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ALTO A LA CORRUPCIÓN

Arturo Macías Pedroza

Viendo la actualidad del tema sobre la corrupción, es conveniente proponer algunas líneas que pueden servir para pensar y tomar postura ante este fenómeno.

Todos los mexicanos debemos sentir gran preocupación por el presente y por el futuro de nuestro país, que, entre otras cosas, se ve aquejado, desde hace muchos años, por el grave mal de la corrupción "que favorece la impunidad y el enriquecimiento ilícito, la falta de confianza con respecto a las instituciones políticas, sobre todo en la administración de la justicia y en la inversión pública, no siempre clara, igual y eficaz para todos" (Iglesia en América No. 23).

El Papa Francisco nos ha recordado que "Todos somos tentados de corrupción", y que son siempre los pobres quienes pagan el precio de la corrupción de los políticos, de los empresarios y de los eclesiásticos que descuidan su deber pastoral. "Pagan los hospitales sin medicinas, los enfermos que no tienen remedio, los niños sin educación (…) cuando hay corrupción, también el pobre corre el riesgo de perder los valores, porque se le imponen costumbres, leyes, que son contrarias a los valores" (meditación del 16 de junio de 2014).

La corrupción es una forma de violencia de la que es sólo un ejemplo el robo de combustible, pero que tiene muchas formas que, "al inocularse en las estructuras de servicio público, se transforman en delincuencia organizada, ya que de manera descarada se impone "la mordida" como condición a los ciudadanos para recibir un beneficio o servicio gratuito. ("Que en Cristo nuestra paz México tenga vida digna", No. 46).

Siendo causado por la voluntad de los individuos, la corrupción institucionalizada tiene repercusiones que van más allá de lo previsto inicialmente. Se crea un monstruo que luego ya no se puede controlar. Para hacer frente a este gravísimo mal, se requieren múltiples acciones conjuntas. Entre ellas, la reforma de leyes y la creación de instituciones que, de forma integral, coordinada y en tiempo real, prevengan, identifiquen, investiguen y modifiquen situaciones o condiciones que propicien la corrupción; sancionen oportunamente a los corruptos y hagan realidad el resarcimiento de los daños causados. No es pues obra sólo de un solo hombre ni de ocurrencias aisladas seleccionadas en forma arbitraria. En este sentido, es necesario que las posibles reformas constitucionales y legales susciten un Sistema Nacional Anticorrupción, conformado por organismos autónomos que, gozando de independencia, profesionalismo, confiabilidad, facultades y recursos, incluyan en su rango de acción a todos los Órganos del Estado a nivel federal, estatal y municipal, sin olvidar a los poderes judiciales, federal y locales, así como a los órganos constitucionales autónomos.

No puede quedar fuera de esta reforma la revisión del "fuero" del que gozan algunos servidores públicos y que podría hacer naufragar el sistema entero si es utilizado como "escudo" de impunidad. También, debe replantearse la figura del "juicio político" tanto en sus sujetos como en los supuestos que lo pueden originar, ya que actualmente existe demasiada discrecionalidad y laxitud. Es indispensable que el combate a la corrupción no sea usado con fines de persecución política o de revancha mediática. Cualquier acto de corrupción amerita por sí mismo todo el peso de la ley. El "perdón y el borrón y cuenta nueva" no abonan a un verdadero combate a la corrupción. Al contrario, la reparación del daño, el regreso de lo robado y el castigo deben ser parte de ello.

El país es de todos, y entre todos tenemos que sacarlo adelante haciéndonos más participativos a nivel personal, familiar, empresarial y social, valorando, respetando, promoviendo y defendiendo la vida, la dignidad, los derechos y los deberes de toda persona, actuando siempre con honestidad, verdad, justicia, rectitud, solidaridad y respeto al Estado de Derecho. Necesitamos educarnos para esto. Y quienes ostentamos alguna forma de autoridad, debemos ser los primeros en contribuir con el ejemplo.

El pueblo eligió a los legisladores y a los diversos órdenes de gobierno para que lucharan contra la corrupción con un decidido y eficaz compromiso como lo prometieron. La imposición de ideologías, agendas internacionales e injerencias externas son también formas de corrupción que los mexicanos no están dispuestos a aceptar. Querer imponer la ideología de género o el aborto, no sólo distrae al gobierno de la encomienda que le han hecho los ciudadanos, sino que además pierde el apoyo popular y de instituciones ciudadanas que necesita el Estado para combatir la corrupción que provoca innumerables males y pone en riesgo la confianza, valor fundamental para una convivencia pacífica y para el progreso. La gravedad del problema exige soluciones de fondo e inmediatas y no "maquillajes" o "cortinas de humo" que ya no engañan a nadie y sólo exacerban los ánimos.

Hay una deuda con la nación; la sociedad necesita recuperar la confianza en aquellos en quienes ha depositado una responsabilidad institucional en bien de México. ¡Es la oportunidad para hacerlo y mejorar nuestro país! Dios nos conceda la inteligencia, la sabiduría y la valentía de construir juntos un México mejor.

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