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TRES NUEVOS ÉTHOS: EL PERMISIVISMO, EL PENSAMIENTO DÉBIL Y EL NIHILISMO

Arturo Macías Pedroza

El hombre posee una naturaleza herida: está hecho para cosas maravillosas, pero también tiene tendencias negativas que dan lugar a graves errores en la educación, en las costumbres, en la política, en la acción social, llegando a consolidar estructuras bien establecidas que lo dañan sistemáticamente. Nos damos cuenta de que todo esto nos ha llevado a un "desarrollo" erróneo, pues este desarrollo está dinamizado por el afán de ganancia exclusiva y por la sed de poder.

Esta manera nueva de comportamiento (éthos) nos ha hecho creer a muchos que cada persona, cada grupo social y cada institución, puede y tiene derecho a crear su propia realidad, y por consiguiente, su propio estilo de vivir. Como cada quien cree que puede tener su propia verdad, su propia historia, su propia realidad, creemos que nadie puede prohibirnos nada y por consiguiente todo nos está permitido, al margen de que exista o no una moral. Este crea otro nuevo éthos o comportamiento llamado "permisivismo" y con él, el adiós a la verdad. ¿Qué es la verdad? Para los que siguen esta lógica no es otra cosa que interpretación compartida, razonable, pero interpretación al fin. Encontramos la verdad cuando nos ponemos de acuerdo: lo que diga la mayoría, lo que esté de moda, lo que hemos decidido que sea. Esto descalifica todo principio autoritario; toda verdad en sí misma creyendo falsamente que la mayoría no se puede equivocar. Por lo mismo, rechazan a cualquiera que quiera "imponer" algo, aunque sea verdadero, lógico o racional.

Comienza a surgir cada vez con más fuerza otro éthos en el que existimos: "el pensamiento débil" que es consecuente con lo anterior, pues si cada quien ha creado su historia, su moral, su realidad y su verdad, entonces ¡fuera fundamentalismos! Llamando fundamentalista simplemente a quien proclama verdades para todos; a quien ponga cualquier principio de autoridad. Proclaman: ¡no existe la verdad absoluta! La creencia de que existe una verdad inconmovible, como fundamento de la metafísica y del pensamiento fuerte, tiene que ser ya desechado. Dicho de otra forma, "el pensamiento fuerte pretende haber llegado a la verdad absoluta de las cosas y de esta pretensión sólo hay un paso al absolutismo y a la intolerancia". Llaman absolutista e intolerante a cualquiera que pretenda hacerles ver una verdad que no coincide con la suya, convirtiéndose así mismos en lo que rechazan.

La historia de la verdad en el Siglo XX es una transición hacia una falsa caridad que consiste no en amar, sino en escuchar al otro y en respetar lo que dice. Creer que se posee la verdad única crea división; se le llama caridad a creer que puede compartirla sin jerarquías. El amor deja de ser el ayudar al otro a encontrar la verdad: "si está equivocado no me interesa. Allá él". Se niega que la caridad esté en la verdad. Siguiendo esta mentalidad, educar, corregir, orientar, incluso a los hijos, ya no es un acto amoroso.

Estamos ante una sociedad individualista que se mira continuamente a sí misma para terminar encontrando vacío, soledad e insatisfacción, que necesita ideales nuevos y referentes seguros, porque no los tiene al lado, que anhela ser feliz, pero termina contentándose con migajas o engaños de felicidad como las drogas o el placer del instante. El lema de este individualismo es: "el mínimo de coacciones y el máximo de elecciones privadas posibles; el mínimo de austeridad y el máximo de deseo".

Decía Martin Heidegger que el nihilismo, el triunfo de la nada y el vacío, antes que una teoría es un hecho histórico en el que Occidente y su modernidad llegan a la realización de su pleno declive: la carencia de sentido. Otro éthos que no podemos prescindir de reflexionar es el nihilismo, para explicarnos el porqué de tanta indiferencia ante el esfuerzo gratificante o ante el sacrificio por los ideales. La raíz del nihilismo está en el carácter superfluo de los valores últimos; en que las grandes preguntas se vuelven caducas y obsoletas. El nihilismo rechaza la razón y las verdades objetivas, quedando sólo interpretaciones, perdiéndose así las bases mismas sobra las que se asentaban los valores (unidad, verdad, finalidad). La religión es sustituida por cosmovisiones fantasiosas y ciencias reducidas, sin pretender siquiera conferir sentido a la existencia y a la realidad.

"Dios ha muerto" y la consecuencia es la pérdida de todo punto de referencia, decía patéticamente Nietzsche en "la gaya ciencia". Y es que, muriendo Dios, muere también la idea más noble del hombre. El nihilismo, pues, es la historia del desfondamiento de la cultura y de la propia auto comprensión humana. Es cierto que tal vez no hemos leído a ese filósofo y no profesamos conscientemente ese "nihilismo", pero sin duda hay mucho de esto en nuestra vida, mentalidad y ambiente.

Así llegamos al advenimiento de la posmodernidad, que se describe como la época del pensamiento débil (argumentación más con la emoción, la sensibilidad que con la razón), de la identidad fragmentada (la persona dividida en su interior), el vitalismo social (disfrutar de la vida a toda costa) y el indiferentismo religioso (la cuestión de Dios es mejor no planteársela). En definitiva, "la era del vacío". ¿No necesitamos una verdadera y profunda conversión?

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