Columnas Finanzas

Operación cicatriz AMLO-empresarios

Empresa

Alberto Barranco

A diferencia de los ayeres de gloria, esta vez el ingreso y la salida del presidente de Kimberly Clark de México, Claudio X. González, a la asamblea de cambio de estafeta en la presidencia del Consejo Coordinador Empresarial, se dieron en solitario, acaso por el fin de su papel de gran elector en el organismo.

Esta vez el fiel de la balanza en el arribo de Carlos Salazar Lomelín al organismo cúpula de cúpulas fue el Grupo Monterrey, con énfasis en dos de sus empresas estelares, Fomento Económico Mexicano (FEMSA) y Grupo Alfa.

Señalado como el artífice de la campaña para descarrilar al puntero en las encuestas por la Presidencia en la República en 2006, Andrés Manuel López Obrador, el expresidente del Consejo Mexicano de Negocios quedó en posición incómoda en la tercera es la vencida, por más que se apresuró a tomarse la foto con el presidente electo.

Lo cierto es que, a contrapelo de los augurios de que en su toma de poder desenvainaría la espada flamígera de la venganza, el talante de López Obrador camina más hacia la reconciliación que al cobro de agravios.

Ahí está, por ejemplo, la comida del borrón y cuenta nueva con los empresarios más poderosos del país: Carlos Slim, Germán Larrea Mota Velasco y Alberto Baillères, reyes de las telecomunicaciones, del cobre y de la plata.

El primero había manifestado frontalmente su inconformidad por la cancelación del aeropuerto en Texcoco; el segundo y el tercero fueron parte del grupo que acudió ante el presidente Enrique Peña Nieto para solicitarle que el candidato priista, José Antonio Meade, declinara a favor del panista Ricardo Anaya para darle a éste opción de alcanzar a López Obrador.

Lo cierto, como lo expresó en su discurso ante el cambio de presidente del CCE, es que el Presidente de la República está plenamente consciente de que ninguna meta de su gobierno, ya en materia de crecimiento, de empleo y de justicia social, se podría lograr sin el concurso de la inversión privada nacional y extranjera.

En la operación cicatriz pareciera contribuir a una nueva visión empresarial, más cercana al marco social del gobierno, el discurso de Salazar Lomelín, de quien López Obrador dijo ser su amigo desde hace 20 años, en el que habla de empresas que ofrezcan de manera fidedigna y sin engaños bienes y servicios de calidad a los mejores precios; cumplir con la ley; pagar impuestos y contribuciones sociales; tratar a los trabajadores con respeto y dignidad, con salarios justos, de acuerdo con su productividad, y ser incluyentes en el otorgamiento de plazas laborales.

Del dicho al hecho, empero, pese a las ovaciones de pie al nuevo dirigente, pese al aplauso nutrido al Presidente de la República cuando comprometió a los empresarios a sumarse a la cruzada contra la corrupción, al término del evento se desgranaban burlas contra uno y otro.

"Ahora sí se acabó la pobreza y la corrupción", decía la sorna.

Gobierno nuevo; empresarios a la antigüita.

Balance general

Separado voluntariamente de su cargo de director general de Pemex Exploración y Producción al involucrársele en las telarañas de la "Estafa Maestra", ahora resulta que sin cargo alguno Miguel Ángel Lozada sigue influyendo en las decisiones de Petróleos Mexicanos.

De hecho, se le acusa de mantener el control, junto con Juan Javier Hinojosa Puebla, de la filial de la empresa productiva del Estado.

De hecho, las apuestas se inclinan por su pronto regreso al cargo.

Más de lo mismo, pues.

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