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Seré breve

EDGAR SALINAS

La brevedad domina la discusión, debate y opinión en la actualidad. Tal vez producto de la influencia del video y las plantillas que las redes sociales más populares disponen para el uso cotidiano, en la actualidad la brevedad es moda. Lastimosamente no se trata de una brevedad que haga síntesis de argumentos y razones, sino su contrario: la brevedad de la consigna. No es una brevedad que resuma conocimiento sino más bien parece la expresión facilona y perezosa de una opinión. En no pocas ocasiones se trata incluso de la brevedad del insulto y la descalificación.

Esta era de lo "breve" no es precisamente aquella encomiada por Baltasar Gracián: "lo bueno si breve, dos veces bueno", pues en todo caso aquella sería la brevedad que sintetiza las razones no la que con pereza las sustituye por etiquetas y, repito, consignas. Sin embargo, debe reconocerse que en no pocas ocasiones esa brevedad posee humor e ingenio y otras tantas es preferible a la verborrea incontinente vacía de utilidad y sentido.

Cuando se trata de temas de interés general, la arena de la brevedad es un espacio donde el debate cede su lugar a una lucha de consignas. No importa el sustento de los dichos, sino el poderío ideológico de las frases, su popularidad o el piso de poder desde el que se enuncie. Y lejos de convertir al diálogo y enfrentamiento de ideas, razones, posiciones, se le transforma en ocasión para la esgrima retórica donde la brevedad lejos de buena entorpece la profundización en las razones y planteamientos, y se sustrae de la discusión acerca de las consecuencias de lo que se resume sin fundamento.

En el contexto actual, hay temas importantísimos para el interés general que no han cruzado las fronteras de la brevedad a la hora de abordarlos. Aspectos del bienestar y equidad que son enmarcados desde justificaciones como "son mejores los apoyos directos". O eliminar como política de estado la promoción de las inversiones y negocios internacionales pues se les etiqueta como "negocio de unos cuantos". O proponer regulaciones al margen de la evidencia y basadas, en contraparte, en creencias y generalizaciones a partir de casos específicos.

Desde luego que comunicar y difundir temas que poseen tecnicismos disciplinares lejos del alcance generalizado implica simplificar las complejidades intrínsecas al abordaje público de esos temas, y lo mismo ocurriría con regulaciones, el mercado, el sistema de seguridad pública, las instituciones de bienestar social, etcétera. Pero hacer de la simplificación la base y fondo de la discusión es socavar las posibilidades de elegir lo mejor en la construcción de una mejor y más equitativa sociedad. Y además echar por la borda logros para el bien común no siempre fácilmente conquistados.

El ágora actual es digital e ir a contracorriente de ello es desperdiciar la posibilidad de abrir los debates que interesan a las comunidades. También es evidente a estas alturas del dominio de lo digital por sobre otras plataformas comunicativas que esa arena es muy fácil de pervertir, manipular y, en definitiva, convertirla en un estadio para las agresiones y el silenciamiento del disenso y las razones. Entonces, si bien son el canal privilegiado para distribuir ideas y posiciones, no son precisamente la mejor plataforma para sustentar a profundidad las ventajas, implicaciones y consecuencias de la toma de decisiones públicas, pues están diseñadas para la brevedad.

En este contexto, quienes desde las instituciones son responsables de tomar decisiones que implican nuevas leyes y regulaciones para la actividad económica; nuevas formas de distribuir los bienes y recursos generados; nuevos esquemas de promover el desarrollo y acceso a oportunidades; están obligados a superar la brevedad de toda argumentación, aunque, desde luego, la comunicación deba ser adecuadamente simplificada como ejercicio de inclusión para la opinión democrática.

Toda sociedad construye sus instituciones gradualmente. Perversiones de lo público como la corrupción, la ineficiencia, la impunidad producto de sistemas que no funcionan, son retos que, con visiones amplias, plazos razonables, y sustento técnico han sido superados por diversas naciones, excepto por aquellas enfrascadas en lo coyuntural y en la ausencia de evidencia y razones a la hora de diseñar las instituciones y regulaciones sobre las cuales se edifica un estado.

En comunicación, la brevedad funciona. A la hora de sustentar y razonar las mejores formas de organizarnos para el bien común, la frontera no ha de ser la brevedad, sino el consenso y la reflexión amplia de alternativas, evidencias y aspiraciones.

Twitter: @letrasalaire

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