Columnas la Laguna

MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Lloraba la muchacha al pie del pozo. Su gallina había caído en él y se había ahogado. Su padre la iba a reprender, y quizá hasta golpear por esa pérdida.

-¿De qué sirve que llores? -le decían los vecinos-. Esto no tiene ya remedio. Y ni siquiera puede sacar la gallina, pues el pozo es muy hondo y apenas se le alcanza ver ya muerta.

En eso pasó por ahí un caminante y lo conmovió la aflicción de la joven. Hizo un ademán. Las aguas del pozo se elevaron y trajeron a la superficie a la gallina, que volvió a la vida y cacareó en los brazos de la feliz muchacha.

Parece éste un milagro de San Francisco de Asís, una de sus florecillas llenas de gracia y de color. Pero no es franciscano este sencillo prodigio de sabor tan popular. Es jesuita. El milagro lo hizo San Ignacio de Loyola, santo al que se considera severo, adusto y riguroso.

Demos gracias a Dios por la gracia de Dios. Con ella se pueden hacer cosas de mucha gracia.

¡Hasta mañana!...

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