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El papa: la fraternidad que subyace y anima

JULIO FAESLER

El mensaje del papa esta semana a los países árabes es uno de los acontecimientos más trascendentales de nuestros tiempos. Como de costumbre su importancia quedó anegada en los reportajes más taquilleros dedicados a las denuncias contra los pecados del clero católico.

Ese obsequio al morbo no quitó un ápice lo que significó la oportunidad y valentía con que Francisco I se dirigió frontalmente a un auditorio nada menos que de príncipes y funcionarios árabes convocados a la Conferencia Interreligiosa de Abu Dabi reunidos en el majestuoso espacio en que se encontraban con el objeto de tender puentes con el mundo musulmán.

Aunque fue en la Arabia histórica donde, hace dos mil años, mucho antes de la aparición del Islam, se asentaron los primeros hermitaños, anacoretas y comunidades cristianas, esta era la primera vez que el romano pontífice pisaba esas antiguas tierras. Lo hizo con la intención clara y definida de compartir, en estos tiempos de incomprensión, guerra y tragedias sin límites, la doctrina cristiana que predica el respeto a la suprema dignidad del ser humano ante toda circunstancia y adversidad.

El mensaje del Papa a los países de la península, tierra de la monarquía saudi que en estos momentos está sometiendo a la población de Yemen al más terrible sufrimiento, fue un repaso de la doctrina cristiana sobre la fraternidad que une a todo el género humano. El lenguaje fue simple pero contundente: no se puede matar por razones de fe o de religión. El auditorio escuchó inmutable el profundo discurso que incluyó sentencias como las siguientes:

"…Dios está en el origen de la familia humana y quiere que vivamos como hermanos y hermanas, habitando en la casa común de la creación que él nos ha dado. En nuestra humanidad común está que todos somos igualmente valiosos a los ojos de Dios…reconocer los mismos derechos a todo ser humano …y condenar sin vacilación toda forma de violencia, porque usar el nombre de Dios para justificar el odio y la violencia contra el hermano es una grave profanación. No hay violencia que encuentre justificación en la religión"

"…Las religiones, de modo especial, no pueden renunciar a la tarea urgente de construir puentes entre los pueblos y las culturas… Han de empeñarse con valor y audacia, con sinceridad, en ayudar a la familia humana a madurar la capacidad de reconciliación, la visión de esperanza y los itinerarios concretos de paz".

"…tienen también la tarea de recordar que la codicia del beneficio vuelve el corazón inerte y que las leyes del mercado actual, que exigen todo y de forma inmediata, no favorecen el encuentro… Que las religiones sean la voz de los últimos, que no son estadísticas sino hermanos, y nunca resignarse ante los innumerables dramas en el mundo…sino contribuir activamente a la desmilitarización del corazón del hombre. La carrera armamentista, la extensión de sus zonas de influencia, las políticas agresivas nunca traerán estabilidad. La guerra no crea más que miseria, las armas nada más que muerte."

"La fraternidad humana nos exige desterrar todos los matices de aprobación de la guerra. Ante nuestros ojos están sus nefastas consecuencias. Estoy pensando de modo particular en Yemen, Siria, Irak y Libia. Juntos, comprometámonos contra la lógica del poder armado, contra la mercantilización de las relaciones, los armamentos de las fronteras, el levantamiento de muros, el amordazamiento de los pobres…a todo esto nos oponemos con el dulce poder de la oración y con el empeño diario del diálogo".

"Las alas que sostienen a la paz son la educación y la justicia. Invertir en cultura ayuda a que disminuya el odio y aumenta la civilización y la prosperidad. La educación y la violencia son inversamente proporcionales".

"Una justicia dirigida solo a miembros de la propia familia, compatriotas, creyentes de la misma fe es una justicia que cojea, es una injusticia disfrazada.

"Los jóvenes, rodeados por mensajes negativos y noticias falsas, deben aprender a no rendirse a las seducciones del materialismo, del odio y de los prejuicios …y aprender a defender los derechos de los demás con el mismo vigor con el que defienden los propios".

Las palabras del Papa Francisco sorprendieron a muchos por la llaneza con que condenó ciertos regímenes de la región. Sus conceptos también valen para los que en América Latina oprimen las libertades y los derechos de sus ciudadanos. El choque entre los presidentes de Venezuela y el de Nicaragua contra sus pueblos que demandan una vida digna son los casos próximos a nosotros que nos llaman a solidarizarnos con sus valientes luchadores que, al menos, todavía gozan de la posibilidad de manifestarse en las calles. Por ahora Maduro y Ortega podrían lanzarse a guerras civiles. En Yemen, Siria, Iraq y demás países de medio oriente las infelices víctimas padecen rodeados de las ruinas de sus ciudades, el haber perdido todo. No hay que llegar a eso.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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