas.

Atendía todas las especies de animales domésticos en un pintoresco poblado del estado de Durango, Súchil, tenía que viajar en varios transportes para llegar a mi destino a varias horas de casa, donde la primera noche la pasé en un salón abandonado en compañía de una gran familia de murciélagos. Mi primer cirugía fue atender una cerda que llevaba dos días en trabajo de parto, se encontraba deshidratada y en muy malas condiciones, la única solución era hacer cesárea, aceptaron sus dueños, una familia muy humilde, tal como lo temía, las crías se encontraban sin vida y la paciente horas después falleció. Después de haber esperado durante años este momento, de iniciar mi profesión con el mayor de los éxitos, soñando con ser un excelente y destacado veterinario, fue todo lo contrario. Me encontraba desilusionado y esa noche hablé por teléfono con mi padre, traté de no mostrar mi preocupación, pero estoy seguro que captó mi estado de ánimo, me comprendía perfectamente y me dijo con el mayor de los optimismos: "No te preocupes hijo, estás iniciando tu profesión y es normal encontrar altibajos, estás bien preparado y saldrás adelante, y si deseas regresar no importa, sabes perfectamente que siempre tendrás nuestro apoyo, cualquier decisión que tomes será la adecuada y la respetaremos".

Volví a sentir la adrenalina por mis venas, si iba a claudicar con estas nimiedades realmente no estaba hecho para mi profesión. Permanecí meses trabajando en el histórico valle del Súchil, cada vez tenía más pacientes al darse cuenta la gente de los poblados aledaños de mis servicios, atendiendo de todas las especies animales de la región. Uno de los casos clínicos que guardo con agrado, fue al diagnosticar y confirmar una enfermedad de rabia en una paciente porcina, que pudo haber sido el foco de contagio a una familia muy humilde de siete pequeñines, que en esos años era común la enfermedad en humanos.

Pasaron dos años y cambié de ubicación de trabajo al histórico poblado de Santiago de Mapimí, para estar más cerca de la familia y de mi novia; al regresar después de unos meses para despedirme de aquellos mágicos lugares del valle de Súchil, me recibió el Dr. Antonio Escandón Rentería, quien ocupó mi lugar de trabajo, colega de gran experiencia y excelente amigo hasta la fecha, egresado años antes que un servidor.

Me felicitaba por la labor desarrollada en las comunidades con el medio ganadero, sólo sonreí, mi colega tenía un excelente carácter y quería hacerme sentir bien, al notar mi incredulidad, me dijo muy solemne y formal: "En serio te lo digo, te felicito por tu trabajo de veterinario, la gente se expresa muy bien de ti y se encuentran muy satisfechos con los resultados de tu trabajo, de todo corazón te lo digo, me has dejado un gran compromiso".

Me conmovió y le agradecí, recordando en mi interior unas palabras muy acertadas, "Pocos hombres tienen la fuerza y el carácter para alegrarse del éxito de un amigo sin sentir cierta envidia". De regreso a casa, durante el camino al ver el ganado en aquellos extensos campos adornados de mezquites, nopales y pastizales, hasta los aromáticos pinos repletos de piñones en lugares más altos donde atendí aquellos partos de crías con dificultades al nacer, vacas moribundas que con la simple inyección de calcio en la vena se aliviaban por arte de magia, haber detenido aquel brote de pasteurelosis en los hatos caprinos utilizando la oxitetraciclina, aquellas cirugías que por primera vez las realizaba, donde afortunadamente los pacientes se restablecían después de las enormes incisiones para extraer a sus crías en las cesáreas, la extracción de sombreros, huaraches y objetos raros del estómago de las vacas en ruminotomías, las cotidianas castraciones en becerros, cerdos y caballos, tantas vivencias pasaban por mi mente.

Valió la pena haber permanecido y vencer mi primer obstáculo de aquella cesárea que realicé cuando recién llegué, sonreía mi alma recordando esas imágenes de 40 años, siendo ésa la mayor riqueza de los veterinarios… "Regresar la salud de los animales".

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