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Vivir la ciudad

NUESTRO CONCEPTO

Cuando pensamos en nuestra ciudad, no sólo lo hacemos en referencia a su historia, instituciones, símbolos de identidad o patrimonio cultural. Ciudad, debería ser una palabra que defina también nuestra relación con el entorno que habitamos, la forma en que recorremos sus calles y como logramos que nuestra vida transcurra en ese espacio arquitectónico, natural y conceptual.

Mientras la tendencia mundial ha hecho que en las últimas dos décadas, las personas regresen a los centros de sus urbes, y este fenómeno permita un mayor uso de transporte público y alternativo, desplazando en la medida de lo posible, el uso del automóvil en la era en que sufrimos los embates del cambio climático; en nuestra región parece que aislar nuestra vivienda se convierte en un estilo de vida, más que en una opción.

Más allá de clases sociales y poder adquisitivo, el concepto de circuito cerrado o privada; que en tiempos donde la inseguridad nos llegó con todo, tuvo una demanda importante debido al miedo y la posibilidad que este concepto de vivienda ofrecía, aunque es importante aclarar que no significó garantía de nada. Pero los días de la violencia pasaron y las constructoras siguieron, en contra de la tendencia mundial, ofreciendo está forma de vida.

Poco se ha visto la mano de nuestras autoridades, no sólo para regular está forma de desarrollo inmobiliario, sino por generar planes de rescate que hagan de nuestra región un lugar de convivencia. Luego de la inversión que se realizó al centro de Torreón, la vida nocturna confirmó, sólo una parte del plan de rescate, porque si bien es cierto, gracias a restaurantes, bares y centros de entretenimiento se ha generado una importante derrama económica, una gran parte del día sigue vacío.

La ausencia de un programa que permitiera ver el centro como una opción de casa habitación, fue el reclamo de expertos, colectivos y diferentes sectores de la sociedad, que hoy parecen tener la razón. Y si los encargados de la planeación de nuestras ciudades, no trabajan en programas integrales, de reforestación, mejoras viales, e incluso de transporte, seguiremos viendo una mancha urbana en continuo y desordenado crecimiento.

Afortunadamente también hemos testificado en nuestra ciudad el surgimiento de una generación de jóvenes inquietos que han optado por vivir en nuestras primeras colonias, que a pesar de las inclemencias de nuestro clima, han puesto sobre el asfalto la bicicleta como opción y han regresado a ese comercio de las esquinas, las pequeñas fondas y el mercado, ojalá. Estos esfuerzos aislados contagiaran a instituciones públicas y privadas, y nos invitaran a pensar cómo podemos habitar mejor nuestra ciudad.

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