EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

Hacer pedazos la confianza

Asuntos corporativos

EDGAR SALINAS

El pegamento más sólido de toda sociedad, de toda relación, de toda comunidad, se llama confianza. Los contratos son posibles porque confiamos en que serán cumplidos y respetados, y en caso de no ser así, confiamos que las instituciones creadas para hacerlos cumplir actuarán consecuentemente.

Sin embargo, nos encontramos en un escenario global de profundo descrédito de las instituciones. Desde los referentes político-culturales como la democracia, hasta las áreas garantes del cumplimiento de las leyes, pasando por gobiernos, partidos políticos, periódicos, cadenas televisas, redes sociales, empresas, iglesias.

En la avalancha donde confluyen información, datos, curiosidades, porquerías, basura retórica e imágenes de todo lo imaginable y lo que no, hay algo que está creciendo silenciosa pero firmemente: la desconfianza. La posverdad de la era digital y los sembradíos masivos de fake news han ido minando la sólida consistencia de ese pegamento fundamental que, insisto, es la confianza.

La confianza se apalanca en la congruencia y en el cumplimiento. Si una institución encargada de educar y formar a las personas efectivamente lo hace, la confianza en ella se da y consolida. Si otra institución encargada de velar por la seguridad e integridad de las personas efectivamente lo hace, la confianza en ella desde luego que se tiene y se fortalece. Pero sus contrarios son verdaderos también.

El modo como se gestione la desconfianza que la ciudadanía tenga de las instituciones sirve de marco de referencia para prever la capacidad de éxito de una comunidad. Si para resolver un asunto de cumplimiento de la ley se recurre al linchamiento podremos suponer el grado de debilidad en la confianza que una comunidad tiene con las instancias procuradoras de justicia.

Varios fenómenos son indicativos de una suerte de pulverización de la confianza. Si vamos de lo general a ejemplos locales, podemos partir del descrédito al que se enfrenta la democracia electoral. En Estados Unidos, en Europa y en América Latina han surgido movimientos extremistas que, paradójicamente afianzados en las oportunidades que genera la democracia, la amenazan sustentado su accionar en la incapacidad de las democracias de generar bienestar generalizado y seguridad. A cambio, cultivan discursos de cuño nacionalista y poco afecto, ya no se diga a lo razonable, sino incluso a la mera discrepancia discursiva, descalificándola genéricamente como lo que no funcionó.

El sistema de contrapesos políticos es visto como una amenaza a estas visiones de intolerancia desde el poder, de allí que se generen atmósferas favorables para anteponer la supuesta iluminación del líder por encima de las instituciones. Este fenómeno está presente en todos los continentes. La desconfianza generalizada en las instituciones opera como caldo de cultivo para estas prácticas.

En el ámbito de las instituciones de la cultura, como la comunicación masiva, la gran oportunidad que significaba la posibilidad de tantas fuentes de información como ciudadanos con un teléfono móvil conectado a la web, se ha ido transformando en el torpedeo permanente a los medios de comunicación tradicionales y sus profesionales de la comunicación. La opinión, tan valiosa siempre de tener, se ha confundido con los hechos y las razones, tan difíciles de aprehender y construir.

En este contexto, confianza social es sinónimo de instituciones que funcionen para que cada persona y cada comunidad tenga la oportunidad de florecer. En la medida en que desde el ámbito que sea se ataque la capacidad de las instituciones para garantizar contrapesos en el poder, pero también bienestar y seguridad, calidad de vida y justicia, se está sumando a un clima donde se hace pedazos a la confianza y con ello socavando la cohesión para encaminar una sociedad hacia un futuro de bienestar común.

Desde esta perspectiva, una de las principales tareas de toda sociedad es hacer que sus instituciones funcionen. Al final de día, en la medida que eso ocurra, se estaría abonando a la confianza necesaria para generar circuitos virtuosos de crecimiento. En la desconfianza no se crece como sociedad. En ella aprendemos a fortificarnos en intereses particulares y en facciones desgastantes. Y más grave aún, en experimentos sociales donde la intolerancia a la diversidad se convierte en credo de gobierno y de relacionamiento social.

A la humanidad le ha costado millones de muertes en guerras y miles de años de historia para darse un andamiaje institucional que ofrezca certidumbre a su viabilidad. Pero en muy pocos años hemos hecho cosas que no son otra más que esfuerzos por pulverizar el mejor invento social hasta la fecha: la confianza.

Twitter: @letrasalaire

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Asuntos corporativos

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1543689

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx