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El comienzo del desencanto

Todos los mexicanos escuchamos o leímos el manantial de promesas vacías que fluían de la boca de AMLO, durante su campaña presidencial. Promesas de todos tamaños, formas y colores en verborragia incontenible, a pesar de que su elocuencia, distaba leguas de la de sus adversarios políticos, sobre todo, de Anaya. Sin embargo, la necesidad de sacudirnos una plutocracia y un gobierno ineficiente y corrupto, logró el efecto de hacernos creer en la utopía que AMLO repetía incansablemente; conscientes, muy dentro de nosotros, que la corrupción no iba a desparecer como por encanto, tan sólo llegara AMLO al poder, aun así votamos por él.

Ahora, a dos meses de su mandato, los problemas sociales del país no han menguado; antes bien, han aumentado y complicado.

No se tiene que ser sociólogo ni politólogo para darse cuenta que la pobreza, el principal problema del país, no ha disminuido un ápice; y que ésta, es raíz de muchos otros problemas. Según los estándares del Banco Mundial, más del 50% de la población mexicana se encuentra bajo el umbral internacional de la pobreza y es de clase baja; problema éste, que limita el acceso a la alimentación, a una vivienda digna y a la salud pública.

La educación básica en México, dique “gratuita”, deja mucho que desear en términos de calidad; las tasas de analfabetismo, seguramente, producto del sistema educativo, y de los problemas sociales como la pobreza y el desempleo son altas en comparación con otros países latinoamericanos. Como muestra un botón: En una colonia de Gómez Palacio llamada “Parque Hundido”, en un radio de dos manzanas yo mismo constaté que más de 40 niños y jóvenes menores de 15 años no saben leer ni escribir.

La falta de educación escolarizada, aunada a la desintegración familiar, trae consigo la decantación hacia actividades delictivas y el consumo y tráfico de drogas; y al interior de los hogares, la violencia intrafamiliar es una constante. Secuela de una educación deficiente es la construcción de paradigmas que abonarán a conductas de discriminación y, por falsos prejuicios, la de no inclusión de las minorías, el desdén por la lucha contra la contaminación y la fijación de la idea errónea e inmoral de que “el que no transa no avanza”

El desempleo es una de las causales más importantes en la gestación de conductas ociosas que devienen en delictivas y de un sentimiento de fracaso personal y de marginación social que se traduce en conductas socio patológicas, en las que la corrupción es sólo una de tantas.

Y en cuanto a la aplicación de la justicia, México es, por debajo de Venezuela, el único país latinoamericano con peores índices de aplicación de justicia tanto civil como penal. (Según la World Justice Project)

Y para no hacer tan larga esta lista de males, emanada de La caja de Pandora, según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), entre sus integrantes, México es el país más corrupto; lo que indica que, la corrupción está tan enquistada no sólo en las altas esferas del poder político-empresarial, y en organizaciones criminales, como extendida en grandes sectores de la sociedad mexicana.

Hoy por hoy, AMLO enfrenta a un mismo tiempo más de uno de los grandes problemas sociales, además del huachicoleo. El gran problema es su indecisión para aplicar la ley.

Fincar responsabilidades y conducirse dentro del marco de la ley es la solución. Si el gobierno es débil, sobrará quién le haga bulling. ¿Dónde quedó la tan llevada y traída frase: “Por encima de la ley nadie, al margen de la ley nada”?

Héctor García Pérez

Comarca Lagunera

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