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La columna del perro

¿CON LA VARA QUE MIDAS?

M.V.Z. Miguel Dávila Dávila

No pensé que la vida fuera así: recién después del mes que nací, mi mamá ya no volvió al lugar que nos parió a mis hermanos y a mí. El terreno baldío en que nacimos estaba retirado de las casas, y por más que lloramos de miedo, hambre y de frío todos, nadie nos escuchó.

Cuando la sed y el hambre nos caló, nos salimos del agujero que nuestra madre había hecho entre unas ramas, mis hermanos y yo, guiados únicamente por el instinto de supervivencia, nos atrevimos a salir tomando cada quien por rumbos diferentes.

No sé exactamente cuánto tiempo pasó, y yo por más que caminé y lloré, no encontraba compañía, mucho menos quien me diera agua y comida. Por suerte para mí, encontré por ahí vagando algunos restos de comida y un poco de agua que bebí de un charco.

No sé cuánto tiempo anduve por ahí, no sé si fueron días o semanas, y siempre que veía alguna persona tratando de ganarme su confianza para que se compadeciera de mí, siempre obtuve maltrato, pues me decían que era un "perro de la calle".

Cada vez estaba más "flaco" y débil, pues sólo comía cuando tenía suerte de encontrar algo por ahí. Mi piel empezó hacerse áspera, el pelo se me desprendió, me rascaba mucho hasta sangrar, y al insistir en acercarme a las personas, peor rechazo tenía de ellas, al grado de arrojarme piedras o agua para que me alejara y no me quedara cerca de sus casas.

El tiempo pasó, el hambre, la sed, el clima y el cansancio llevó mi vida al límite de mis fuerzas, y cuando yo me abandoné a mi suerte, sólo pensaba que provenía de una madre que también era de la "calle", que seguramente corrió la misma suerte que yo y por eso no volvió y el único crimen que cometimos es que alguna persona inconsciente nos abandonó en la calle por haber cometido el delito de no ser de raza, sólo por ser criollos.

Casi inconsciente, escuché la voz de un niño que le decía a su mamá que lo traía de la mano: "mira mamá, éste es el perrito que te platiqué, vamos a llevárnoslo y alimentarlo, tú nos enseñaste a tener piedad del desvalido". La mamá, ante semejante argumento, no tuvo más que asentar con la cabeza en forma positiva, y acto seguido, me levantó y yo tenía la seguridad que a partir de ese momento mi suerte cambiaría para bien, así como el karma de ese niño de su mamá, pues bien si sabemos que se cosecha lo que se siembra.

Y ahora, para terminar, una gota de filosofía: SÓLO BASTA UNA SOLA COSA PARA QUE LOS MALOS GANEN, Y ES QUE LOS BUENOS NO HAGAN NADA.

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