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Un día sin celular

SIN LUGAR A DUDAS...

Un día sin celular

Un día sin celular

PATRICIO DE LA FUENTE
El automóvil, el televisor, el video, la computadora personal, el teléfono celular y demás contraseñas de la felicidad, máquinas nacidas para “ganar tiempo” o para “pasar el tiempo”, se apoderan del tiempo”.

— Eduardo Galeano

Es miércoles y mi celular lleva casi todo el día sin sonar, tampoco emite los ruidos y distintas alertas a las que me tiene acostumbrado. Bendito sea. Caigo en cuenta de que por primera vez en algún tiempo, hoy pongo mayor atención en los sonidos de esta tarde calurosa que ronda los treinta grados centígrados y eso que apenas estamos en marzo.

Escucho pájaros, la música guapachosa con la que trabajan en una construcción aledaña y las mentadas cariñosas entre albañiles, los claxonazos de camiones, el estruendo de ambulancias y patrullas. Todo lo característico de una ciudad intensa, divertida y complicada en una tarde cualquiera, antes de la hora pico en la que el tráfico se torna en lo más parecido a vivir en la jungla.

Y es que al parecer, cada vez soy menos popular pero también es debido a que se suscitó una falla técnica y derivado de ello, en este momento ni Whatsapp ni Facebook ni Instagram sirven en todo el mundo. Cada quien lo vive dependiendo del uso que le de a dichas redes y según le va en la feria, pero en lo personal agradezco las horas de calma pues me permiten centrar la atención en lo verdaderamente importante.

Como tú, querido lector, dependo del teléfono porque me dedico a la comunicación y a la política ciudadana y ello implica estar en contacto permanente con la información. Durante la campaña de 2018, los teléfonos fueron una extensión de quienes trabajamos en estas lides, pero hoy puedo decir que no llegué al punto de haberme convertido en esclavo del teléfono y además, nadie somos lo suficientemente importantes e indispensables para no poder dejar el celular por un rato.

Aunque ya no vivo con la intensidad de aquel tiempo ni mis jornadas de trabajo son de 16 horas diarias como es propio en cualquier contienda, sigo despertándome muy temprano. Supongo que ello se debe a una combinación entre edad, gusto, responsabilidad, trabajo y a que con los años abrazamos ciertas rutinas y costumbres.

Por la mañana, lo primero que consumo además de un café es información y salvo que tenga juntas o esté frente a un grupo de personas, por lo general procuro estar enterado todo el día. Sin embargo, los fines de semana trato de alejarme de las “ventajas” que ofrece la tecnología. De hecho, algunas personas se sorprenden pues sábados y domingos busco que mi consumo sea únicamente de impresos, libros y alguna buena serie o película. Además, ningún aparato podrá sustituir el sublime placer de estar mirando a otra persona a los ojos y conversando con ella.

Si puedo ir al cine, bien, de otra suerte las plataformas de “streaming” me parecen lo mejor que nos ha sucedido en largo rato. En tales días, utilizo el celular estrictamente para emergencias o para comunicarme con mi familia, amigos y colegas de trabajo.

Lo cierto es que cada vez tengo más aplicaciones descargadas y viéndolo en retrospectiva, podría prescindir de algunas. Sí, por un lado me facilitan la vida y contribuyen a que pueda realizar un mayor número de actividades en menor tiempo; por el otro sé que a mayor número de aplicaciones mayor será el número de alertas y publicidad que tendré que estar dispuesto a recibir salvo que opte por desactivarlas.

Dentro de las aplicaciones que utilizo con frecuencia cuento aquellas que tienen que ver con mensajes instantáneos (Whatsapp y Telegram) además de medios de comunicación, podcasts, redes sociales, plataformas para escuchar música, Uber, Rappi, comida a domicilio, vuelos de avión, bancos y tarjetas de crédito reservas de hotel, otras desde donde pido el súper a casa cuando la vida no me da para ir, etcétera. Como tú, caigo en la cuenta de que cada vez las personas utilizan el celular para todo menos para hablar por teléfono.

En lo que varios sufren por sentirse incomunicados, recordé una rola buenísima de Los Tigres del Norte. La escribieron hace más de veinte años cuando tener un celular, además de ser algo extrañísimo, representaba todo un símbolo de estatus. Lo que ayer fue un privilegio, hoy forma parte de nuestra cotidianeidad. Dice así:

“Háblame cuando haya mucha gente, pa que todos volteen a mirar. En el carro parezco influyente cuando me hablan a mi celular. Yo lo traigo de noche y de día porque me da personalidad. Aunque ya no traiga baterías me sirve tan solo para apantallar. Voy con mi celular en la mano, parezco romano de la antigüedad. Pues un ejecutivo de altura no tiene figura sin su celular”.

Qué tiempos aquellos, Don Simón. Hoy, francamente no sé si algunos podrían sobrevivir sin celular.

Vaya delicia…la de no usarlo.

Twitter @patoloquasto

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