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Constitución y realidad

Raúl Muñoz de León

Como mexicanos estamos y nos sentimos orgullosos de nuestra Constitución Política. Sabemos que fue promulgada el 5 de febrero de 1917 por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, "Varón de Cuatro Ciénegas". Cada vez que se ofrece, y aún sin haber motivo aparente, presumimos de tener un documento que contiene las garantías de los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano. Tenemos conocimiento que es producto de la Revolución de 1910, movimiento popular y sangriento que cobró un millón de vidas de mexicanos que participaron en la lucha armada.

Poseemos información de las sesiones que llevó a cabo el Congreso Constituyente de 1916-1917 y aplaudimos la pasión que los diputados constituyentes pusieron en los debates para la discusión y aprobación de los Artículos 3º, 27 y 123 que integran lo que se llama derecho social mexicano. Celebramos con entusiasmo el 5 de febrero de cada año el aniversario de la Carta Magna: discursos, actos cívicos, ofrendas florales y guardias de honor en estatuas y monumentos de parques y plazas en todas las ciudades del país para rendir homenaje a quienes nos dieron un orden jurídico que permitiera encausar a nuestra nación por la vía del orden, la paz, la armonía y la concordia.

Sabemos que consta de una parte dogmática que comprende los artículos del 1º al 29, parte que contiene lo que indistintamente se llaman garantías individuales, derechos fundamentales de la persona, derechos subjetivos públicos o derechos humanos. Cualquiera que sea el nombre que se prefiera o se use, esta parte de la Constitución hace referencia a una serie de categorías jurídicas de primer orden, reconocidas y protegidas por el Estado: derecho a la vida, a la libertad, a la justicia, a la educación, al agua, a la salud, a la vivienda, a un medio ambiente sano y saludable, al trabajo, a la dignidad, al decoro, al respeto, a la propiedad, a la información, a la participación política, a formar partidos políticos, a la manifestación, expresión y publicación de las ideas; derecho de petición, derecho de votar y ser votado, derecho a profesar el credo religioso que más convenga, etc.

Se llama dogmática porque son derechos que no admiten cuestionamiento ni duda, sino que el hombre los tiene por el simple hecho de serlo, sin que puedan ser sometidos a confiscación, conculcación, represión o restricción. Al poseerlos la persona deben manifestarse y ejercitarse plenamente. Claro que entre ellos hay jerarquías o grados, sin que pierdan por ello su valor intrínseco. Los romanos, campeones del Derecho decían: "Después de la vida y la liberad, la justicia...".

Y una parte orgánica que va del 30 al 136 que habla de las obligaciones del mexicano; de la soberanía nacional, de la forma de gobierno, de la división de poderes, de las atribuciones y facultades del poder público en su triple presentación de ejecutivo, legislativo y judicial; del municipio libre, de los estados de las entidades federativas, del trabajo y la previsión social; de las partes integrantes de la federación, hasta llegar a los requisitos para su reforma.

Nuestra ley fundamental es dinámica y flexible, no es estática ni rígida; regula las circunstancias sociales que prevalecen en un momento dado y se adapta con relativa facilidad a la modificación o cambio de las condiciones reales o materiales de la sociedad mexicana.

Tenemos elementos más que suficientes para sentirnos orgullosos de nuestra Constitución Política; la consideramos una de las más avanzadas y mejor redactadas. Es el producto del quehacer social del pueblo mexicano a lo largo de su historia; cada una de sus antecedentes recoge las aspiraciones y anhelos de los mexicanos: la de 1857, la de 1843, la de 1836, la de 1824, e incluso la de 1814, conocida como la Constitución de Apatzingán, decretada por el Congreso de Chilpancingo, obra del genial Morelos, cuando México aún no había logrado su emancipación, respecto de España.

Todas ellas reflejan en mayor o menor medida, las luchas que los mexicanos han librado a lo largo de su historia por alcanzar plenamente su independencia, desarrollo y prosperidad. Sin embargo...

Ciento dos años ha cumplido el pasado día 5 del presente mes el texto constitucional que rige la vida social y política de los mexicanos. Debiera ser motivo de regocijo y festejo. Lamentablemente, ¿cuál es la realidad social mexicana? Con pena y tristeza tenemos que reconocer que nuestra Constitución, de la que nos sentimos orgullosos, es víctima de atropellos, de ataques, de violaciones cometidos por autoridades, por instituciones y por los mismos ciudadanos. Muchos de sus artículos son, simplemente, letra muerta.

Son muchos los mexicanos y mexicanas que carecen aún de vivienda; cuántos niños no tienen educación porque no hay escuelas o no hay maestros; miles son los que viven en condiciones insalubres, en un medio ambiente tóxico; a cuantos hogares mexicanos no llega el agua potable; por todo el territorio del país hay cientos que son víctimas de injusticias de toda índole; familias enteras que viven hacinadas y en completa promiscuidad, violentando el mandato constitucional que estable e derecho a una vida digna como corresponde a todo ser humano.

¿Acaso podemos afirmar, válidamente, sin ruborizarnos, que todos los mexicanos cuentan con trabajo y que éste es bien remunerado, suficiente para satisfacer las necesidades del trabajador y su familia? Circula en las redes un cuento tosco, grosero, áspero, que se puede reproducir en este Enfoque: En reunión de mujeres dedicadas al oficio más antiguo del mundo, se entretuvieron jugando al ¿qué te gustaría ser? Una dijo, a mí me gustaría ser la Virgen de Guadalupe, porque todos se hincan ante ella y le rinden homenaje; otra dice: yo quisiera ser la mujer de un político chingón para tener influencias, riqueza y poder; una tercera participa en el juego y exclama: "pues yo quiero ser la constitución mexicana". Por qué? Le preguntan todas; "porque me gustaría ser violada a cada momento", responde la descarada.

Teóricamente la Constitución Política Mexicana si no es perfecta, sí es perfectible. Tenemos un sistema de medios de defensa que van desde el Amparo hasta la Controversia Constitucional, pasando por la Acción de Inconstitucionalidad, que la propia Carta Magna establece en favor de los ciudadanos, de las instituciones y hasta de los propios poderes del Estado. Contamos con un Tribunal Constitucional que conoce de estos medios para atender y resolver situaciones jurídicas concretas que es la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Esencial a su naturaleza y jerarquía jurídica es el Principio de Inviolabilidad, según el cual, la Constitución no perderá su fuerza y vigor aun cuando por alguna rebelión se suspenda su observancia.

Nuestra Constitución es susceptible de ser reformada; de hecho, los especialistas en esta materia consideran que ha sido modificada más de 500 veces; y aún, puede ser sustituida por una nueva, siempre que se cumplan los requisitos de forma y procedimiento para tal fin. En estos días el Presidente de la República ha anunciado de manera clara y abierta que México necesita una nueva constitución porque la actual está muy "parchada".

Muchas modificaciones ha tenido nuestra Ley Fundamental; de las que han sido trascendentes pueden mencionarse entre otras: 1.- La que introdujo Calles para propiciar la reelección de Obregón, pues como se sabe ambos generales y políticos se amafiaron, según el verso del corrido Traiciones Políticas: "Obregón le dice a Calles, para el bien de la Nación; nos haremos los compadres, viva la Revolución"; 2.- La que llevó a cabo Ortiz Rubio para aumentar de 4 a 6 años el período presidencial; 3.- La del General Cárdenas para dar sentido socialista a la educación que brinda el Estado; 4.- La de Ruiz Cortines para otorgar a la mujer derechos políticos, el voto; 5.- La de Díaz Ordaz, que reduce de 21 a 18 los años para alcanzar la mayoría de edad; 6.- Las de Salinas de Gortari: a) para reconocer personalidad jurídica a la iglesias como asociaciones religiosas, dotándolas de derechos y obligaciones y sometiéndolas al régimen fiscal, b) la que elimina el ejido como unidad económica y productiva; 7.- La de Peña Nieto, para reconocer como entidad federativa a la Ciudad de México, eliminando el Distrito Federal.

Tiene razón el Presidente: hay que actualizar el texto constitucional para adecuarlo a las nuevas circunstancias políticas y sociales, a los modernos juegos del poder. Ello es posible respetando siempre los principios básicos o fundamentales: A.- El depositario de la soberanía nacional, que siempre será el pueblo; B.- La forma de gobierno, o sea, seguir siendo una república representativa, democrática, federal y laica; C.- La división de poderes, entendiendo que dicho principio es esencia de la democracia; D.- El municipio libre como base territorial y fundamento del Estado moderno; E.- La No Reelección del titular del poder ejecutivo federal, pues este es un principio esencial. Obregón lo intentó y le costó la vida.

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