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¿SE TERMINÓ LA NAVIDAD?

ARTURO MACÍAS PEDROZA

Todo niño que nace transforma todo a su alrededor: las relaciones familiares toman una dimensión diferente, cambian horarios de sueño y de descanso, los criterios de prioridades en el gasto se modifican sustancialmente, la alimentación, la decoración, los espacios familiares… hasta los programas televisivos que vemos son diversos. Ciertamente, hoy termina el tiempo de Navidad, como celebración de la liturgia católica, y la imagen del Niño Dios será guardada cuidadosamente para aparecer nuevamente el próximo año. Pero, si hemos celebrado verdaderamente la Navidad, no podemos dejar de ser trasformados por la realidad de un Dios que ha irrumpido en el mundo humanizándose, para darle al hombre la posibilidad de divinizarse. En estos tiempos de Navidad, resuena un texto del profeta Isaías (9,2): "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz". ¿De qué pueblo habla? ¿De los Galileos dominados por los asirios hace 2700 años? ¿De los pastores que cuidaban sus rebaños en la noche de Belén? ¿De nosotros, hombres y mujeres laguneros, viviendo los inicios del 2019 en esta situación de impunidad y corrupción, que no sabemos bien a dónde vamos a parar?

Durante toda la historia del mundo, cada pueblo ha afrontado la vida; cada pueblo en marcha en medio de la incertidumbre de su tiempo se reconoce en esas palabras del profeta Isaías, y también nosotros nos descubrimos iluminados por el nacimiento de este pequeño niño, en quien hemos reconocido esta gran luz: "María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada" (Lc. 2,7).

Cada año, nacen millones de niños. ¿Por qué acordarnos particularmente de este nacimiento? Los Ángeles, los mensajeros de Dios, son quienes nos dan la clave de este nacimiento: "No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para ustedes y para todo el pueblo: hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor" (Lc. 2, 10).

"Un Salvador…". Para comprender que este nacimiento es una buena noticia, una gran alegría para nosotros, y que no es sólo un recuerdo histórico, motivo de melancolía o de consumismo, hay que contemplar extasiados antes de guardarlas, esas imágenes que nos recuerda la noche de Belén; sabemos que este niño es el que ha caminado por los caminos de Galilea, anunciando la buena nueva; el que ha curado enfermos y alimentado las multitudes; el que en Jerusalén fue arrestado, juzgado, muerto sobre la cruz; el que en la mañana de Pascua ha resucitado para constituirse en el primer nacido de entre los muertos; el Dios-con-nosotros que sigo vivo en la Iglesia, en los sacramentos, en el pobre, en el desvalido.

Las miles de personas que escucharon a Jesús en los caminos de Palestina se han convertido ahora en multitudes inmensas que, de generación en generación, no sólo han conocido su mensaje, sino que está en ellos. Multitudes que han encontrado en él la Palabra de vida. La ayuda para encontrar cada quien su camino. Nadie puede entender la Navidad si no abre sus ojos, su corazón e inteligencia al acontecimiento de Jesús. Si no lo recibe para trastocar su vida.

¿Para qué sirve un pesebre sino para dar de comer? En este pesebre, se nos manifiesta como el pan de la vida: "el que viene a mí ya no tendrá hambre; el que cree en mí ya no tendrá sed" (Jn. 6, 36). Se da a nosotros para saciar nuestra hambre de justicia y de paz; se queda para darnos "La Vida"; para que cada uno tenga en él la fuerza de un amor por compartir, una corrupción que quitar y una hermandad que construir.

Contemplemos también la luz de la "lucidez". Ella nos recuerda que, aunque nuestro mundo está en crisis financiera, económica, social y ecológica, la "lucidez" nos ilumina para saber que esta situación no se soluciona cínica, mágica o ilusoriamente, acelerando el consumo de los recursos del planeta, o con la búsqueda desenfrenada de crecimiento económico, que genera un aumento de las desigualdades entre continentes y en el seno mismo de nuestro país; lucidez para no dejarnos "apantallar" con mentiras y medias verdades; lucidez para captar las trampas de argumentaciones que nos consideran estúpidos; lucidez para captar la verdad donde esté escondida o camuflada.

El tiempo de Navidad cuestiona directamente nuestros modos de vivir, nuestras maneras de actuar en el mundo. Es tiempo de ponernos en marcha hacia una vida nueva de fraternidad. Nuestra sociedad está globalmente enferma por reducir las relaciones humanas a intercambios comerciales. La ambición desmedida que nos introduce en una loca carrera en búsqueda de ganancias, ha creado distancias entre las finanzas y la economía, entre el capital y el trabajo, entre los hiperactivos y los desempleados… por tanto, la interdependencia en nuestro mundo globalizado nos obliga de hecho a solidaridades concretas, a corto y a largo plazo.

Sepamos escuchar a aqueéllos y a aquellas que nos invitan a festejar la "Navidad de manera diferente". Con ellos, elijamos la paz hacia nuestra Comarca Lagunera y hacia todos aquellos que la poblamos. Celebremos todos juntos a aquel que ha venido a nuestro encuentro, que es el Emmanuel, el Dios con nosotros.

Nos ha nacido un Salvador; Dios viene a salvar al mundo.

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