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El experimento va a fracasar

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MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Es por demás preocupante que, cuando están bajo discusión asuntos tan relevantes como la creación de la Guardia Nacional, la descalificación del oponente sea la vía argumentativa preponderante del gobierno federal y de los legisladores oficialistas, máxime, cuando se presentaron al país como aquellos que harían de la política algo más digno.

Pero, la preocupación no sólo radica en que se tomará una decisión que son incapaces de defender con argumentos sólidos y suficientes; sino, además, porque de manera intencional se enardece a las huestes para atacar a quienes son señalados por oponerse a los deseos presidenciales. Como sucedió en estos días con aquellos que mostraron con cifras y argumentos, por qué no debe existir la Guardia Nacional y que luego de ser estigmatizados por el presidente, fueron ferozmente atacados en las redes sociales. Como si ése fuera un clima que le conviene al país.

Es muy claro que, por nuestros graves problemas educativos, la mayoría de los mexicanos no puede distinguir entre argumento y descalificación. Pero, precisamente por eso, una verdadera transformación social debería mostrar, con el ejemplo, que se debate con altura y se respeta al oponente, sobre todo, cuando se trata de ciudadanos que no hacen otra cosa que exponer sus razones para no desear que sea tomada dicha decisión para el país; incluso, cuando algunos de ellos votaron por AMLO.

Hay, además, otro mal hábito presidencial que es el de separar a los ciudadanos entre "pueblo" y "no-pueblo". No debería el gobierno de realizar tal distinción, no sólo porque es injusta, sino, además, porque claramente es lanzada con el ánimo maniqueísta de separar a los buenos y a los malos, asumiendo como parámetro para tal calificación la propia postura del presidente: los buenos son los que lo apoyan y el resto merece arder en el infierno.

Quiero insistir en el peligro de debilitar el orden institucional del país para favorecer el liderazgo carismático de un sólo individuo. Y es que, más tarde o más temprano, ese líder contagie sus prejuicios y frustraciones a una masa crítica de seguidores que ya, de por sí, tienen muchas razones para estar molestos. Se sigue estirando la liga y ésta va a reventar si no se destensa y el presidente y sus colaboradores deben comenzar por dejar de lado las descalificaciones.

Necesitamos mucho más del AMLO estadista y mucho menos del presidencialista o, en verdad, el experimento va a fracasar.

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