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Las palabras tienen la palabra

Son accidentes que no se evitan

Columna póstuma de Juan Recaredo

Yo tengo un perro. Muy bien -dirá usted - y antes de que le describa cómo es mi perro, usted ya se lo imaginó… al menos de que usted nunca haya visto un perro antes, lo cual es poco probable. Puede ser que se imagine un perro grande y peludo, de color claro o a lo mejor oscuro. Bueno, y si a la palabra perro le modifico y agrego una pequeña partícula al final, me queda que tengo un perrito. Ah, entonces usted ya se imagina un perro, pero de tamaño pequeño… igual con sus cuatro patas, su cola y todo, pero pequeño.

Luego, se me ocurre agregarle una letra ese al final de la palabra, y le digo que tengo perritos. Como consecuencia, usted se imagina ya no uno, sino varios perritos. Y si para colmo, se me ocurre cambiarle una letra más: la o por la a, resulta que tengo perritas. Ahí usted puede imaginarse igual los animalitos pequeños, pero de diferente sexo… y ya no se imagine más cosas, mejor.

Todo este ejercicio de imaginar mis perros es para mostrarle a usted lo que son los accidentes gramaticales. Así se llaman: accidentes. ¿Y por qué accidente? ¿Le pasó algo malo a la palabra? Pues no malo, pero si consideramos que un accidente cambia o altera el orden de las cosas, pues es correcto llamarle así, aunque quienes estamos haciendo la alteración de la palabra somos nosotros, al agregarle o cambiarle letras.

En realidad, estos accidentes son adaptaciones que se le hacen al sustantivo o adjetivo para cambiar lo que se está comunicando. Puede usted modificarle el género, el número o algunas otras características.

No parece tener una gran ciencia, sobre todo con un ejemplo sencillo. Pero la cosa se complica cuando tenemos ciertas palabras de las que no es tan fácil cambiar el género. Si yo me refiero a un individuo, pero que es mujer, ¿es una individua? ¿El femenino de juez es jueza? ¿O qué tal el discutido genero de "presidente" y "presidenta"?

Mire: desde hace años que algunos académicos han insistido en que los cambios de género en una palabra se hagan de manera directa y que se respeten. Manuel Seco, un renombrado académico de este tema, sostiene con su argumento que el femenino de tigre debería ser tigra y no tigresa. Se oye feo lo de "tigra" porque no estamos acostumbrados a usarla así, pero si las reglas gramaticales tienden a facilitar las cosas del lenguaje, así debería ser.

En cierta medida, se ha estado aplicando esta regla con muchas palabras de uso cotidiano. Volviendo a un ejemplo que le di hace un momento, la palabra "presidenta" ha provocado una discusión muy intensa sobre si se aplica o no esta regla o accidente gramatical. La clara tendencia es que se utilice correctamente el "presidenta", aunque persista la discusión de que "presidente" es quien preside, independientemente si es hombre o mujer. Los "conservadores" del lenguaje dicen que, si se aplica esta lógica, entonces la mujer que canta es la "cantanta", por ejemplo. No dude usted que pronto se considere como correcta.

En fin, estos son los accidentes gramaticales y no crea usted que están limitados al cambio de género en una palabra; recuerde que también podemos cambiarle el tamaño o el número.

Y si le digo: "¡Qué "presidentitos" hemos tenido..!", ¿usted qué se imagina?

Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios: [email protected]. Twitter: @donjuanrecaredo.

ME PREGUNTA:

Vero Cavazos: "Yo soy de los que creo en Dios" o "Yo soy de los que creen en Dios". ¿Cómo debe decirse?

LE RESPONDO:

La clave está en definir quién es el sujeto de la oración. El sujeto no soy yo sino un grupo indefinido de personas que son los que creen. Por eso, lo correcto es decir: "Yo soy de los que creen en Dios".

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA:

Amigo que no presta y cuchillo que no corta… poco importan.

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